Pastorela escenificada en la primera posada de este año con adolescentes y adultos del apostolado Verbum Dei en Guatemala, el 09 de diciembre de 2023. (Foto: cortesía Nancy Mancera)
La fiesta de la Epifanía nos revela con gran claridad que el Señor vino para todos. Todas las razas y naciones tienen la posibilidad de contemplar su rostro. Él es Emmanuel, el Dios con, por y para nosotros, que bajó a este mundo para ser sacramento de la cercanía de Dios. Jesús es la ternura de Dios hecha carne (Cfr. Tito 3-4).
Las tradiciones arraigadas en nuestros pueblos latinoamericanos, como las posadas en México y Centroamérica, y la novena de aguinaldos en Colombia, entre muchas otras, se convierten en una excelente oportunidad para acercar a nuestro Salvador a la vida de hombres y mujeres que, al igual que los Sabios de Oriente le buscan a tientas (Hch 17, 27) y le desean de todo corazón.
La Epifanía nos habla de la búsqueda que habita en el corazón humano, reflejada en la continua insatisfacción de aquellos que, como San Agustín, “buscan fuera de sí mismos al que llevan dentro” y necesitan señales para aventurarse a caminar hacia el encuentro con el Señor.
¡Qué hermoso sería que, en su caminar, encontraran una estrella que los guiara hacia Jesús!
"La Epifanía es también obediencia a las culturas a las que llegamos ¿Cómo manifestaríamos que Jesús es para todos los pueblos, si no estamos dispuestas a encarnar en nuestras vidas las tradiciones de cada lugar a donde somos enviadas?": Hna. Nancy Mancera
La vida consagrada es una de esas estrellas, con la misión esencial de apuntar con nitidez hacia El Niño de Belén. El brillo de esta estrella radica en la pobreza, castidad y obediencia de Jesús, encarnadas lo más fielmente posible en nuestra propia vida.
No obstante, ser estrella en estos tiempos no es nada sencillo, pues para brillar lo suficiente necesitamos de una gran claridad. A veces, durante el transcurso de nuestro caminar, los consejos evangélicos se diluyen, disminuyendo la claridad del signo.
¡Hagamos brillar esta estrella al inicio del año, de manera que las personas puedan acercarse fácilmente al misterio de Cristo a través de nosotras! La pobreza que nos hermana y acerca a todos no se trata tanto de una “carencia” como de una abundancia de alegría, generosidad, y sonrisas.
En la Epifanía, la pobreza se entrelaza con la humildad y la sencillez de corazón que hacen que nuestra vida oriente los ojos de nuestros hermanos al Salvador ¡Qué alegría cuando compartimos de igual manera con ricos y pobres, sin cerrar nuestro corazón a ninguno! ¡Y qué dicha llevar el mensaje de salvación a todos los seres humanos que el Señor ama en este mundo, aunque no los conozcamos!
“El corazón misionero no puede echar raíces demasiado profundas en esta tierra, sino que debe estar arraigado en el corazón de Dios”: Hna. Nancy Mancera
La castidad en la Epifanía se manifiesta al tener a Jesús como la prioridad en el corazón y depositar en Él la confianza. Esa confianza es la que necesitamos para lanzarnos sin temor por los caminos de la misión.
En mi vida misionera, la castidad me ha enseñado el desapego. Sigo aprendiendo a dejar lo conocido para acoger nuevas culturas y personas. Pero, al mismo tiempo, una vez que he entrado en la idiosincrasia de un pueblo y lo he llegado a amar, llega el momento de partir hacia otros rumbos. El corazón misionero no puede echar raíces demasiado profundas en esta tierra, sino que debe estar arraigado en el corazón de Dios.
En las últimas etapas de mi vocación también he tenido que aprender algo nuevo sobre la castidad: aceptar la esterilidad, sin tristeza ni frustración. ¡Cuánto me ha ayudado vivir al servicio de los demás, aunque en algunas etapas de mi vida no perciba frutos evidentes de esa entrega!
Cuando en la vida religiosa pasamos por este tipo de momentos avivamos la conciencia de que la donación de nuestra existencia es a Jesús, y Él tiene el poder para multiplicar todo lo que ponemos en sus manos. Así como aquel día multiplicó los panes y los peces para saciar el hambre de la multitud, Jesús multiplica nuestra oración, entrega y pequeños sacrificios cada día, convirtiéndolos en vida y bendiciones para tantos seres humanos que lo buscan en este mundo, aunque nunca lleguemos a conocerlos.
Advertisement
La Epifanía es también obediencia a las culturas a las que llegamos ¿Cómo manifestaríamos que Jesús es para todos los pueblos, si no estamos dispuestas a encarnar en nuestras vidas las tradiciones de cada lugar a donde somos enviadas? Cada vez descubro con mayor fuerza que acoger el modo de vida de los lugares en los que nos insertamos es la única manera de comunicar con claridad a Jesús, con la palabra oportuna y el gesto adecuado.
Esa obediencia supone tiempo, y a veces implica lágrimas, porque aprender a vivir la empatía de Jesús no siempre es espontáneo en nosotras, pero siempre es gratificante.
Todos los pueblos necesitan sentir la cercanía de Jesús sonriéndoles, amándolos, abrazándolos y hablándoles en su dialecto ¡Esa es nuestra Epifanía!