"Cuando Jesús habla del lobo 'que arrebata y dispersa a las ovejas', se refiere a sus enemigos que en su vida histórica lo persiguen, pero también a los que perseguirán a sus seguidores": Consuelo Vélez, teóloga laica de la Institución Teresiana. (Foto: cortesía Religión Digital)
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
"Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, y abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Él huye porque solo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil; a esas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor. Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre". (Jn 10, 11-18).
Continuamos con los domingos de Pascua y el Evangelio de Juan, que es el más elaborado teológicamente, nos ofrece discursos en los que es Jesús, quien se define a sí mismo, pareciendo conocer con claridad su misión e invitando a los suyos a reconocerlo como tal.
En el capítulo 6 se define como el pan de vida (v. 35); en el capítulo 8 como luz del mundo (v.12); en el capítulo 10 como puerta de las ovejas (v.7) y, en el texto de hoy, como buen pastor (10, 11). No hay que olvidar que en el trasfondo de estos discursos ya se percibe la persecución, expresada en textos como “los judíos procuraban matarle” (Jn 7, 1); “entonces, procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano porque aún no había llegado su hora” (Jn 7, 30); “los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen” (Jn 7, 32).
"Los diversos ministerios en la vida de la Iglesia han de estar libres de clericalismo, de superiores e inferiores, de pastores y ovejas": Consuelo Vélez, teóloga laica de Institución Teresiana
Falta esa Iglesia que no busca la uniformidad sino la vida de todas las ovejas con todas las particularidades que cada una conlleva": Consuelo Vélez, teóloga laica de Institución Teresiana
En ese contexto es fácil entender que cuando Jesús habla del lobo “que arrebata y dispersa a las ovejas”, se refiere a sus enemigos que en su vida histórica lo persiguen, pero también a los que perseguirán a sus seguidores. Jesús sabe que el anuncio del Reino trae resistencias y conflictos, trae persecución e incluso la muerte.
La comparación con el buen pastor es más que clara para aquellos ambientes campesinos donde los rebaños de ovejas eran bien conocidos con las implicaciones de cuidado absoluto por todas las ovejas y defensa de las mismas ante todos los peligros que las acechan.
Aquí Jesús aclara que la misión que lleva entre manos no es la de un asalariado que tan pronto ve el peligro puede dejarla de lado. Por el contrario, su misión es dada por el Padre y si implicara dar la vida, no va a ponerlo en duda. No es simplemente que se siente en peligro y ya no tiene tiempo para huir. Es que, aunque pudiera hacerlo, su compromiso con el anuncio del Reino, lo constituye, de tal manera, que voluntariamente está dispuesto a dar la vida.
“Hay que pensar en una Iglesia toda ministerial en la que el servicio garantiza el cuidado mutuo y la entrega asegura la vida en plenitud para todos”: Consuelo Vélez, teóloga laica de Institución Teresiana
La comunidad que engendra la predicación de Jesús supone ese conocimiento mutuo entre el maestro y sus discípulos, entre el Dios Padre/Madre y todos sus hijos, buscando siempre la inclusión universal para que ninguno quede fuera.
Aunque en este día se hace especial mención de la jerarquía por su llamado a guiar al pueblo de Dios —a semejanza de un buen pastor—, en realidad, en la comunidad de discípulos no hay pastores y ovejas en el sentido literal del término, sino comunidad de vida donde todos velan porque no haya lobos que dañen a ninguna oveja ni haya ovejas que queden excluidas y terminen en otro redil. Resulta fácil pensar en todo lo que falta en la comunidad eclesial para vivir la inclusión de todas las personas sin permitir ninguna exclusión por ninguna causa.
Hace mucha falta esa Iglesia que bendice a todos sin ninguna restricción. Falta esa Iglesia que no busca la uniformidad sino la vida de todas las ovejas con todas las particularidades que cada una conlleva. En realidad, el único Pastor es Cristo a quien todos estamos llamados a testimoniar viviendo ese cuidado hasta arriesgar la vida por todos y cada uno de los hermanos y hermanas.
No significa esta reflexión que no se reconozcan los diversos ministerios en la vida de la Iglesia. Pero han de estar libres de clericalismo, de superiores e inferiores, de pastores y ovejas, en el sentido literal del término. Hay que pensar en una Iglesia toda ministerial en la que el servicio garantiza el cuidado mutuo y la entrega asegura la vida en plenitud para todos.
Por una Iglesia así vale la pena arriesgar la vida, no porque se exija, sino voluntariamente, mostrando con ese gesto el encargo que viene de Dios mismo y no de ningún interés propio.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en Religión Digital el 16 de abril de 2024.