La congregación de Hermanas del Divino Pastor dedica su ministerio a la educación, al área campesino-indígena, al trabajo parroquial y a las misiones en el extranjero. Imagen referencial: comunidad indígena de Zinacantán, Chiapas, México. (Foto: Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0)
Chiapas, México, es un espacio geográfica y socialmente complejo, desigual, donde 2 de cada 3 chiapanecos viven en pobreza. En este estado, fronterizo con Guatemala, habitan 13 pueblos indígenas: choles, tzeltales, tojolabales, mames, entre otros.
En 1994 el estado saltó a la escena internacional por el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que continúa con su proyecto social, conviviendo territorialmente con población católica (53 %) y evangélica (32.4 %), además de la presencia cada vez más violenta del Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa, que se disputan territorio.
Global Sister Report en español entrevistó a dos junioras de la congregación de Hermanas del Divino Pastor, quienes trabajan en Chenalhó —municipio ubicado una hora al norte de San Cristóbal de las Casas—, una zona que ha tenido graves conflictos que han desplazado a familias enteras.
La congregación de Hermanas del Divino Pastor —fundada en 1900 por el venerable Antonio Repiso Martínez de Orbe en Oaxaca, México— dedica su apostolado a la educación, al área campesino-indígena, al trabajo parroquial y a las misiones en el extranjero, con aproximadamente 100 hermanas distribuidas en México y Angola.
La siguiente entrevista a dos voces con las hermanas Josefina Meza y Ernestina Diego aborda el trabajo que realizan con las comunidades indígenas tsotsiles de la región.
En Chenalhó, Chiapas, México, las hermanas Josefina Meza y Ernestina Diego, junioras de la congregación del Divino Pastor, acompañan a las comunidades indígenas tsotsiles en un contexto de violencia y conflicto.
En entrevista a dos voces, las hermanas Josefina Meza Flores (izquierda) y Ernestina Diego Martínez hablan sobre el trabajo que realizan con las comunidades indígenas tsotsiles de Chiapas, México. Las junioras quieren actuar como Jesús 'divino pastor', que congrega, acoge y escucha. (Foto: Eduardo Cordero)
Global Sisters Report: ¿Cuáles son las obras apostólicas de su congregación?
Hna. Josefina Meza: En parroquias trabajamos con catequistas y ministros, acompañando su formación. En los colegios trabajamos con los alumnos para que sean solidarios con los más necesitados, los más pobres, desde su posición.
En las casas de ejercicios ofrecemos encuentros a algunos grupos que necesitan acercarse al silencio, encontrar a Dios. Existe una casa en Oaxaca, otra en Ciudad de México y una más en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
La idea primordial de estos espacios es que se procure la mayor tranquilidad y silencio. Dentro de la casa se busca un ambiente donde las personas que estén ahí puedan tener un encuentro profundo con Dios.
Hna. Ernestina Diego: Por otro lado, en el área campesino indígena, trabajamos en la parroquia de Chenalhó y Bachajón*, municipio de Chilón, Chiapas. Se trata de ir caminando con los pueblos, respetando su cultura e identidad, acompañándolos en procesos de formación.
Dependiendo del espacio al que llegamos, trabajamos en equipo con la diócesis y la parroquia. En Chenalhó, por ejemplo, hacemos equipo con el padre, un seminarista, una laica y tres hermanas de la congregación. Juntos vamos mirando cómo caminar ante la realidad, ahora de violencia, pero también del cuidado del medio ambiente. La realidad misma nos va exigiendo cómo responder.
"En los espacios donde compartimos tratamos de brindar la esperanza necesaria a la gente que vive en la incertidumbre y con miedo": Hna. Josefina Meza
En el estado de Chiapas, México, fronterizo con Guatemala, habitan 13 pueblos indígenas: choles, tzeltales, tojolabales, mames, entre otros. Imagen referencial: dos indígenas de Chiapas. (Foto: Wikimedia Commons CC BY-SA 2.5)
¿Cómo es acompañar los procesos de violencia en la región?
Hna. Diego: Primero, la violencia es algo que le está pegando a todo México. Escuchamos a nuestras hermanas del centro y norte del país con situaciones de violencia. El proceso es ir escuchando y visibilizando la realidad, no tratar de ocultarla en los espacios de reuniones donde se puede hablar y decir algo.
Es difícil. ¿Cómo respondemos? Nos vamos preguntando juntas qué vamos a hacer. A nivel de congregación, durante los últimos seis años, hemos estado insistiendo en fortalecer los vínculos, el tejido relacional, en construir espacios de escucha, contención y acompañamiento, además de buscar iniciativas de trabajo por la paz.
Hna. Meza: No somos indiferentes a esta realidad. En los espacios donde compartimos tratamos de brindar la esperanza necesaria a la gente que vive en la incertidumbre y con miedo. Ellos van expresando lo que van sintiendo y viviendo a partir de los desplazamientos, de cuestiones difíciles de muerte y de violencia. Ante eso, no saben qué hacer ya.
Vamos caminando como parroquia y como equipo, alzando la voz en medio de esta realidad tan violenta. Se pretende que el miedo no detenga a las comunidades, que las situaciones de dolor y violencia no impidan a las personas tomar el espacio público, caminar las calles y alzar la voz.
La tónica fue decir: "Ya no queremos más drogas, no queremos más armas ni cantinas porque eso está lastimando a nuestro pueblo y las familias". Durante el pasado viacrucis de Semana Santa se leyó un comunicado en la parroquia donde se le pide al Gobierno que mire la situación y que ayude a frenar tanta violencia, la distribución de droga y los permisos para cantinas en las comunidades que al final terminan alienando a las personas.
El pasado Día del Niño, en Yabteclum (comunidad de Chenalhó), los niños también peregrinaron y alzaron su voz por la paz. Esas son algunas de las maneras de ir respondiendo, y no es una acción solo nuestra, es un trabajo de la parroquia y del caminar del mismo pueblo.
"En el área campesino indígena, trabajamos en la parroquia de Chenalhó y Bachajón, Chiapas. Se trata de ir caminando con los pueblos, respetando su cultura e identidad, acompañándolos en procesos de formación": Hna. Ernestina Diego
¿Cómo llegaron a trabajar a Chenalhó?
Hna. Diego: Llegamos a Chenalhó en agosto de 2023, somos junioras —seguimos en proceso de formación—, en preparación para los votos perpetuos. Previamente, estuvimos en Tehuacán, Puebla. Allí trabajábamos en un colegio, y hoy en Chenalhó estamos en el área campesino-indígena de la congregación.
Nuestro trabajo es aprender, acompañar los procesos de construcción de paz. Apoyamos en labores con mujeres y a los diáconos en temas de salud. Con las mujeres planeamos cómo fortalecer la construcción en los procesos de paz.
Llama la atención su inclinación por la movilidad geográfica. ¿Tiene alguna razón de ser?
Hna. Meza: Primero, porque una de las cosas que tenemos como voto es la obediencia, lo que implica vivir en cualquier parte del mundo donde se necesite.
Además, estamos en un proceso de formación. El noviciado lo hicimos en Ferrería de Tula (Jalisco), porque nuestras constituciones nos piden que la formación sea cercana a la vida del pueblo.
Si bien tenemos raíces ignacianas, porque nuestro fundador es jesuita, nuestra espiritualidad se concretiza en la manera de ser de Jesús 'pastor', a lo que nos invitó nuestro fundador.
Hna. Diego: Entramos sabiendo que nuestra vida no es para un solo lugar, que nuestra vida y servicio es a donde nos mande la congregación, la cual va viendo las necesidades de nuestras obras y, a partir de ahí, nos van cambiando y entra la disponibilidad de cada una de nosotras para decir sí, aunque nos cueste.
Nosotras también vamos generando amistades, el cariño con la gente, con el pueblo, debido a la cercanía. Nos cuesta, pero de alguna manera sabemos que nuestro servicio no es para nosotras mismas, que hay alguien más que nos impulsa y nos invita a compartirnos con otros.
Hna. Meza: Una entra a la vida religiosa y no sabe qué es. Lo que sabe una es que quiere seguir a Dios en esta vida, pero no sabe cómo es vivir en comunidad.
Durante nuestra formación vamos conociendo las cuatro áreas de trabajo para elegir libre y conscientemente si continuar y entregar la vida a Jesús 'pastor', siempre a partir del conocimiento de los apostolados de la congregación y del conocimiento de las comunidades.
Las junioras acompañan y planean con las mujeres cómo fortalecer la construcción en los procesos de paz en Chiapas, México. Imagen referencial. (Foto: Pixabay)
¿Consideraciones finales?
Hna. Meza: Primero quiero agradecer a Dios, a la vida y al destino haber conocido a la congregación de Hermanas del Divino Pastor. Tenemos un carisma que es regalo del espíritu y a través de él queremos cuidar la vida, buscar la paz que la realidad nos pide a gritos. No puedo más que voltear mis ojos a aquellos que sufren, los frágiles, los pobres y no ser indiferente.
Quiero y deseo hoy día donar mi vida, mi servicio, mis capacidades a todos y todas con el ejemplo de Jesús como pastor, modelo que nos dejó el padre Antonio Repiso, S. J., fundador de esta congregación.
Hna. Diego: La vida religiosa es una forma de querer vivir la vida, no es mejor ni peor que otras. Vamos descubriendo, junto con otras hermanas, que queremos hacer algo. Casi siempre se habla de lo que hace la vida religiosa o de lo que no hace; lo importante es lo que somos.
Nosotras, de manera concreta, queremos ser humanas en proceso de crecimiento, con la certeza de que nuestra manera de actuar sea desde la forma de Jesús como 'divino pastor', que congrega, acoge y escucha, y que seamos capaces de humanizarnos con lo demás; con lo más frágil y vulnerable.
Si quieren conocer esta opción de vida, pueden hacerlo. Este carisma concreto, a mí, me ha enriquecido. Me ha hecho tener sentido y horizonte. Ojalá otras chicas también puedan ir conociendo el sentido desde aquí, desde la vida religiosa.
No es como en las películas o las series de 'monjitas rezando'. Somos mujeres que cada día quieren humanizarse y crecer junto con los demás, retadas todos los días por la violencia, el desamor o un medio ambiente dañado.
Somos parte del mundo, nos duele, nos afecta; quisiéramos aportar un granito de arena para ir transformando, de a poco, junto con otros, esta realidad tan caótica.
*Nota: La Misión de Bachajón fue fundada por la Compañía de Jesús en 1958. Para 2010 contaba con 569 ermitas. Trabajan en temas como pastoral indígena, salud comunitaria, desarrollo sustentable, etc. Cuentan con cooperativas. En la misión trabaja la Compañía de Jesús, las Hijas Mínimas de María Inmaculada, laicos, indígenas tseltales y las Hermanas del Divino Pastor.