Una persona llora junto a la tumba de una víctima de un atentado suicida en el cementerio católico de Sellakanda el 23 de abril de 2019, en Negombo, Sri Lanka. (Foto: CNS/Reuters/Athit Perawongmetha)
Nota del editor: La nueva serie de Global Sisters Report Esperanza en Medio del Caos: Hermanas en Zonas de Conflicto ofrece una mirada a las vidas y ministerios de las religiosas que sirven en lugares peligrosos alrededor del mundo. Las noticias, columnas y entrevistas de esta serie incluirán a hermanas de Ucrania, Nigeria, Kenia, Sri Lanka, Nicaragua y otros países a lo largo de 2023.
La tarde de cada sábado, Niranjalee Yasawaradana se arrodilla ante tres cruces en un descampado, hablando durante horas o a veces llorando, una práctica que ha continuado durante los últimos cuatro años.
Su marido, Sampath Wickramaratna, y sus dos hijas —Nethmi y Vishmi— están sepultados allí, junto a otras más de 100 personas que fueron asesinadas el domingo de Pascua del 21 de abril del 2019, en la iglesia de San Sebastián en Katuwapitiya, un suburbio de Negombo cerca de la capital del país, Colombo, en Sri Lanka.
Niranjalee (quien prefiere utilizar su nombre de pila) combina esta visita al cementerio con una misa el sábado por la tarde en la misma iglesia, donde toda su familia pereció en el atentado terrorista. Ella dijo que ha podido superar su rabia por las muertes gracias a la ayuda de una hermana que ha ejercido de terapeuta, una entre cientos que están ayudando a los supervivientes de las explosiones.
Ese día murieron unas 272 personas, entre ellas más de 50 niños; pero más de 500 resultaron heridas en atentados suicidas con bombas perpetrados por separado en tres iglesias y tres hoteles de lujo de Sri Lanka.
El mayor número de víctimas —116 muertos, en su mayoría católicos de Sri Lanka— se produjo en la iglesia de San Sebastián de Negombo, seguida del santuario de San Antonio de Colombo, con 55 muertos. Unos 47 extranjeros murieron en explosiones consecutivas en tres hoteles de Colombo.
Niranjalee Yasawaradana, una viuda que perdió a su marido y a sus dos hijas en el atentado de Semana Santa del 2019, reza ante sus cruces en su visita de cada sábado al cementerio colectivo de la iglesia parroquial de San Sebastián, en Negombo, Sri Lanka. (Foto: cortesía de Niranjalee Yasawaradana)
Los atentados estuvieron vinculados al ISIS y fueron llevados a cabo por nueve terroristas suicidas vinculados a un grupo militante islámico poco conocido de Sri Lanka, National Thowheeth Jama'ath (Organización Nacional del Monoteísmo).
“Mi marido y mis hijos se prepararon bien para la Pascua, con ayuno y oración durante la Cuaresma, sin saber que Jesús les llamaría en ese día tan especial”, declaró Niranjalee a Global Sisters Report en marzo, un mes antes del cuarto aniversario de los atentados.
La viuda, de 48 años, con la cabeza rapada y el cuero cabelludo con marcas de heridas, había sobrevivido al ataque, pero permaneció inconsciente durante casi dos semanas en un hospital.
“Lo único que queda son estas cruces con sus fotos”, dijo con ira reflejada en sus ojos. Ahora vive con dos perros que le regalaron para mantenerla ocupada.
Niranjalee aseguró que logró superar su ira después de largas horas de terapia con la Hna. Manoranji Murthy, de las Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Murthy contó a GSR que cuando conoció a Niranjalee, esta se negaba a cocinar o cuidar de sí misma. “Me preguntó para quién debía cocinar”, recuerda la religiosa de 33 años licenciada en psicología. La mujer tardó dos años en volver a la normalidad, añadió.
Murthy es una de las 200 hermanas de más de 20 congregaciones que ayudan a las víctimas de los tres atentados a iglesias a recuperarse del trauma y llevar una vida normal, explica el padre Manjula Niroshan Fernando, quien se hizo cargo de la iglesia de San Sebastián una semana después del atentado.
Todas las congregaciones femeninas con sede en Colombo y el sur de Sri Lanka participan en el ministerio de sanación, afirma Fernando, quien añade que sigue trabajando duro para mantener a sus más de 1600 familias (la parroquia más grande del país) unidas como comunidad.
A cada familia se le asignó una hermana, que cuenta con la ayuda de terapeutas profesionales siempre que sea necesario.
Sri Lanka tiene 33 congregaciones religiosas femeninas con más de 2280 religiosas de vida activa y 165 de vida contemplativa, dijo el P. Roshan Silva, Oblato de María Inmaculada, que dirige la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos de Sri Lanka. El país también cuenta con 25 congregaciones masculinas con 788 sacerdotes y 165 hermanos, quienes también ayudan en el ministerio de sanación.
La Hna. María Dhayalinim de la Congregación del Carmelo Apostólico, observó que las hermanas que participaban en las intervenciones desarrollaron en ocasiones estrés y traumas, los cuales lograron superar en gran medida al compartir con otras hermanas, rezando y meditando.
La renovada iglesia de San Sebastián, en Katuwapitiya, un suburbio de Negombo, Sri Lanka, fue atacada por un terrorista suicida durante el servicio de Pascua el 21 de abril del 2019, quien mató a más de 100 feligreses, entre ellos 32 niños. El párroco, padre Manjula Niroshan Fernando, observó una escasa presencia de devotos en el recinto de la iglesia tras el atentado de Pascua. La iglesia sigue teniendo servicio de seguridad policial. (Foto: Thomas Scaria)
Aunque todos pertenecían a congregaciones diferentes y se alojaban en distintos conventos de Negombo, se apoyaban “ mutuamente para gestionar” su “propio estrés”, afirmó Dhayalini, quien añadió que la crisis del atentado de Pascua acabó reforzando los lazos intercongregacionales.
El Apostolado de la Familia de la Arquidiócesis de Colombo asignó a Niranjalee a Murthy cuando la mujer aún estaba en cama en el hospital.
“Desde entonces, estoy en contacto con ella a menudo. Me envía regularmente saludos matutinos y me llama siempre que necesita mi presencia”, afirmó la hermana. Establecer una relación inicial, añadió, tardó varias semanas, ya que a las víctimas les costaba mucho aceptar la realidad. De hecho, el apostolado pidió a los terapeutas que se limitaran a “acompañarles en sus luchas, agonías y dolor en los primeros días antes de entrar de lleno en las sesiones de terapia”, explicó Niranjalee.
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Dhayalini atendió a un budista y a su esposa católica, cuya hija de 22 años e hijo de 16 murieron al caerles encima el tejado de la iglesia. Su madre escapó con heridas leves.
Encontró a la pareja inconsolable y furiosa; solo fueron “capaces de reconciliarse con su realidad después de ser llevados ante el papa Francisco, quien rezó por ellos el año pasado”.
La pareja formaba parte del centenar de familias afectadas que la Arquidiócesis de Colombo llevó a Roma para una reunión con el papa como parte del ministerio de sanación.
Según Vatican News, Francisco dijo a los visitantes y a los cerca de 3500 católicos de Sri Lanka que trabajan en Italia el 25 de abril de 2022, que sentía una gran cercanía con las familias supervivientes e instó a las autoridades de Sri Lanka a descubrir la verdad que se esconde tras los atentados. El papa donó 100 000 euros para distribuir entre las familias supervivientes.
Hasaru Shenal sobrevivió al atentado suicida del 2019 contra la iglesia de San Sebastián, pero perdió a su madre, quien no sobrevivió. Shenal aparece mostrando su foto con el papa Francisco; detrás, una foto de su madre. (Foto: Thomas Scaria)
Hasaru Shenal, quien formaba parte de la delegación, dijo que el encuentro con el papa le ayudó a reavivar su fe en Jesús y a superar su dolor por haber perdido a su madre “siempre risueña y cariñosa” en el ataque a la iglesia de Katuwapitiya.
“Ahora enseño en la escuela dominical a niños que, como yo, han perdido a sus seres queridos”, explica a GSR el joven de 21 años. Él y su padre forman parte de las 14 familias que recibieron casas nuevas del Gobierno, que la iglesia construyó en terrenos que también aportó.
“Hemos recibido el amor y el apoyo de toda la Iglesia católica de Sri Lanka”, declaró Priyantha Jayakodi, padre de Shenal, junto a una sonriente foto de su esposa.
Shenal, quien estuvo inconsciente en la unidad de cuidados intensivos del hospital durante dos semanas, dijo que al principio él y sus amigos tenían miedo de sentarse a oír misa en la iglesia de San Sebastián.
La hermana dominica Sirima Opanayake, quien dirige la escuela de su congregación en San Sebastián, dijo que había perdido a siete alumnos en el atentado. “Fue una experiencia traumática para profesores y alumnos”, declaró a GSR.
Opanayake coordinó un equipo que asesoró a alumnos, profesores y padres durante cuatro meses antes de que pudieran reanudar las clases.
La escuela construyó un monumento en memoria de los siete estudiantes y creó una beca en su nombre para niños de escasos recursos. Mostrando las fotos de los estudiantes en la sala conmemorativa, Opanayake dijo que la escuela los conmemorará en su cuarto aniversario.
La hermana dominica Sirima Opanayake, directora de la escuela Ave Maria Branch School de Negombo (Sri Lanka), muestra las fotos de los siete alumnos muertos en el atentado de Pascua en la iglesia de San Sebastián. (Foto: Thomas Scaria)
Los alumnos de Opanayake se encontraban entre los 32 niños que murieron en el atentado de la iglesia de San Sebastián. El santuario de San Antonio de Kochchikade, en Colombo, perdió 10 niños, y la iglesia evangélica Zion de Batticaloa (a unas 200 millas al noreste de Colombo —321 kilómetros—) perdió 14 niños de la escuela dominical en el atentado de Pascua, entre el total de 31 muertos. Unos 176 niños perdieron a uno o ambos progenitores en los atentados, dijo el padre Lawrence Ramanayake, director de Seth Sarana Caritas Colombo.
La Hna. salvatoriana Kanchana Silva Pulle se ha encargado de dos familias: una de ellas estaba formada por un marido musulmán y una mujer católica, quienes perdieron a su hija de 14 años. Recordó que los padres le contaron que su única hija —que en aquel momento se preparaba para el bautismo— soñó con ángeles que venían a llevársela al cielo un día antes de la tragedia.
Pulle dijo que las hermanas experimentaron inicialmente el rechazo de los afligidos supervivientes, pero las acompañaron “en su crisis", en un momento en que los supervivientes se sentían naturalmente “agitados y enfadados, frustrados y deprimidos”. Ganarse la confianza de los afectados, dijo Pulle, “fue muy duro”.
"Nos hemos implicado en sus vidas desde el mismo día de la tragedia y el funeral de sus seres queridos hasta ahora”, aseveró, y añadió que también participó en el funeral de los niños musulmanes.
“[La gente muestra ahora] la misma preocupación por nosotros”, declaró Pulle a GSR, destacando la tensión y el miedo que ella también sintió durante aquellos primeros días.
Fernando dijo que al parecer incapaces los jóvenes de su parroquia de afrontar el estrés y la pérdida, organizó para ellos un programa de terapia de exposición con su colega de Mannar, una diócesis del norte que vivió la guerra civil entre 1983 y 2009.
Shenal, quien ahora dirige programas de liderazgo para los jóvenes de su parroquia, aseveró que la exposición les ayudó a aprender a vivir con esperanza y a comprender que no son las únicas víctimas de atentados terroristas.
El párroco de la iglesia de San Sebastián afirmó que no había discriminación entre católicos y protestantes en los programas de sanación que la iglesia auspicia, ni tampoco entre otras religiones. Los equipos de la iglesia se han comprometido con las víctimas de otros ataques a iglesias en Sri Lanka, incluida una protestante en Batticola, en el norte del país. “Incluso el dinero donado por el papa se distribuyó entre los miembros de la iglesia protestante de Batticola”, afirma Fernando, quien añade que las hermanas también han trabajado con víctimas musulmanas y budistas.
Los cristianos representan alrededor del 7 % de los más de 21.65 millones de habitantes de Sri Lanka, siendo los católicos la mayoría de los cristianos. Los budistas representan alrededor del 70 %, los hindúes el 12 % y los musulmanes el 10 %, según el censo de 2012. La mayoría de las víctimas de las explosiones eran católicos locales.
Nethmi y Vishmi, dos hijas de Niranjalee Yasawaradana, con su padre Sampath Wickramaratna momentos antes de la misa de Pascua del 21 de abril del 2019, en la iglesia de San Sebastián. Los tres murieron en el atentado suicida durante la misa. (Foto: cortesía de Niranjalee Yasawaradana)
Fernando considera que la principal preocupación ahora es la escurridiza justicia para los supervivientes, aunque las hermanas y otras personas han hecho todo lo posible por satisfacer sus necesidades socioeconómicas y psicológicas.
“Pero al aproximarnos al cuarto aniversario, la justicia aún sigue siendo un espejismo para las víctimas”, se lamentó.
En un mensaje de Pascua con motivo del cuarto aniversario de los ataques a las iglesias, el presidente de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe afirmó su compromiso de hacer justicia a las víctimas de las explosiones de Pascua.
Aunque todos los atacantes suicidas (que se demostró que estaban asociados al ISIS) murieron en los atentados, la policía detuvo rápidamente a unas 200 personas en relación con los de Semana Santa, incluido un dirigente político musulmán detenido unos dos años después del incidente. El Gobierno también expulsó a 11 grupos musulmanes en Sri Lanka.
Ramanayake, el sacerdote que también coordina la rehabilitación de los supervivientes desde el arzobispado, dijo que el cardenal Malcolm Ranjith ha presionado al Gobierno para que “revele la verdad y haga justicia a las víctimas”.
Los supervivientes de la iglesia de Katuwapitiya han presentado 182 casos para obtener indemnizaciones del Gobierno, mientras que los supervivientes del santuario de Colombo han presentado 104 casos.
Según Al Jazeera, el Tribunal Supremo de Sri Lanka declaró en enero al entonces presidente y a otras cuatro personas responsables de no haber evitado los atentados y ordenó a los dirigentes políticos y altos funcionarios que indemnizaran a las víctimas con 310 millones de rupias (847 300 dólares) procedentes de sus fondos personales.
La arquidiócesis también ha presentado una demanda ante el Tribunal Supremo para que se haga justicia a los autores intelectuales de los atentados, declaró Ramanayake a GSR.
Sin embargo, el juicio está todavía en curso.
Niranjalee culpa a una conspiración política de la lentitud de la investigación, pues cree que las fuerzas de seguridad del Gobierno podrían haber evitado la tragedia si hubieran hecho caso de las advertencias de los servicios de inteligencia, dadas varios días antes del atentado.
“Lucharé hasta que se haga justicia”, afirmó.