La hermana Manuela Rodríguez (primera fila en el centro) con el equipo de colaboradoras de Centro Madre Antonia, en Ciudad de México. (Foto: cortesía Manuela Rodríguez)
Con presencia en 15 países, principalmente en América Latina y Europa, las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor son una congregación cuyo apostolado se enfoca en la atención a mujeres en situación de prostitución o víctimas de explotación sexual.
La provincia José María Benito Serra, una de las tres en que se organiza la congregación, incluye a las comunidades y proyectos de México, Guatemala, Puerto Rico, República Dominicana, Estados Unidos, Filipinas, Colombia y Venezuela.
La hermana Manuela Rodríguez Piñeres, quien concedió una entrevista a Global Sisters Report en español desde México, dirige en la capital de este país el proyecto Casa Madre Antonia, que se enfoca en el acompañamiento integral a mujeres en situación de prostitución, con un énfasis en la restitución de sus derechos humanos.
La religiosa explica que a través de este abordaje respetuoso y personalizado —en espacios de formación, talleres, asambleas, celebraciones y actividades espirituales— se logran "pequeños pero grandes cambios" que van restituyendo la dignidad y autonomía de estas mujeres, a quienes consideran ciudadanas con todos sus derechos.
Un punto clave que resalta la Hna. Rodríguez Piñeres es la necesidad de sensibilizar y educar a los varones, para que dejen de demandar los llamados servicios sexuales que alimentan el sistema de explotación. "¿Por qué los varones que tienen novia o esposa van a buscar [mujeres en situación de prostitución]? ¿Qué es lo que pasa en esta sociedad?", cuestionó. Al mismo tiempo manifestó la necesidad de desarrollar estrategias de concientización dirigidas a los hombres, para transformar estos patrones machistas y de consumo que perpetúan la violencia contra las mujeres.
"No tendría que existir la prostitución, pero existe porque hay un sistema sociopolítico, económico y cultural que la mantiene": Hna. Manuela Rodríguez Piñeres
GSR en español: ¿Podría compartirnos una breve historia del origen de la misión de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor?
Hna. Rodríguez Piñeres: Es una congregación que nació a finales del siglo XIX en España, en un barrio madrileño que se llama Ciempozuelos, [en respuesta a la situación que enfrentaban] muchas mujeres en Madrid. En una ciudad de 200 mil habitantes, 12 mil eran mujeres que trabajaban en maquilas o fábricas. [Sin embargo] con la sustitución de la mano de obra por la máquina [y la consiguiente pérdida de empleos], un significativo grupo de esas mujeres fueron arrojadas a la prostitución.
Muchas personas se preguntan qué quiere decir oblata; es un término que proviene del latín y que de alguna manera [tiene que ver con] ofrendar nuestra vida por este grupo de la humanidad: las mujeres que están en situación de prostitución y [que son víctimas] de trata con fines de explotación sexual.
El fundador de la congregación fue José María Benito Serra y Juliá; y la fundadora, Antonia María de Oviedo y Schönthal, quien después de consagrarse como religiosa tomó el nombre de Antonia María de la Misericordia. El padre Serra conoció a Antonia en el palacio, ya que ella era educadora de las hijas de la reina Cristina de Borbón.
El [padre Serra] iba con frecuencia a España a buscar fondos para una misión que estaba realizando como benedictino en Australia, donde fue nombrado obispo de la diócesis de Perth. Después de 16 años como misionero, regresa a Madrid y comienza a visitar las salas del Hospital San Juan de Dios, especializado en el tratamiento de enfermedades infectocontagiosas. Estando en esas visitas, un grupo de personas laicas lo invitó a visitar la sala de mujeres en [situación de] prostitución, quienes iban a curarse de enfermedades de transmisión sexual.
Serra quedó impactado al visitar los sótanos del Hospital de San Juan de Dios en Madrid, donde se encontraban hacinadas sin tener a dónde ir. Las escuchó, habló con ellas y se dejó tocar por su realidad. Su impacto lo resume en una frase que para nosotras es muy célebre: “Es demasiado doloroso presenciar esto sin determinarme a hacer algo por ellas”.
Empezó a tocar puertas, pero solo recibía portazos debido al prejuicio y estigma existente en los imaginarios sociales ante este sector social. Llegó el momento que se sintió muy solo y exclamó: "Si nadie me ayuda, lo haré solo, y si todas las puertas se les cierran, yo les abriré una". En esa situación se acordó de Antonia De Oviedo y Schönthal, a quien había conocido en el palacio y a quien acompañaba espiritualmente.
Ella también le cerró las puertas y rechazó su invitación. En ese proceso de acompañamiento, ella al final optó por abrazar esta realidad de las mujeres. Serra y Antonia abrieron un primero de junio de 1864, en Ciempozuelos, la primera casa de acogida a las mujeres. Ahí se encuentra nuestra Casa de Espiritualidad.
El 2 de febrero de 1870 inició la congregación, con Antonia y otras dos compañeras, entre ellas una mexicana.
¿Cómo llegaron a México?
La madre Antonia siempre soñó con que la congregación se extendiera a América Latina, [pero] falleció en 1898 antes de realizar ese sueño. La congregación llegó a Latinoamérica, concretamente a México, en 1922; a Tlalpan. Después tuvieron una comunidad en Toluca, pero [debido a] la revolución cristera fueron expulsadas y regresaron a España. En 1955, cuando la situación fue más favorable, regresaron las hermanas. Desde entonces, la congregación está en México.
Actualmente tenemos una comunidad en la Ciudad de México y otra en Ciudad Juárez. La congregación tiene presencia en 17 países del mundo. Se desearía estar en más estados del país, pero hay una crisis generalizada de vocaciones en toda la vida religiosa, tanto masculina como femenina, que nos afecta también a nosotras.
¿Puede ahondar en el concepto de mujer en situación de prostitución?
Decir prostituta o las cuatro letras [significa] imponer una marca indeleble, eterna, desde el prejuicio. No es la prostitución lo que define a la persona, sino el ser humano. Ellas son personas, ciudadanas con todos sus derechos y deberes; hijas de Dios desde una perspectiva creyente. Son mujeres con la dignidad que al ser imagen de Dios se les confiere. Puede [la imagen] estar borrosa, pisoteada, empañada, pero siempre está entera su dignidad como algo inherente a su condición de persona.
Es importante resaltar que las mujeres redescubren su dignidad, le dan luz, brillo y resplandor, muchas veces siguiendo en esa situación o en proceso de buscar otra oportunidad.
Ninguna mujer nace para estar en la prostitución.
Nosotras creemos que al hablar de mujeres en situación de prostitución siempre se deja una puerta abierta para que la mujer pueda pensar —si el sistema se lo permite— que existen otras posibilidades diferentes a la prostitución.
Nuestra consagración tiene sentido porque ofrendamos nuestra vida para que nuestras compañeras mujeres puedan ir despertando, creciendo en consciencia, a partir de un acompañamiento muy cercano que parte de ir al encuentro con ellas en los lugares donde se encuentran. Van llegando aquí al centro histórico (Ciudad de México) o a la otra sede de la Casa Madre Antonia, colonia Valle Gómez.
Para nosotras son muy importantes las actitudes de acogida, sin juicio ni condena, con respeto, escucha activa y personalizada, entre otras. Hacerlas sentir que son hijas muy amadas de Dios y ciudadanas de primera línea.
Ellas, como otros sectores vulnerables de la sociedad, han sido despojadas de sus derechos. Intentamos que les sean restituidos y puedan tener en la sociedad el lugar que les corresponde. De hecho, el proyecto Casa Madre Antonia de Ciudad de México tiene como eje transversal los derechos humanos.
Este intento de trabajar en la restitución de sus derechos comienza desde el derecho a ser vistas, insisto una vez más, como personas, y que ellas se apropien de ese derecho. Y llamo la atención a lectores y lectoras a reflexionar lo siguiente: ¿Por qué en la prostitución las mujeres son visibilizadas a partir del estigma, la condena, el prejuicio? En cambio, al varón no se le condena ni discrimina. Al contrario, se le aplaude porque se hace más macho y más viril. [Pero] los dos son reflejo de la divinidad.
No tendría que existir la prostitución, pero existe porque hay un sistema sociopolítico, económico y cultural que la mantiene. Existe un sistema capitalista neoliberal, hoy globalizado, que se rige por la ley de la oferta y la demanda, donde los cuerpos de las personas fueron transformados en mercancía que se compra y que se vende. Trata de personas y prostitución van de la mano. Por eso es muy distinta la situación de prostitución en el siglo XIX que en la actualidad.
Lo que más llama la atención dentro de este sistema es que los niños y las niñas son más buscados para la explotación sexual. También son muy utilizadas en la pornografía; cada vez hay más consumidores. Hablando de niños, niñas y adolescentes, nunca se [debe hablar] de prostitución, [porque] el término correcto es explotación sexual.
Nosotras vemos que la explotación de las mujeres es muy grande. Detrás de cada mujer, mayoritariamente, hay un proxeneta o padrote, como se dice en nuestro país. Nosotras no vamos a cambiarlas, pero en la medida que vamos haciendo este acompañamiento que abarque todas las dimensiones de su persona, se van logrando pequeños pero grandes cambios.
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¿Cómo es el acompañamiento de mujer en situación de prostitución?
El primer paso es ir al encuentro de ellas, como Iglesia en salida, en los lugares que frecuentan.
En ese primer contacto se les presenta el proyecto, y al equipo de trabajo. Se va creando gradualmente un vínculo.
A partir del encuentro o abordaje en su territorio, se van generando espacios de formación integral, como talleres diversos, asambleas para tomar decisiones o normas de convivencia, espiritualidad, espacios de recreación, entre otros.
También por pedido de ellas, tenemos misas mensuales donde se celebran los cumpleaños o alguna otra fecha significativa. El 30 de julio, por ejemplo, vamos a conmemorar el Día Mundial contra la Trata de Personas.
Como equipo de la Casa Madre Antonia constatamos que nuestras intervenciones van teniendo un impacto en ellas y en la sociedad. Podemos citar algo que salió en los espacios de espiritualidad: pasan de no mirarse o rivalizar —por la lucha del territorio, por ejemplo—, a consolidar grupos donde se ayudan internamente y se encuentran por fuera de nuestros espacios.
¿Cuáles son los riesgos que corren ellas y ustedes durante los acompañamientos?
Siempre vamos de a dos, hermanas o trabajadoras, y con un chaleco con el logo del proyecto. Es una medida de seguridad.
Hay colonias que son más peligrosas que otras. Aquí, en el centro histórico, hay situaciones que ponen en riesgo a las mujeres como también a toda la ciudadanía.
Una no puede llegar e invadir su espacio, por eso nos acercamos con respeto y hasta con reverencia, porque están ahí las jóvenes, controladas por sus proxenetas. Si ellas nos dicen que no, no insistimos, porque puede que haya represalias para ellas y para nosotras.
Nos encontramos con situaciones en la calle que no son las más frecuentes; nos hemos visto en riesgo, porque hay lugares que son de alto riesgo y el centro histórico, lo sabemos, es uno de ellos.
Uno de nuestros desafíos es aprender a mirar, intensificar el cuidado mutuo; cuidarlas a ellas y cuidar nuestro equipo de trabajo.
¿Reflexiones finales?
En este compromiso solidario con las mujeres en contexto de prostitución y de trata con fines de explotación sexual, que es lo específico de nuestra misión, les invito a que nos sintamos todas y todos responsables.
No es una situación ajena; esta realidad está más cerca de lo que imaginamos o pensamos. Como cristianos y cristianas estamos llamados a dar parte de nuestra vida y nuestro tiempo para que esta situación de alguna manera cambie.
Y en conjunto, en red, con instituciones y organizaciones confesionales o no, ir creando acciones de incidencia en el ámbito sociopolítico.
Necesitamos potenciar estrategias de sensibilización en los varones para que no vayan a demandar los llamados servicios sexuales, porque no es ningún servicio, y para ir cambiando esta estructura [de pensamiento]. ¿Por qué los varones que tienen novia o esposa van a buscar [mujeres en situación de prostitución]? ¿Qué es lo que pasa en esta sociedad?
Les invito a que busquemos el sentido de nuestras vidas en algo mucho mayor, más trascendente que quedarnos solamente en la satisfacción por la satisfacción misma.
El impulso sexual es un impulso humano y muy loable, pero podemos encontrarle otros sentidos a nuestra vida: ayudando al cuidado, a generar vida en abundancia a tantas personas que están necesitándolo hoy en día, sobre todo para las niñas y niños que están siendo involucrados en la explotación sexual y en la pornografía, impunemente, porque los varones deben satisfacerse a toda costa.