La hermana Mary Lillian con artesanas de Corr The Jute Works en Dhaka, Bangladesh. (Foto: Sumon Corraya)
El 12 de septiembre, Corr The Jute Works (CJW) celebró sus bodas de oro en Dhaka. La hermana Mary Lillian, religiosa de las Asociadas de María Reina de los Apóstoles, y el padre Richard William Timm, estadounidense de la orden de la Santa Cruz, fundaron el CJW en 1973. Alrededor de 1000 personas, entre ellas obispos católicos y el ministro de textiles y yute de Bangladesh participaron en el programa del jubileo.
Hoy, más de 6000 mujeres producen yute y otros productos, lo cual les posibilita ser económicamente independientes; también tejen cestas, fabrican velas, anillos, pendientes, bolsos, cuadros pintados a mano, figuritas de terracota, alfombras, bandejas de madera y tarjetas navideñas y de agradecimiento.
El principio rector del CJW es la capacitación de las personas marginadas, especialmente las mujeres, las personas con discapacidad y los indígenas, garantizando la justicia comercial, el acceso al mercado y la mejora del nivel de vida.
Hna. Mary Lillian recibe un homenaje por su contribución a lo largo de toda su vida al CJW de manos del ministro de Textiles y Yute de Bangladesh Golam Dastagir Gazi. (Foto: Sumon Corraya)
Golam Dastagir Gazi, ministro de Textiles y Yute de Bangladesh, asistió como invitado principal al programa del jubileo. "La CJW crea empleo para mujeres pobres desde 1973. Son pioneras en la fabricación de productos de yute en Bangladesh. Nosotros [el Ministerio de Textil y Yute] deberíamos aprender de CJW", indicó.
La hermana Mary Lillian, de 93 años, ha pasado la mayor parte de su vida impartiendo formación con CJW. Ella es fideicomisaria vitalicia de la organización y sigue ofreciendo formación práctica.
"Disfruté ayudando a mujeres necesitadas para que fueran autosuficientes, y me hizo feliz ver la transformación de sus vidas. El CJW es como una parte de mi cuerpo", dijo a Global Sisters Report.
GSR: ¿Por qué fundó el CJW?
Hna. Mary Lillian: Me hice religiosa el 6 de enero de 1951 y, hasta 1967, fui maestra de escuela. En 1968, mi congregación me destinó al Centro de Artesanía Jagorani [jagorani significa despertar]. Elaboraba productos de yute con las mujeres más pobres, además de impartirles formación profesional.
En 1971, durante la guerra de liberación de Bangladesh con Pakistán, miles de mujeres enviudaron.
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El padre Richard W. Timm era el responsable de planificación de Cáritas Bangladesh. Se reunió conmigo y me pidió que fundara el CJW. Me dijo que, tras la guerra de liberación, la gente se enfrentaba a la falta de alimentos. Teníamos que ayudar a la gente que pasaba hambre.
Al principio, CWJ era un proyecto de Cáritas Bangladesh, y más tarde se convirtió en una fundación.
¿Quién ha participado con usted en el éxito de este proyecto?
En enero de 1973, una joven diseñadora estadounidense, Louisa Brooke, llegó a Dhaka. Impartió formación a mujeres rurales sobre productos de yute y otras artesanías. Se quedó dos meses en Bangladesh con nosotros. Empezamos a fabricar grandes cantidades de productos de yute y otras artesanías.
Empecé a preocuparme por dónde podría venderlos. Un día, el pastor Peter McNee, un misionero de Nueva Zelanda que vivía en Chandpur, al sur del país, vino al Centro de Artesanía Jagorini. Le dije que estaba luchando por vender el yute y otros productos artesanales. También le dije que si no podíamos venderlos, las mujeres pobres no cobrarían y se enfrentarían a una grave crisis alimentaria.
McNee me dio 10 000 takas de Bangladesh [un poco más de 1000 dólares estadounidenses para la época] como adelanto. Él y su mujer trajeron nuestros productos a Nueva York y empezaron a venderlos en la calle.
Tapetes de mesa artesanales elaborados con yute por las mujeres del CJW. (Foto: Sumon Corraya)
Estas personas de buen corazón trabajaron para nosotros. Peter asumió voluntariamente la responsabilidad de encontrar mercados extranjeros para nuestros productos. Estuvo con nosotros unos 10 años. El CJW le recordará siempre por su colaboración. Sin ella, no habríamos tenido éxito.
En la actualidad, CJW exporta sus productos a unos 30 países, como Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Francia, Australia, Canadá, etc.
¿A qué retos se enfrentó con CJW?
Hace cincuenta años, las mujeres apenas salían de casa en este país de mayoría musulmana. Cuando visitábamos los pueblos, la mayoría de los hombres nos ignoraban. Intentamos hacerles entender que proporcionaríamos a sus esposas formación profesional para ganar dinero. Pocos maridos nos lo permitieron.
Cuando sus esposas empezaron a ganar dinero, cambiaron de actitud. Poco a poco, muchas mujeres se unieron a nosotros y ahora ya no tenemos esos problemas. Recibimos invitaciones y llamamientos de muchos lugares para ir allí a impartir formación a mujeres necesitadas.
Las mujeres artesanas del CJW elaboran muñecas con yute. (Foto: Sumon Corraya)
De joven, iba a los mercados a vender sus productos. Después de vender los productos de yute, daba el dinero a las artesanas. Más tarde, empezamos a exportar nuestros productos a distintos países.
Nunca arriesgamos la calidad del producto. Por eso tenemos clientes que vuelven.
¿Qué siente cuando ve que miles de mujeres se autofinancian y cambian de vida?
Me siento feliz cuando veo que la gente se puede autofinanciar. Bashonti Costa era un ama de casa sin trabajo y con necesidad. Al colaborar con nosotros, empezó a fabricar productos de yute. Educó a sus hijos y más tarde [su hija] se convirtió en profesora de universidad.
Por lo que yo sé, las madres de 30 sacerdotes, monjas y hermanos estuvieron involucradas con el CJW. Muchas siguen colaborando con nosotros.
Muchos antiguos artesanos no tenían tierras, pero ahora las han comprado. Muchos no tenían casas de ladrillo, pero luego pudieron construirlas. Nuestra iniciativa era pequeña para los pobres, pero ahora vemos que su repercusión es enorme. Eso me hace feliz.
Bithi Rozario, artesana de CJW, hace tarjetas de Navidad. (Foto: Sumon Corraya)
CJW también tiene un fondo de seguridad para sus artesanas. Cuando las artesanas envejecen y ya no pueden trabajar, reciben dinero de un fondo de seguridad. Esto ayuda a nuestras artesanas mayores a vivir dignamente con sus familias.
¿Cuál es la belleza de CJW?
La belleza del CJW es que ayuda a las mujeres a ser autosuficientes y a vivir con sus familias y en sociedad con respeto. En segundo lugar, elaboramos principalmente productos con elementos recogidos de la naturaleza.
El yute es el elemento principal de nuestros productos. En Bangladesh, se llama fibra dorada. En nuestro país crece mucho yute. Utilizamos un recurso local respetuoso con el medio ambiente. Estamos obteniendo remesas de este recurso mediante la exportación de nuestros productos de yute.
Además, fabricamos velas y productos de arcilla que también proceden de la naturaleza.
Me he beneficiado personalmente de esta organización. La gente me quiere mucho. Consigo amar y honrar. Aunque no tenía mucha educación, Dios todopoderoso me dio la sabiduría para trabajar por su pueblo.
Bolsos artesanales de yute confeccionados por las mujeres del CJW. (Foto: Sumon Corraya)
Como religiosa, ¿cómo predica las enseñanzas de Jesucristo en este país de mayoría musulmana?
El 70 % de nuestras artesanas no son cristianas. Siempre empiezo una reunión o una formación con una oración a Dios Todopoderoso. Leo la Biblia y comparto con ellas. Les digo que practiquen el amor y el perdón en la vida.
Sin embargo, nunca le digo a nadie que se haga cristiano, pero muchas no cristianas me piden que rece por ellas y por sus intenciones. Piden que rece por sus enfermedades, por no poder tener hijos, por la paz [en la] familia, etc. Curiosamente, muchas de ellas reciben respuesta a sus oraciones y me dan las gracias.
¿Puede hablarnos de su vida personal?
Cuando sólo tenía 13 años, mi padre concertó una boda para mí. Pero yo deseaba ser religiosa. Me reuní con mi párroco (he olvidado su nombre) y le pedí que detuviera mi boda. El párroco anuló mi boda, aunque el compromiso ya estaba hecho. Mi párroco canceló mi boda y me envió a una casa de formación.
Me fijé en las hermanas canadienses de la Santa Cruz que servían en nuestra parroquia de Padrishibpur de la diócesis de Barishal. Su estilo de vida y su buen comportamiento me atrajeron para entrar en la formación.
Llegué a los 72 años de vida consagrada. Fui muy feliz en mi vida religiosa, y lo sigo siendo. Doy gracias a Dios por una vida tan hermosa y bendecida.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 28 de noviembre de 2023.