Foto: cortesía Religión Digital.
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: "Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario para descansar un poco". Pues los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor y se puso a enseñarles muchas cosas». (Mc 6, 30-34).
El Evangelio del domingo pasado nos había mostrado que Jesús envía a sus discípulos a predicar y expulsar demonios; y ellos regresan para contarle todo lo que han hecho. Él los acoge, tal vez entendiendo el esfuerzo que supone la misión, y los invita a descansar un poco. Alcanzan a irse en una barca a un lugar aparte, pero llega la multitud antes que ellos y ya no es posible el descanso. Jesús siente compasión de toda la gente porque la ve sin nadie que la guíe y se pone a enseñarles.
Este texto es la antesala del primer relato de la multiplicación de los panes que meditaremos la próxima semana. Por ahora digamos que, para la misión, no es suficiente el envío —aunque sin él nadie puede atribuírsela—. Para la misión es imprescindible mirar la realidad, comprenderla y responder a ella. Es necesario tener en cuenta a los destinatarios que, en este caso, Jesús describe como ovejas sin pastor. En otras palabras, quien realiza la misión ha de tener un oído en la realidad y otro en la Biblia, como han dicho algunos teólogos, porque hay que captar al Dios que acontece en la historia y se compromete con ella.
"La enseñanza que ofrece Jesús no tiene que ver con doctrinas, con temas o con mandatos (…). Tiene que ver con las vidas de esas multitudes que necesitan una orientación, un horizonte distinto": teóloga Consuelo Vélez
Digamos algo más: la misión reclama todas las fuerzas de los discípulos, todo su tiempo, toda su persona. En eso consiste la evangelización: en dar buenas noticias a la gente que tiene tanta incertidumbre, tanta dificultad, insatisfacción, necesidades vitales, situaciones difíciles. Pero no daremos buenas noticias si no conocemos las necesidades que las requieren.
La enseñanza que ofrece Jesús no tiene nada que ver con doctrinas, con temas, con mandatos, como a veces lo hacen muchos evangelizadores. Tiene que ver con las vidas de esas multitudes que necesitan una orientación, un horizonte distinto.
¿Cuáles son las necesidades de nuestros contemporáneos? ¿Qué necesitan las personas hoy en su vida concreta para que el Evangelio sea una palabra de liberación y esperanza? Estamos muy preocupados porque se van alejando más y más personas de la Iglesia, pero no tomamos en serio las reformas urgentes que se precisan en "sujetos, estructuras, procesos y acontecimientos sinodales", como se está diciendo en el Sínodo de la Sinodalidad, para responder a los desafíos actuales.
Conviene, entonces, agradecer la confianza que el Señor ha tenido al enviarnos en misión, pero, también pidamos la sensibilidad adecuada para escuchar el clamor de las gentes y no pasar de largo, ignorándolo. Por el contrario, respondamos con todo lo que podemos, con los mismos sentimientos que tuvo Cristo, siempre dispuesto a atender a las multitudes que le siguen.