Los pacientes del centro de rehabilitación para adicciones Casa Guerrero: Eric Montoya, desde la izquierda, a su lado Nicolás de la Cruz Agustín y a la derecha de la imagen José Santos Carbona Puente, escuchan mientras la Hna. Sandra López García, al centro, ofrece algunas reflexiones finales durante una visita el pasado mes de mayo en el municipio de Guadalupe, México, en la zona metropolitana de Monterrey. (Foto: Nuri Vallbona)
Subiendo las escaleras al segundo piso del edificio del centro de rehabilitación para adicciones Casa Guerrero se pueden escuchar algunas voces y risas. Detrás de una reja de metal, se encuentran los pacientes del lugar reunidos en una sala y formando un círculo. Josseline Montes Jiménez, una misionera laica, dirige a estos varones quienes recitan en voz alta algunas frases.
“¡A violencia y drogadicción, Cristo es la solución!”, gritaron.
Algunos de ellos mantienen los ojos cerrados, otros miran hacia el techo y algún otro tiene sus manos juntas. La Hna. Sandra López García y Montes Jiménez, de 23 años, han comenzado su visita semanal a este centro de rehabilitación con entusiasmo y energía.
“Siempre con las hermanas es muy relajante, dinámico, y son bien recibidas”, dijo Brenda Guerrero Guerra, fundadora del centro. “Los saca de la rutina. Los muchachos esperan al viernes para que vengan las hermanitas”, añadió.
Brenda Guerrero Guerra, a la derecha, fundadora de Casa Guerrero, habla sobre el problema de la drogadicción en el municipio de Guadalupe, México, en la zona metropolitana de Monterrey, mientras la laica misionera Josseline Montes Jiménez la escucha en las instalaciones de este centro de rehabilitación para adicciones. (Foto: Nuri Vallbona)
Desde 2020, López García, hermana de la Compañía María de Nazareth, y el equipo de misioneros laicos con los que trabaja, realizan visitas semanales a seis diferentes centros de rehabilitación en Monterrey, México. Su misión es atender pastoralmente a los “chavos banda”, es decir, a los muchachos pertenecientes a bandas juveniles que, aunque no están afiliados a los cárteles de la droga, han caído en las adicciones a causa de los problemas que enfrentan en su vida. Muchos de ellos provienen de las zonas más marginadas de la ciudad.
La hermana explica que tanto ella como los misioneros apoyan a los pacientes para que puedan dejar las adicciones, los evangelizan y, además, buscan ser antídoto contra la soledad que los muchachos experimentan.
“Hay algunos [casos] en los que los pacientes tienen ya muchos problemas mentales y son olvidados por sus familias”, dijo López García. Tras un proceso de pruebas psicológicas y entrevistas, en México es posible que los familiares ingresen a los pacientes a los centros de rehabilitación aún en contra de su voluntad. “Están ellos con la esperanza de que alguien los saque. Cuando la situación es así de complicada nos dedicamos solamente a escuchar, hablar y jugar”, explicó.
Para Guerrero Guerra, tanto la sociedad como el Gobierno se muestran indiferentes ante las personas que caen en las drogas, siendo muy pocas las organizaciones que actualmente trabajan para atenderlos. “El principal apoyo que tenemos es de las hermanas de la Compañía María de Nazareth, que no solamente nos acompañan y están con los muchachos semanalmente, sino que nos prestan esta casa para que podamos estar aquí”, manifestó.
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Con capacidad para 20 personas y ubicado en el municipio de Guadalupe, en la zona metropolitana de Monterrey, Casa Guerrero subsiste gracias a la ayuda de la Compañía María de Nazareth que presta el edificio para este proyecto.
Guerrero Guerra también explicó que en los últimos años ha ido en aumento el índice de drogadicción debido a la llegada de metanfetaminas como el cristal, que afectan sobre todo a varones entre los 20 y 40 años de las zonas más pobres de la región. “Antes, en un centro de tratamiento había 40 personas, hoy hay el doble de personas tratándose”, afirmó.
Este apostolado surgió después de que López García y sus hermanas de comunidad se dieron cuenta de que las bandas —a quienes evangelizan en las calles— habían disminuido considerablemente.
De acuerdo con las noticias, fue alrededor del año 2011 cuando los cárteles de la droga llegaron a Monterrey e iniciaron un importante periodo de violencia en la ciudad. Estos grupos criminales mataron a los “chavos banda” que se negaron a vender drogas. Entre 2012 y 2014, López García asistió junto con sus hermanas a muchos funerales de jóvenes entre 12 y 20 años. Esta situación también hizo que muchos “chavos banda” se convirtieran en adictos, que más tarde terminarían en algún centro de tratamiento.
Las hermanas asimilaron todos estos datos, ataron cabos y se dieron cuenta de que para llegar a más “chavos banda”, tenían que ir a donde ellos se encontraban: en los centros de rehabilitación.
En la sala de Casa Guerrero, López García y Montes Jiménez abrieron la sesión semanal con una dinámica llamada “conejos y conejeras”.
Cuando López García gritaba “¡Conejos!”, los muchachos corrían rápidamente de un lado a otro para tratar de entrar en una conejera disponible, simulada por otros dos hombres que tomados de la mano formaban una especie de corral. Eran como los niños jugando al juego de las sillas.
Después de la dinámica rompe hielo, la hermana y Montes Jiménez repartieron una hoja impresa con la “rueda de las emociones”, es decir, un diagrama que contenía una lista de estados emocionales y sentimientos.
“¿Cómo te sientes hoy?”, preguntó Montes Jiménez. Frustración, tristeza, emoción y alegría, fueron algunas de las palabras que resonaron en la sala.
Fausto Andrés Tomas (a la izquierda), paciente del centro de rehabilitación para adicciones Casa Guerrero, leyendo un diagrama mientras la Hna. Sandra López García (tercera por la derecha) dirige una de las actividades durante su visita semanal al centro ubicado en el municipio de Guadalupe, México, en la zona metropolitana de Monterrey. (Foto: Nuri Vallbona)
“Me siento bien, aunque me falta recuperarme más, pero me siento bien”, dijo Fausto Andrés Tomás, de 23 años. “Sé que lo puedo hacer con la ayuda de Dios. Llegué hace un mes pero he aprendido cosas buenas aquí. Me ha ayudado mucho convivir con los demás”, agregó.
Un poco después, los pacientes se sentaron y escucharon una fábula que ayudaba a resaltar las cualidades propias de cada persona. Mientras los muchachos compartían lo que más les motivaba sobre su potencial para superar la drogadicción, la hermana fue dirigiéndolos por un camino de introspección personal, creando un ambiente de reflexión y confianza.
“Me siento contento y alegre con esto que aquí vivimos”, dijo Mateo Natanael Morales Cabello, paciente de 18 años y añadió: “Mi familia me trajo aquí y al principio lo tomé a mal. Pero ahora estoy mucho más tranquilo. Ya quiero salir y seguir estudiando. Cuando vienen las hermanas platico con ellas, y ellas me ayudan a encontrar y a entender mis sentimientos”.
Josué Martínez Botaro, de izquierda a derecha, Brian Garza, Fausto Andrés Tomas, Efraín Chavana y Eric Montoya, pacientes de Casa Guerrero, gritando aclamaciones para culminar la visita de la Hna. Sandra López García a este centro de rehabilitación para adicciones en el municipio de Guadalupe, México, en la zona metropolitana de Monterrey.(Foto: Nuri Vallbona)
De acuerdo con Lopéz García, quien también es psicóloga, ella y su equipo solo trabajan en los centros de rehabilitación que evitan la violencia física. Sostiene que eso es lo más coherente con el proceso de evangelización desarrollado por la Compañía María de Nazareth y su carisma —que se centra en el acompañamiento de jóvenes en situación de riesgo—.
“Solo ellos conocen su historia, de la que se refugian en las drogas; aunque después se den cuenta que se hicieron daño”, dijo López García. Después, parafraseando al teólogo José Antonio Pagola, añadió: “Jesús ofrece el perdón incluso antes del arrepentimiento”.
Casi al final de la visita, la hermana volvió a usar la “rueda de las emociones” para preguntar nuevamente a los pacientes cómo se sentían. En ese momento las respuestas fueron mucho más positivas que al inicio.
La hermana cerró la sesión con un momento de silencio al que siguió la oración del Padre Nuestro y luego más aclamaciones.
Los pacientes gritaron juntos una vez más: “¡Jesús, tú eres mi luz, mi paz y contigo mi vida cambiará!”.
Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 3 de agosto de 2023.