Un grupo de jóvenes adultos y miembros de la Fraternidad Misionera Verbum Dei en peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Morelia, México (Foto: cortesía Asaid Castro)
Este año tuve el privilegio de acompañar a niños, jóvenes, adultos y miembros de la Fraternidad Misionera Verbum Dei en peregrinación al Santuario de la Virgen de Guadalupe en Morelia. Aunque la imagen original de la virgen se encuentra en la Basílica de la Ciudad de México, la iglesia de Morelia es ampliamente aclamada como una de las más bellas de todo el país y es un sitio frecuente de peregrinación.
Al recorrer las calles de la zona centro de Morelia, observaba los rostros de las personas que se encontraban ahí. Había unos llenos de esperanza, comprensión, sorpresa y asombro. Intuí que podían preguntarse cómo este grupo de personas había tenido la osadía de peregrinar un domingo por la tarde a un santuario. Y al mismo tiempo, pude observar las sonrisas y miradas acogedoras de las personas a nuestro paso.
Sentí que se conectaban con nosotros, dejándose conmover por nuestros cantos e inundándose de alegría. ¿Cómo podía haber una conexión tan profunda, si no nos conocíamos? En el fondo, todos somos peregrinos; todos estamos en camino, en busca de una meta, un sueño o un ideal. Como seres humanos, nacemos con la capacidad de éxodo, de salir de nosotros mismos para amar, ayudar, acoger y recibir.
Me solidaricé con las personas a lo largo del camino y con aquellos que salen de sus países en busca de un lugar mejor para vivir. Tengo la impresión de que toda la humanidad es una gran caravana humana que migra constantemente de una etapa a otra, de un descubrimiento a otro, de una moda a otra.
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Ciertamente, todos los seres humanos estamos en camino, independientemente de la edad, la condición social, raza, lengua o nación. El ser humano, desde su concepción, está abierto al cambio y al crecimiento; y al nacer, atraviesa el primer gran éxodo que lo acompañará hasta sus últimos días.
Somos caminantes y la vida es una senda por andar, aunque a veces hay obstáculos, frío y oscuridades que nos impiden avanzar.
¿Cuántas personas durante la pandemia del COVID-19 perdieron la ilusión y la alegría de abrir nuevas rutas de paz, diálogo y perdón? ¿Cuántos peregrinos aún no han encontrado su meta o colmado las ilusiones que les llevó a ponerse en camino?
Y yo como misionera, ¿qué deseo ofrecer, como persona en la vida consagrada, a todos aquellos que se han cansado de caminar en su vida, que se encuentran heridos, tendidos y sin ilusiones a lo largo del camino? ¿Qué podemos ofrecer, como mujeres consagradas, a los millones de personas que siguen abandonando sus hogares con la esperanza de un nuevo amanecer?
Me ilusiona y deseo vivir “en camino”, sabiendo que no tengo todo conseguido, que puedo seguir aprendiendo, que cada día puedo crecer y que estoy llamada a respetar y a valorar la dignidad de los demás.
¿Qué rutas quiero recorrer? Deseo vivir en un éxodo constante, tender puentes para acercarme a las personas marginadas y a aquellos que están necesitados de escucha y de esperanza. Ser peregrinos es nuestro sello personal; es la huella que dejamos a cada paso y que muchos pueden seguir.
"Estamos hechos para recorrer rumbos nuevos, salir de nosotros mismos, y compartir los anhelos y temores de los demás": Hna. Blanca Alicia Sánchez Olvera #GSRenespañol #HermanasCatólicas
Cuando conectamos con esta identidad profunda en nuestro corazón, se renueva la llamada a ponernos en camino, a vivir en constante éxodo, a amar, perdonar y servir. La vida consagrada es un sendero, allí donde no hay camino; como dice el poeta Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Estamos hechos para recorrer rumbos nuevos, salir de nosotros mismos y compartir los anhelos y temores de los demás. No podemos cubrirnos el corazón con acero inoxidable en este camino de la vida, porque hemos sido llamados a vivir en solidaridad, dejándonos trastocar por el sufrimiento y el dolor de las personas con las que nos encontramos.
¿Acaso Jesús de Nazaret no recorría caminos? Él caminaba de pueblo en pueblo anunciando la paz. Sigamos su ejemplo al recorrer caminos nuevos donde podamos compartir nuestro pan con los demás. Valoremos las huellas que otros han dejado y que nos permiten avanzar por el mismo sendero.
Al final de la peregrinación hacia el Santuario de Guadalupe, varias personas se unieron con una mirada agradecida como diciendo: “Gracias, porque yo también quería caminar”.
Después de todo, somos peregrinos; lo que marca y deja huella es nuestra forma de amar, de estar presentes y de reflexionar sobre la persona que estamos llamados a ser.
Y tú, ¿qué huellas quieres dejar? ¿Qué caminos abrirás? ¿Qué equipaje llevarás?
Nota del editor: Este artículo fue publicado en inglés el 5 de abril de 2023.