¡Que escuchemos a Jesús, profeta de Nazaret!

Comentario al Evangelio del domingo XIV del Tiempo Ordinario

Jesús en la sinagoga de Nazaret desenrrolla un libro. (Foto Religión Digital, tomada de: bibliaycomunicacion.wordpress.com; editada por GSR)

Jesús en la sinagoga de Nazaret desenrrolla un libro. (Foto Religión Digital, tomada de: bibliaycomunicacion.wordpress.com; editada por GSR)

Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones  dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«Salió de allí y vino a su patria y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada y decía: “¿De dónde le viene esto? ¿Y qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿Y muchos milagros hechos por sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?”. Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: “Un profeta solo en su patria, entre sus parientes y su casa carece de prestigio”. Y no podría hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe». (Mc 6, 1-6a).

El Evangelio que hoy se pone a nuestra consideración se refiere a la vuelta de Jesús a su patria Nazaret —aunque en el texto no se dice el nombre—, pequeña población donde resulta muy fácil que todos se conozcan. Jesús entra a la sinagoga —en el Evangelio de Marcos esta sería la tercera vez que Jesús va a una sinagoga y, al mismo tiempo, será la última— y allí se dispone a enseñar. Pero, aunque una multitud le oía y quedaba maravillada, no faltaron los que no podían aceptar que Jesús tuviera tantas palabras de sabiduría habiendo nacido entre ellos.

El pasaje nos da algunos datos de aquel contexto, como por ejemplo los nombres de la familia de Jesús, que pertenecen a lo más propio de Israel y que en ese contexto de conflicto social con el imperio pueden significar resistencia frente a este. Además, se dice que Jesús es carpintero (tekton), término que se aplica a los que trabajan con materiales duros (distinto que a los que trabajan con arcilla). Por tanto, se podría decir que Jesús era constructor o incluso herrero, si acogemos otro significado del término.

"Los que se creen dentro [en la Iglesia actual] no reconocen lo más esencial del Evangelio (…);  muchas veces son los que más se oponen a la reforma eclesial, a la sinodalidad, (…) a la justicia social": teóloga laica Consuelo Vélez

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Lo que interesa resaltar es el rechazo que Jesús sufre por parte de los suyos. El Evangelio de Marcos lo escribe una comunidad perseguida, con lo cual muestra, en el rechazo a Jesús, su propia persecución. El texto retoma el tema de que los “parientes”, los de “su casa” no lo reconocen como profeta. Recordemos el pasaje que hace poco leímos de que llegan a buscarlo su madre y sus hermanos y Jesús les dice que la familia que se forma en torno al discipulado no es la familia de sangre sino la de aquellos que escuchan la palabra y la practican. Sigue, entonces, vigente la necesidad de entrar a la casa de discipulado, no quedándose fuera sin querer hacerlo. 

El texto añade que no pudo hacer casi ningún milagro por la falta de fe de sus destinatarios. Ahora bien, el milagro, en los términos actuales, se entiende como algo extraordinario. Al preguntar cómo se hizo aquello y no poderlo explicar por la ciencia se dice que estamos ante un milagro.

En tiempos de Jesús, la pregunta era cómo se descubre la presencia de Dios en un acontecimiento y en eso consiste el milagro. No va por la línea de cosas extraordinarias sino por la de la experiencia de fe que permite reconocer a Dios actuando en la cotidianidad de la existencia. 

Recobrar ese significado, que es profundamente bíblico, es bien importante en la Iglesia actual, donde todavía se explota lo extraordinario y se da paso a una religiosidad más basada en demostraciones que en la sencillez y cotidianidad del reino anunciado por Jesús.

Frente a este Evangelio podemos preguntarnos si no sigue pasando esto en la Iglesia actual. Los que se creen dentro no reconocen muchas veces lo más esencial del Evangelio. Muchas veces son los que más se oponen a la reforma eclesial, a la sinodalidad, a la paz, al perdón, a la misericordia, al servicio, a la defensa de los derechos humanos, a la justicia social. Algunos dirán que no es así. Que por supuesto los cristianos están a la vanguardia de estos valores. Posiblemente hay muchos cristianos que lo están, pero las evidencias muestran lo contrario. 

Lo que dijeron los obispos reunidos en Puebla, hace más de cuarenta años: “Es un escándalo y una contradicción a la luz de la fe, la brecha inmensa entre ricos y pobres en nuestros pueblos latinoamericanos”, sigue vigente. Más evidente aún es la oposición que se hace al papa Francisco desde instancias eclesiales. En definitiva, el rechazo a Jesús que narra el Evangelio de Marcos y que sufrió la primera comunidad cristiana, hoy sigue vigente, pero no necesariamente en el mundo secular sino entre algunos que se dicen creyentes de donde viene menos Evangelio, menos reino de Dios, menos seguimiento al Jesús de la historia.

De Nazaret sale la predicación del reino. De la fe de los que siguen estos valores sale la posibilidad de transformar nuestra realidad actual. Ojalá que seamos de aquellos que reconocemos la presencia de Dios en medio de nuestros acontecimientos y no de los que rechazamos al mismo Jesús con nuestros actos y decisiones.