Agentes de policía mantienen su posición mientras participan en una operación contra las bandas en medio de la violencia pandillera el 3 de marzo en Puerto Príncipe, Haití. El experto en derechos humanos de la ONU William O'Neill, designado para evaluar la situación en Haití en abril, declaró a la prensa el 28 de junio que se necesita una “fuerza internacional especializada” para ayudar a combatir la violencia de las bandas que asola la empobrecida nación caribeña. (Foto: OSV News/Reuters/Ralph Tedy Erol)
Nota del editor: Global Sisters Report continúa su serie Esperanza en Medio del Caos con artículos que comienzan hoy sobre Haití, un país que fue visitado en el pasado por el equipo de GSR, pero que ahora se considera demasiado peligroso para viajar. Los artículos de hoy se centran en la situación general y sus efectos en los ministerios, mientras que un artículo de próxima publicación escrito por el corresponsal internacional Chris Herlinger, quien ha visitado Haití en numerosas ocasiones, abordará la cuestión de los riesgos de seguridad.
Haití se encuentra en guerra en todo, excepto en el nombre.
La nación caribeña no está luchando contra un invasor externo como Ucrania y aún no se enfrenta a un conflicto civil irresoluble como Sudán del Sur.
Pero muchas comunidades urbanas de este país, en constante lucha, están paralizadas por la desorganización social; sus calles se han vuelto inseguras debido a la violencia de las bandas y un gran número de haitianos se enfrentan al hambre y la malnutrición, la enfermedad y la muerte prematura.
“La gente camina hambrienta por las calles”, afirmó la Hna. Paesie, que pertenece a la comunidad de la Familia Kizito y trabaja en la capital, Puerto Príncipe.
La situación social y en materia de seguridad en Haití (que nunca ha sido buena ni siquiera en tiempos mejores) es más grave que nunca, afirman hermanas, sacerdotes y trabajadores humanitarios quienes, en recientes entrevistas con Global Sisters Report, describen un panorama absolutamente sombrío de un país que lucha en medio de la dominación de bandas que los expertos humanitarios comparan con el terrorismo.
“Pensamos en bandas como las de Nueva York o Los Ángeles, bandas que se pelean por lo que sea, pero esto se ha convertido en una campaña de terror en toda regla”, explicó Jonathan LaMare, director de programas de la organización internacional sin ánimo de lucro Mercy Beyond Borders, fundada por la Hna. de la Misericordia Marilyn Lacey.
La Hna. de la Misericordia Marilyn Lacey (Foto: cortesía Mercy Beyond Borders)
“La palabra 'esperanza' en Haití ahora mismo”, señaló, “es una palabra un poco peligrosa”.
“Es horrible”, manifestó Lacey, directora ejecutiva de Mercy Beyond Borders y añadió: “Ahora mismo no veo una salida”.
“Las bandas están al mando”, agregó Lacey, y paralizan el trabajo y la actividad cotidiana, haciendo que la inseguridad sea casi omnipresente, al menos en gran parte de Puerto Príncipe.
Lacey, cuyo ministerio la ha llevado a numerosos países que afrontan crisis humanitarias (entre ellos Sudán del Sur), afirmó que la situación actual en Haití es “la peor” que ha “visto nunca”. “He estado en otras zonas de conflicto y esta es la peor”, apuntó y aseguró: “[Ahora mismo estaba] más preocupada por Haití que por Sudán del Sur, y eso ya es mucho decir”.
Dos grupos de estadísticas de las Naciones Unidas ilustran lo cruda y peligrosa que es la situación haitiana. Mientras que en Ucrania, devastada por la guerra, murieron 525 civiles durante los tres primeros meses del año, en Haití murieron al menos 846.
Noticias ONU informó el 7 de agosto que “la situación general en Haití es catastrófica” y señaló que “unos 5.2 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de toda la población, necesitan ayuda humanitaria, entre ellos casi tres millones de niños”.
Una familia comparte una comida en el campamento de refugiados de la Nueva Iglesia de Dios de la Liberación, el 19 de junio en Puerto Príncipe, Haití. El campamento alberga ahora a 120 familias de diversos barrios que se han visto muy afectados desde que las bandas ampliaron su territorio y ahora controlan comunidades en las que viven unos 2 millones de personas. (Foto: OSV News/Reuters/Ralph Tedy Erol)
William O'Neill, experto independiente de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Haití, declaró al término de una visita de investigación en junio que encontró un país “golpeado por la violencia, la miseria, el miedo y el sufrimiento” y puntualizó que “la situación de los derechos humanos es dramática, [porque] se violan todos los derechos”. “Las bandas siguen aterrorizando, especialmente en más de la mitad de la capital, Puerto Príncipe, que se ha convertido en una zona sin ley”, dijo.
Los ministerios y los esfuerzos humanitarios (especialmente en la capital, Puerto Príncipe, y sus alrededores) están ralentizados o paralizados a causa de la violencia, y muchos ministerios se han visto afectados por amenazas de secuestro y extorsión.
“Esta vida es muy miserable", declaró en una entrevista telefónica la Hna. Denise Desil, madre general de las Hermanitas de Santa Teresa del Niño Jesús en Haití. “Dios mío, no es buena”, expresó.
Como casi todos los entrevistados, Desil cree que puede ser necesaria algún tipo de intervención exterior (ya sea militar o policial) para conseguir cierto orden y estabilidad en un primer momento, ya que ahora mismo no hay un gobierno operativo eficaz en Haití.
Sin embargo, la estabilidad sigue quedando muy lejos. El poder de las bandas ha aumentado desde el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse en julio de 2021. Dicho asesinato se cita a menudo como el detonante de la escalada de violencia (Haití no ha tenido presidente desde su muerte), aunque las bandas ya mostraban su poder antes de su fallecimiento. En general, Haití tiene un largo historial de impunidad y abusos contra los derechos humanos cometidos por las fuerzas gubernamentales.
Una policía nacional muy debilitada no puede dar “una respuesta proporcional a las bandas”, señaló un responsable humanitario haitiano que trabaja con las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel y califica la situación general de casi “desesperanzadora”.
Un grupo de personas pasa junto a una pared con un mural que representa al presidente de Haití, Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021 en Puerto Príncipe. Moïse fue asesinado en un atentado en la madrugada del 7 de julio de 2021 en su domicilio a las afueras de la capital, Puerto Príncipe, informó el primer ministro. (Foto: CNS/Reuters/Robenson Sanon)
Gran apoyo a la intervención extranjera
Por todo lo expuesto, no es de extrañar que una encuesta reciente realizada por la Alianza para la Gestión de Riesgos y la Continuidad Empresarial (Agerca) con sede en Haití (un grupo independiente que ayuda a las empresas y a la sociedad civil a identificar los riesgos) afirmara que más de 6 de cada 10 haitianos (un 63 %) apoyan la intervención de una fuerza internacional exterior, y casi un 68 % afirman que la Policía Nacional de Haití no puede hacer frente a las bandas por sí sola.
Las Naciones Unidas están estudiando cómo podría llevarse a cabo una acción de este tipo. Entre las posibilidades que se barajan figura una fuerza policial multinacional dirigida por Kenia, propuesta que cuenta con el respaldo de Estados Unidos.
El 15 de agosto, el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres le comunicó al Consejo de Seguridad de la ONU en una carta obtenida por The Associated Press que la situación en Haití “requiere una serie de medidas coercitivas para hacer cumplir la ley, incluido el uso activo de la fuerza en operaciones policiales selectivas contra bandas fuertemente armadas”.
El debate sobre si tales medidas serían suficientes para sofocar la violencia aún está abierto. El personal humanitario y ministerial afirma que una fuerza de este tipo podría no ser suficiente ante la violencia desenfrenada, y que muchos haitianos agradecerían una presencia militar fuerte (no solo policial), a pesar del accidentado historial de intervenciones anteriores de Estados Unidos.
Y aunque algunos dentro del país creen que una intervención exterior sería inapropiada, sobre todo teniendo en cuenta la historia de dominio extranjero sobre Haití, varios observadores afirman que se trata de una opinión minoritaria.
Agentes de policía patrullan durante una operación contra las bandas en medio de la violencia pandillera el 3 de marzo en Puerto Príncipe, Haití. (Foto: OSV News/Reuters/Ralph Tedy Erol)
“La primera pregunta de todo el mundo es '¿Por qué una fuerza policial y no una fuerza militar?'”, señaló la Hna. Paesie y añadió: “La gente cree que la policía no es lo bastante poderosa para vencer a las bandas”.
Hay razones profundas y complejas que explican el dominio de las bandas, sostienen los expertos. A falta de un Gobierno que funcione, a menudo se considera que los políticos que compiten por el dominio político utilizan a las bandas para expandirse y controlar el territorio, sobre todo en Puerto Príncipe.
En un país sin un Gobierno que funcione y sin una base económica segura, es fácil que las bandas asuman “un mayor control, como si se tratara de un negocio y quisieran hacerse con el monopolio”, afirmó Dawn Colapietro, misionera laica y coordinadora de programas de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel en Nueva Jersey.
Al aumentar el territorio, existe la posibilidad de una “expansión del negocio” alimentada por el dinero de los rescates, los sobornos y la corrupción. “El secuestro y la actividad de las bandas son un negocio en Haití ante la ausencia de un mercado y una economía”, afirmó. “Y el no haber liderazgo en un vacío político, es una invitación para que otra persona asuma el control del país”, explicó.
LaMare, de Mercy Beyond Borders, advierte de otra complicación: “[Por] terribles que sean el comportamiento y las acciones de estas bandas, también son las únicas personas en muchas comunidades que llevan comida a la gente”. Por lo tanto, no será fácil desalojar a las bandas de sus posiciones de control cotidiano sobre las zonas.
Teniendo en cuenta esta dinámica, incluso aquellos que alaban la legendaria capacidad de recuperación de Haití aseveran que será difícil superar los retos.
Todos afirman que el país quiere ser seguro, autónomo, democrático y próspero, con los haitianos al mando y el respeto de los derechos humanos.
“Es obvio que hay que proteger los derechos humanos”, señaló la Hna. Paesie y añadió: “Hemos sido muy vulnerados”. Sin embargo, advierte que “la comunidad internacional debe dejar de negarlo y de hacer como si Haití estuviera preparado para la democracia, [cuando] no lo está”. Según la religiosa, décadas de “elecciones ridículas” no han sido más que ejercicios “podridos y corruptos” que han conducido a la corrupción y al mal gobierno.
De momento, los expertos afirman que lo más importante es garantizar la seguridad. Otros asuntos pueden esperar, aunque como señala Annemarie O'Connor, representante laica en las Naciones Unidas de la organización Passionists International, todo lo que se haga debe “estar bajo el prisma de los derechos humanos. Tiene que existir una línea de protección en todo lo que se haga allí, especialmente en lo que se refiere a la violencia sexual contra las mujeres”.
La Hna. Denise Desil, madre general de las Hermanitas de Santa Teresa del Niño Jesús en Haití. (Foto: archivo GSR)
A Desil, cuya congregación tiene su casa madre en Rivière-Froide (un suburbio de Puerto Príncipe), le gustaría que cesaran todas las actividades de las bandas, pero añadió que incluso el simple desbloqueo de las carreteras sería bienvenido.
“Si alguna hermana va a Puerto Príncipe, me preocupo y me estreso”, declaró.
No todo el país está asediado
Existen unas pocas buenas noticias: la vida cotidiana y los ministerios fuera de la capital haitiana (un área metropolitana de 3 millones de habitantes atestada de gente y densamente poblada) se ven menos afectados por las tensiones que han paralizado Puerto Príncipe.
Desil explicó que los ministerios de su congregación fuera de la capital (centrados en la escolarización y la atención sanitaria comunitaria) continúan, aunque señaló que la ralentización y los bloqueos en el reparto de alimentos dificultan la distribución de almuerzos a los alumnos que asisten a clase. “Cuando los niños tienen hambre, no pueden aprender”, aseguró. “Es un gran problema”, puntualizó.
Mientras tanto, Mercy Beyond Borders, cuya programación se centra en la educación de las niñas, trabaja en Gros-Morne, una comunidad de la región del Valle del Artibonite a unas cuatro horas al norte de Puerto Príncipe*.
Hasta ahora el pueblo no ha experimentado el nivel de actividad de las bandas habitual en Puerto Príncipe.
“Somos en cierto modo afortunados en el sentido de que no tenemos bandas que deambulen por nuestras calles y ataquen activamente a la gente en esa zona en la que estamos”, indicó LaMare, quien advierte que las carreteras hacia sus “inmediaciones del norte y el sur suelen estar bloqueadas” y refiere que el año pasado sufrieron “el secuestro de familiares [de los participantes en el programa] en autobuses de transporte público”.
No es raro, añadió, que los miembros de una banda tomen como rehén a todo un autobús, roben a sus ocupantes y violen a las pasajeras.
Las nueve becarias universitarias del programa (mujeres jóvenes que estudian en universidades, varias de ellas en Puerto Príncipe) también se han enfrentado a dificultades.
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“Sus estudios se han visto interrumpidos, lógicamente, una y otra vez”, declaró LaMare, y añadió que los padres han preguntado al programa si puede ayudar a las familias a sacar a las jóvenes de Haití y llevarlas a Estados Unidos, algo que, según LaMare, no es posible hacer “de ninguna manera equitativa”. Ahora el programa está trabajando para incluir la participación de universidades de fuera de Puerto Príncipe.
Algunos señalan que no es correcto calificar a toda la capital de totalmente paralizada. “Aunque la situación es extremadamente peligrosa, no es omnipresente”, comentó Gerry Straub, fundador del Centro Infantil Santa Chiara, un hogar para niños abandonados en Puerto Príncipe.
“Las bandas controlan las periferias de la ciudad y los barrios de los alrededores. Yo recorro las calles todos los días”, explicó a GSR en un correo electrónico.
“Mi discrepancia con lo que veo y oigo en todas las noticias es que las bandas controlan toda la ciudad de Puerto Príncipe”, señaló Straub y agregó: “Esto es rotundamente falso”.
Sin embargo, Straub añadió que “decir que es falso no mitiga la amenaza que suponen las bandas, [porque] las bandas controlan las periferias de la ciudad y su poder también se concentra en ciertas secciones de la ciudad conocidas como 'zonas rojas'”.
La población conoce “estas franjas de barrios controlados por las bandas que se extienden por toda la ciudad y las evita”, explicó. “Pero las bandas también pueden atacar al azar en cualquier lugar de la ciudad, lo que acelera el factor miedo”, indicó.
Un manifestante grita a la policía, el 29 de marzo de 2022 en Puerto Príncipe, durante las protestas que exigen que el Gobierno del primer ministro haitiano Ariel Henry tome más medidas para hacer frente a la violencia de las bandas, como los secuestros constantes. Una coalición de órdenes religiosas que trabajan en las Naciones Unidas se ha dirigido por escrito a los funcionarios de la ONU pidiéndoles que hagan frente al imperio del terror de las bandas armadas que describieron como “diabólico, aterrador e inaceptable”. (Foto: CNS/Reuters/Ralph Tedy Erol)
Ante semejante temor, los haitianos están expresando su hartazgo.
Ha surgido un movimiento violento de autodefensa* llamado Bwa Kale por el que algunos haitianos “han decidido tomarse la 'justicia' por su mano”, señaló Human Rights Watch, organización con sede en Nueva York, en un informe sobre Haití publicado el 14 de agosto.
Mientras tanto, otras personas han salido a las calles de Puerto Príncipe para protestar de forma no violenta exigiendo seguridad y protección ante el empeoramiento de la situación.
Wilene Joseph fue una de las participantes en la manifestación del 7 de agosto en la que los asistentes llevaban máscaras para ocultar su identidad. Joseph, vendedora ambulante, declaró a un periodista de Associated Press (AP): “No puedo trabajar. No puedo salir. Me siento como una prisionera en mi propia casa”.
Joseph, de 36 años y madre de dos hijos de 5 y 7 años, explicó que se unió a la manifestación pacífica por pura frustración.
“Me preocupa que disparen a mis hijos porque las balas vuelan de todas direcciones todo el tiempo”, señaló Joseph ante la AP. “La situación es inaceptable”, dijo.
Como una zona de guerra: aumento de violaciones y agresiones sexuales
Una de las razones por las que la situación se ha vuelto especialmente preocupante para las mujeres es el repunte de la violencia sexual, un aspecto que Haití comparte ahora con zonas en guerra como Ucrania y Sudán del Sur. “Las mujeres y las niñas”, afirmó O'Neill, “siguen siendo violadas por bandas, a menudo de forma colectiva, para establecer su control sobre la población”.
Una víctima de violación le relató a Human Rights Watch: “Nos violan porque tienen el control, porque tienen armas, porque no hay nadie que nos defienda. No hay policía ni Estado”. En su informe, el grupo de derechos humanos declaró: “Para quienes viven en las zonas afectadas, la policía y otras autoridades apenas existen”.
Un informe de las Naciones Unidas de octubre de 2022 indicó que las bandas “han recurrido a la violencia sexual como arma para alterar el tejido social atacando a mujeres y niñas que cruzan las 'líneas del frente' o se desplazan por los barrios a pie o en transporte público para desempeñar sus actividades diarias para ganarse la vida, como ir al trabajo, al mercado o a la escuela”.
Según el informe, la razón por la que las bandas pueden cometer semejantes actos de violencia sexual y otros abusos contra los derechos humanos se debe principalmente a “la impunidad generalizada y la facilidad de acceso a armas de gran calibre y municiones traficadas desde el extranjero”.
Religiosas católicas como la Hna. Paesie —que viven y trabajan en Cité Soleil, una de las zonas más peligrosas de Puerto Príncipe antes de la escalada de violencia— afirman que se trata de una dinámica muy preocupante y demasiado habitual, como lo son los malos tratos domésticos y la violencia de todo tipo.
La hermana Paesie y el padre David Fontaine, sacerdote diocesano, señalaron que también es preocupante la polarización de los barrios. Además de la violencia, estas zonas se enfrentan a los problemas de los canales inundados y llenos de basura y a la falta de agua potable, lo que lleva a la aparición de enfermedades crónicas.
La actividad de las bandas no es nada nuevo en Cité Soleil. Pero hace una década, recordó Fontaine, aún reinaba la paz general entre los miembros de los distintos barrios. “Solo luchaban las bandas”, afirmó. “Pero la población civil vivía en paz. Ahora hay una verdadera división... como en una guerra civil”, explicó y añadió que las bandas han fomentado las divisiones haciendo que los barrios se conviertan en enemigos y que las bandas se presenten como salvadoras de los residentes.
El conflicto bélico ha agravado problemas y retos que venían de lejos, explicó Paesie. “La alimentación y la vivienda no son problemas nuevos, pero se han visto empeorados por estos años de conflicto”, manifestó. Las personas que sobrevivían como vendedores ambulantes ya no pueden trabajar.
Y en una parte de Cité Soleil que lleva el nombre del barrio neoyorquino de Brooklyn “casi todas las familias han sido víctimas de esta guerra. Han matado a alguien o a varias personas [en una familia]”, declaró la Hna. Paesie.
Pero incluso en medio de tanta confusión y lamentos continúan los pequeños actos de gracia y bondad. Hace poco, la Hna. Paesie llevó a unos niños de excursión a la playa y estuvo dispuesta a pagar algo de dinero a los pandilleros que bloqueaban las carreteras para que dejaran pasar al grupo.
“Cuando me vieron, uno de ellos me devolvió el dinero y me dijo: 'Compre algo para los niños, hermana'. Luego nos dejó marchar”, relató.
“Nunca se sabe”, dijo. “Nunca sabes qué va a pasar”, acotó.
*Se han realizado correcciones para aclarar la distancia de Gros Morne a Puerto Príncipe y qué tipo de movimiento de defensa incluye Bwa Kale.
Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 17 de agosto de 2023.