La Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama, una religiosa Scalabriniana que misiona en Guadalajara, España, anhela que en el presente y de cara al futuro, la humanidad y la diversidad sean celebradas y respetadas. (Foto: cortesía Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama)
La Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama, una religiosa misionera Scalabriniana, ha dedicado su vida al servicio y defensa de los derechos humanos de los migrantes y refugiados. Su vida dio un vuelco cuando se sumergió en la realidad de los migrantes.
Gutiérrez fue asistente de enfermería, entonces curó pies lastimados y condujo pláticas con mujeres migrantes para comprender sus razones para migrar. A principios de 2007 fue nombrada secretaria ejecutiva de la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
En 2013 fundó Scalabrinianas Misión con Migrantes y Refugiados (SMR) en Ciudad de México, con el propósito de acompañar a las personas en situación de movilidad. Su dedicación y compromiso fueron reconocidos en 2017, cuando recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos Don Sergio Méndez Arceo. Actualmente, en Guadalajara, España, comparte su visión para un futuro donde la humanidad y la diversidad sean celebradas y respetadas.
"Esta política [de pactos globales] no responde a la urgencia de las personas por migrar debido a situaciones extremas en sus lugares de origen, como la pobreza, el deterioro ambiental y la violencia": Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama
Global Sisters Report: ¿Cuál fue el punto de inflexión que la llevó a dedicarse a la defensa de los derechos de los migrantes?
Gutiérrez: Justo este año cumplo 25 años de vida consagrada. Estaba en búsqueda de dar sentido a mi vida, tenía 27 años y había terminado la carrera de Comercio Internacional en la Universidad de Guadalajara. Sentía una inquietud de servir y de pensar que podía hacer algo más por la humanidad.
En esta búsqueda, nos hicieron una invitación para ir a Tijuana y hacer un mes de experiencia vocacional en una casa de acogida que atiende a mujeres y niños migrantes en situación vulnerable. Fue un impacto muy fuerte, pues reconocí que era hija de una familia que había vivido la migración en todos los sentidos. En ese momento tenía cinco hermanos que se habían ido a Estados Unidos, [a quienes] hoy podríamos llamar adolescentes no acompañados.
¿Cómo enfrentó los intentos de atentados en su contra y de qué manera?
En mi experiencia personal, me enfrenté a varias amenazas. Hubo personas dentro de la Iglesia que no mostraban agrado hacia mí y en diferentes momentos solicitaban mi renuncia, pedían no tener contacto conmigo y ponían barreras para evitar mi acceso a la diócesis. Personalmente, puedo decirte que soy una creyente con una fe profunda en Dios como mi compañero y sostén. Esta convicción me ha otorgado la fuerza y la fortaleza necesarias para enfrentar las consecuencias de seguir el camino de la cruz.
"La pastoral de las migraciones en México se adelantó a lo que hoy el papa Francisco propone, porque prácticamente ha sido una pastoral de una Iglesia en salida con los migrantes": Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama. (Foto: cortesía Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama)
¿Cuáles son las secuelas emocionales que ha experimentado en su trabajo con migrantes?
Sí, tuvo consecuencias haber vivido toda esta situación de estar en una pastoral de frontera a frontera por el contexto violento, pues me hizo al final del día llegar a un burnout [síndrome de agotamiento por el trabajo]. Ya no podía sostenerme. Pedí a las hermanas hacer [una pausa], y entonces solicité hacer un acompañamiento.
En la semana me ofrecieron hacer un trabajo integral psicológico espiritual, y entonces en septiembre de 2017 me retiro de SMR. La propuesta fue venirme aquí a España para hacer lo que aquí hago. Dios es siempre muy sabio, pues Dios es padre, es madre, es amigo, es compañero. He llegado aquí, a una diócesis donde me han permitido redescubrirme y formarme, porque ahora hice maestría en Migraciones Internacionales y [esto] me ha permitido conocer otra realidad de las migraciones.
¿Cuál es el papel que desempeñó en la modificación legislativa que despenalizó la ayuda a migrantes en México?
La ley migratoria de 1970, en su artículo 67, era problemática, ya que impedía a los migrantes acceder a la justicia debido a su estatus migratorio, mientras que el artículo 138 criminalizaba a los defensores de los derechos de los migrantes, [quienes] éramos considerados parte de la red de tráfico.
Fue en el 2007, [cuando en] una cumbre de michoacanos en el exterior participé en una mesa donde se discutía el caso de doña Conchi, una mujer de Querétaro que había sido detenida durante dos años por brindar comida a migrantes.
Entonces, eso para mí fue como el motor a decir que nadie puede quedarse aislado porque esto es un peligro, y aunque no fuera gente de la Iglesia católica, era gente que tenía un sentido común: la defensa, la protección y el acompañamiento a personas migrantes.
Y me gustaría mucho que constara eso, que no es una obra mía; es una obra de Dios, es una obra con mucha gente [algunas personas seglares] y donde a mí me tocó jugar un papel en su momento.
"La llamada migración segura no garantiza la seguridad humana, como lo evidencian los nuevos centros de detención en Guatemala, Colombia y otros países de Sudamérica (…) [que] buscan detener el flujo migratorio": Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama
En 2013, la Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama fundó Scalabrinianas Misión con Migrantes y Refugiados (SMR) en Ciudad de México, con el propósito de acompañar a las personas en situación de movilidad. En 2017 recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos Don Sergio Méndez Arceo. (Foto cortesía Hna. Leticia Gutiérrez Valderrama)
¿Cuáles fueron las acciones para lograr cambios legislativos en México relacionados con la migración?
Fue una incidencia tremenda. Empezamos a hacer un trabajo primero de concienciación a lo interno, hasta llegar a la cámara de senadores. Entonces, esa incidencia tuvo resultados, porque al mes siguiente se hicieron los cambios en los artículos de la Ley General de Población, y eso para nosotros fue una cuestión tremenda. Fue una tarea muy fina, un tejer muy fino. Esto [incidió] también para el cambio ya de la actual ley de migración.
¿Cuál fue el legado en la red de albergues y grupos civiles defensores de personas migrantes?
La misma estructura de la [Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana] nos hizo tener la posibilidad de fortalecer las zonas en las que estaba dividida la pastoral de las migraciones: la zona norte, la zona centro y la zona sur; cada una atendía una realidad migratoria distinta.
A los responsables de la zona yo les decía: "Nos tenemos que acercar y tenemos que invitar a que la gente sea parte de esta red". Simplemente era no dejar que nadie estuviese solo.
Nosotros decíamos: "No importa que tú no estés en la Iglesia, lo que importa es que tú no te quedes fuera y que sepas que hay un soporte que te va a acompañar y que vamos a estar caminando juntas y juntos".
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¿Qué reflexiones tiene sobre los cambios en la política migratoria?
Estamos inmersos en una política migratoria global. Los pactos globales han establecido pautas para abordar y gestionar las migraciones a nivel mundial. Se promueve el discurso de una migración segura, ordenada y regular; pero en la práctica, esto beneficia principalmente a los Estados, permitiéndoles gestionar la migración según sus intereses.
Esta política no responde a la urgencia de las personas por migrar debido a situaciones extremas en sus lugares de origen, como la pobreza, el deterioro ambiental y la violencia.
La llamada migración segura no garantiza la seguridad humana, como lo evidencian los nuevos centros de detención aprobados en Guatemala, Colombia y otros países de Sudamérica. Estos centros buscan detener el flujo migratorio.
¿Cuál es la relación entre la propuesta del papa Francisco y su experiencia con la pastoral de las migraciones en México?
'Una Iglesia en salida' es una expresión clave de la visión de Francisco para la Iglesia. En lugar de quedarse cómodamente, él insta a la Iglesia a salir a las calles y encontrarse con las personas.
En ese sentido la pastoral de las migraciones en México se adelantó a lo que hoy el papa Francisco propone, porque prácticamente ha sido una pastoral de una Iglesia en salida con los migrantes.
Toda la experiencia me ha permitido confirmar que vivo la resurrección todos los días, porque escucho cómo la gente llega violentada de sus derechos humanos, y cuando empezamos a ver la pequeña luz que hay, puedo ver cómo la gente vuelve a retomar su humanidad y vuelve a reconstruirse, y a seguir soñando y pensando que este derecho a vivir con dignidad es posible. Para mí, eso es la resurrección viva, real, efectiva.
Esto para mí es la vida. Esta es la Iglesia [a la] que Francisco [se refiere cuando] desde el primer día que estuvo en Lampedusa nos dijo: "Hay que llorarle al hermano, porque esos que mueren en el Mediterráneo, esos que mueren en Lampedusa, no son ajenos; son nuestros hermanos".