Foto: cortesía Religión Digital.
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar le dijeron: “Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?”. Jesús les respondió: “En verdad en verdad les digo, ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque han comido de los panes y se han saciado. Obren no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre porque a este es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello. Ellos le dijeron: “¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado”. Ellos entonces le dijeron: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito, pan del cielo les dio a comer”. Jesús les respondió: “En verdad en verdad les digo, no fue Moisés quien les dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá nunca sed”». (Jn 6, 24-35).
Este mes vamos a continuar con el Evangelio de Juan, concretamente el capítulo 6, donde Jesús se revela como pan de vida. Por eso, tal vez todos estos domingos insistiremos en algunos aspectos, porque cada domingo expone una parte de este capítulo.
En este domingo, después de la multiplicación de los panes que comentamos el domingo pasado, Jesús se ha ido a la otra orilla para huir de las multitudes que lo quieren hacer rey. Pero hasta ese lugar llegan preguntándole cuándo ha llegado allí. Jesús no contesta lo que le preguntan, sino que directamente les explica lo que ellos, parece, aún no han entendido.
Jesús les dice que no lo buscan por el signo realizado en la multiplicación de los panes sino por el pan material que los ha saciado. Comienza, entonces, a profundizar en el significado de ‘signo’ que tuvo la multiplicación de los panes y que la gente no acaba de entender.
Ese pan trasciende su significado material, sin que eso signifique que se desprecie lo material, porque a los hambrientos hay que saciarlos y, justamente, a quien diera de comer a un hambriento —como dice el Evangelio de Mateo (25, 35)— Dios lo pondrá a su lado en el último día. Hago esta aclaración de lo material porque vivimos bastante en dicotomía entre nuestra vida real de cada día y lo que llamamos la vida espiritual. Esta vida en el espíritu se vive en el aquí y ahora de nuestra existencia cotidiana, en el mundo que construimos, en la justicia social que apoyamos.
"Vivimos en dicotomía entre nuestra vida real y la vida espiritual. Esta vida en el espíritu se vive en nuestra existencia cotidiana, en el mundo que construimos, en la justicia social que apoyamos": teóloga Consuelo Vélez
Volviendo al significado del ‘signo del pan’, Jesús continúa diciendo que ese pan que Moisés dio a sus antepasados en el desierto, en realidad fue Dios quien se los dio, y ahora ese mismo Dios se los está dando en su misma persona. Jesús es el pan de vida y solo quien cree en el signo, que es Jesús mismo, está entendiendo el querer de Dios y el obrar de Dios.
Precisamente a Jesús le preguntan: "¿Qué obras haces para que creamos?". Y su respuesta se refiere a lo que él es: todo su obrar es el pan que da vida, sus palabras y obras —que ya las hemos venido señalando en los anteriores Evangelios— al curar enfermos, hablar con mujeres, expulsar demonios, etc., son las obras de Dios, porque traen la vida al mundo, la vida a las personas concretas a las que su acción llega.
El texto revela esa indecisión que también refleja nuestra vida cristiana. Parece que creemos y reconocemos en la persona de Jesús —en sus palabras y obras, insisto, para no pensar en un Jesús desencarnado, sacado de nuestra realidad— que Él es el enviado de Dios y por eso le piden que les dé ese pan. Pero Jesús sabe que esas palabras o buenas intenciones que muchas veces manifestamos, con facilidad las dejamos de lado y seguimos anclados en el pan material; es decir, en vivir en la lógica del antirreino y no en la lógica de los valores del reino. Por eso les repite que Él es el pan de vida y que quien crea en Él no tendrá hambre y tampoco sed.
Es muy importante darle carne, historia y realidad a las palabras del Evangelio de Juan, porque al ser más teológico que los otros evangelistas, nos pueden llevar a quedarnos en ideas y no bajarlas a la realidad. Creer en Jesús es creer que con su vida nos revelo quién es Dios, cómo es Dios y cuál es su deseo sobre la humanidad. Y si lo creemos, la consecuencia lógica es hacer lo que Él hizo, amar como Él amó, ponerse del lado de los últimos cómo Él lo hizo, trabajar por hacer presente el reino a través de la justicia y el asegurar la vida digna para todos.
Creer no es creer en ideas o en realidades sobrenaturales. Creer en Jesús es creer en el Hijo del Hombre hecho ser humano, y porque reconocemos en Él al Hijo de Dios entre nosotros, le seguimos allí donde Él vive y haciendo lo que Él hizo.