Foto: cortesía Religión Digital
Nota de la editora: Global Sisters Report presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.
«Llama a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón, ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: “Cálcense con sandalias y no vistan dos túnicas”. Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no los recibe y no los escuchan, márchense de allí sacudiendo el polvo de la planta de sus pies, en testimonio contra ellos”. Y yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaba». (Mc 6, 7-13).
Hoy nos encontramos con un Evangelio en el que los discípulos van a ser los protagonistas. En un pasaje anterior, Jesús había enviado a los suyos a predicar con el poder de expulsar demonios (Mc 3, 14-15). Ahora van a comenzar a realizar esa tarea. Son enviados por Jesús “de dos en dos”, porque van a dar testimonio y para esto se necesitan dos personas, según el Deuteronomio (19, 15) y han de ir con la confianza puesta en Dios y no en los apoyos materiales. De ahí las indicaciones de solo ir con un bastón —propio de los caminantes— pero sin nada más que garantice su sustento porque el envío es de Dios y él mismo realizará con ellos la obra encomendada. También les da el poder o la autoridad de expulsar demonios.
Recodemos que al hablar de demonios estamos refiriéndonos a las fuerzas del antirreino que Jesús expulsa con la autoridad de su palabra. Donde se anuncia el reino, se expulsa al antirreino. Es la misma tarea que han de realizar los discípulos.
Como dijimos la semana pasada, la comunidad de Marcos sufre persecución. De ahí que el texto les advierte a los discípulos que es posible que en algún lugar no los reciban. Su reacción tiene que ser de seguir adelante, realizando la misión encomendada sin temor a la persecución y el rechazo. Han de quitarse el polvo de los pies para que no quede memoria de aquellos que los han rechazado. El texto concluye mostrando el accionar de los discípulos, quienes además de predicar y expulsar demonios también curan enfermos, señal clara del reino que llega a las personas liberándolas de toda dolencia.
"¿Qué obras realizar para que el reino de Dios se haga presente? No es realizando exorcismos (…). Es acompañando el caminar actual para responder a los desafíos presentes con obras de justicia y misericordia": teóloga laica Consuelo Vélez
Hoy también muchos siguen realizando la misión encomendada por Jesús, pero este pasaje puede servir de confrontación al cómo se realiza. Lo primero, no olvidar que es una tarea que se ha confiado. Dios no la va a dejar de su mano. Por tanto, la confianza en el Señor es imprescindible. Lo segundo son las obras que se realizan. No es hacer lo mismo a modo de copia de aquellos tiempos, sino ser profetas del reino en este tiempo actual, denunciando lo que es antirreino y haciendo posible la puesta en práctica de los valores del Evangelio.
Si en aquella época la expulsión de demonios y las curaciones podían comprenderse como la presencia de Dios actuando en esa situación, la pregunta que hay que hacerse hoy es sobre qué obras realizar para que el reino de Dios se haga presente. No es realizando exorcismos —ahora tan de moda desde la misma institución vaticana—, no es sanando enfermedades con ceremonias de curación y algo de histeria colectiva como pretenden otros. Es acompañando el caminar actual para responder a los desafíos presentes con obras de justicia y misericordia, de profecía y compromiso, sembrando la paz y cultivando la esperanza en ese mundo mejor que el anuncio del reino hace posible.