La hermana Susana Vanni durante una jornada intercongregacional con jóvenes en proceso de formacion en la casa del noviciado jesuita. Esta instancia de formación es propuesta por la CONFRU (Conferencia de Religiosas/os del Uruguay) en 2023. (Foto: cortesía Susana Vanni)
Nota de la editora: Global Sisters Report, la dinámica comunidad en línea que informa y da voz a las religiosas católicas de todo el mundo, celebra este año su 10.º aniversario. Acompáñenos mientras revisamos nuevamente las historias y columnas publicadas en 2014 con nuevas actualizaciones y reportajes.
El Evangelio que nos regala la liturgia en esta solemnidad de la Ascensión nos relata: "Entonces les dijo: 'Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán'. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban" (Mc 16, 15-20).
¿Que llevó a los discípulos a ir por el mundo y predicar el Evangelio? Un texto del libro de los Hechos de los Apóstoles nos ayuda a profundizar en el misterio de la Ascensión: “Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos [los discípulos] dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios” (Hch 1, 3).
"¿Cómo no agradecer al Señor de la historia la posibilidad de seguir anunciando [a través de Global Sisters Report] el Evangelio de la 'vida' desde el testimonio vivo de tantas hermanas?": Hna. Susana Vanni
¡Qué regalo tan grande para los discípulos acompañar a Jesús en sus encuentros con hermanas y hermanos, ejerciendo el ministerio de la consolación con algunos, confirmando en la fe a otros, y constituyendo a las mujeres en las primeras anunciadoras de la gran alegría de la Resurrección. Ellos compartieron, incluso, el pescado asado con los amigos; aprendieron de la Escritura desde sus propias palabras y después permanecieron a la espera de su promesa: "Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido".
Antes de que se cumpliera esa promesa y fueran "revestidos con la fuerza que viene de lo alto" (Lc 24, 49), los discípulos "fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado" (Mt 28, 16). Fueron invitados —al igual que nosotros ahora— a subir al monte de la Ascensión para compartir con él ese último momento en la tierra, escuchar su palabra y ser bendecidos. Allí ellos experimentaron —y nosotros junto a ellos— una gran alegría.
En Galilea fueron llamados por su nombre y allí tuvieron la experiencia de conocer a Jesús; este 'conocer', en sentido bíblico, les llevó a saborear desde la vida y no desde la teoría. Galilea fue un lugar donde permanecieron a los pies del Maestro, donde 'conocieron' la revelación del Padre, y el lugar donde aprendieron de su Palabra, sus gestos, su ternura y compasión, su misericordia y perdón: un lugar donde aprendieron de su vida.
En mi experiencia, luego de estar con Jesús, en mi Galilea, en la montaña donde Él me citó, escucho una primera invitación: convertirme siempre en protagonista de su Palabra. Como protagonista me invita a releer toda mi vida, la vida de mis hermanas y hermanos, y toda situación de gozo y de dolor desde la experiencia del 'conocimiento' de Jesús Resucitado.
Una segunda invitación que Jesús me hace es: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación". Esta invitación implica anunciar a Jesús con mi vida, gestos y "cuando sea necesario con la Palabra". Debo celebrarlo y descubrirlo en la vida compartida, y desde mi fragilidad sostener la fe de los que vacilan. Me llama a ser testigo de la alegría de la Resurrección donde muchas veces aparece la desesperanza; a compartir el pan en una mesa abierta, a hacerme hermana y con otros aprender de su Palabra...
"Vayan por todo el mundo, anuncien…". Estas palabras adquieren un significado particular este año en el que celebramos la bendición de 10 años de vida de GSR. Al pronunciarlas me vienen al corazón todas ustedes, queridas hermanas presentes en todo el mundo, a quienes llega este baúl de buenas noticias cotidianamente. ¿Cómo no agradecer al Señor de la historia la posibilidad de seguir anunciando el Evangelio de la 'vida' desde el testimonio vivo de tantas hermanas y desde la obra que Dios hace por mediación de cada hermana, de cada carisma, de cada familia religiosa?
"Vayan por todo el mundo, anuncien…". Es importante recordar que también este año celebramos la 58.° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales con el tema: Inteligencia artificial y sabiduría del corazón para una comunicación plenamente humana. En el mensaje para esta jornada el papa Francisco nos invita a reflexionar sobre los desafíos que se nos presentan para una comunicación plenamente humana. Esta jornada es otro motivo para dar gracias a Dios. Percibo que el Señor regala a todos los que formamos parte de GSR la oportunidad de "(…) crecer juntos, en humanidad y como humanidad. El reto que tenemos ante nosotros es dar un salto cualitativo para estar a la altura de una sociedad compleja, multiétnica, pluralista, multirreligiosa y multicultural".
Siguiendo el ejemplo de los discípulos que "fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban" (Mc 16, 20), ahora recae sobre nosotros la misma tarea que nos dejó a cada uno, con la certeza que Él nos asiste y que estará siempre con nosotros. Al igual que ellos, contemplamos esta nueva presencia de Jesús tras su Ascensión; permanecemos a la espera de la "fuerza del Espíritu Santo" y nos comprometemos a ser testigos "hasta los confines de la tierra".