En el año 2000, con motivo del Día Internacional de la Juventud, estuve en Roma, donde vi al papa Juan Pablo II muy de cerca. En 2008, asistí a la misa oficiada por el papa Benedicto XV en Washington D. C. En 2015, participé en el Día Internacional de la Familia en Filadelfia donde el papa Francisco estuvo presente. Ahora puedo decir, 23 años después, que he tenido la dicha de estar cerca de los últimos tres papas.
Este año, cuando el papa Francisco celebró su décimo aniversario de pontificado, pude felicitarlo personalmente. Eso no hubiera sido posible sin ser parte de la Iniciativa de Hermanas Latinoamericanas de Catholic Extension y la Universidad Saint Mary en Minnesota. Todas estudiamos licenciatura o maestría, mientras desarrollamos nuestros ministerios en lugares de diócesis misioneras en los Estados Unidos.
El viaje a Roma estaba programado para 2022, pero por la pandemia se canceló. Gracias a ello pude participar en el viaje reprogramado, puesto que el año pasado aún no formaba parte del grupo. Así que puedo decir que, gracias a la pandemia, tuve la gracia de estrechar fuertemente la mano del papa Francisco.
Mi alegría comenzó la noche del 18 de abril, cuando leí un mensaje de WhatsApp de parte del equipo de Catholic Extension que decía: “Les pedimos que, por favor, esta noche, estén muy pendientes de sus correos electrónicos, porque enviaremos un correo muy importante con toda la información del viaje a Roma”.
Saludar al papa personalmente y encontrarme con la fe de Pedro, Pablo y los mártires cristianos de los primeros siglos de la Iglesia fue una experiencia humana, espiritual e histórica que transformó mi vida para siempre.
A las cuatro de la mañana, como niña que despierta entusiasmada para ver qué le trajeron los Reyes, abrí el correo que indicaba los detalles de nuestra estancia en Roma y lo que más me emocionó fue la noticia de que el miércoles 26 de abril , a las 8 a. m., hora de Roma, tendríamos una audiencia privada con el papa Francisco. Contagiada de esta emoción, más tarde, preparé un letrero que decía: “Gracias, papa Francisco por tus 10 años de servicio a la Iglesia, te amamos y oramos por ti”, por si acaso me permitían desplegarlo ante su presencia.
Uno de los aspectos más valiosos de la experiencia fue la oportunidad para que las hermanas pudieran reflexionar sobre “la concepción de la persona, el diálogo, el encuentro, el liderazgo y la gestión del poder, en torno a la milenaria ciudad cristiana de Roma”. La oportunidad de integrar la experiencia de sinodalidad desde nuestros carismas congregacionales, culturas, ministerios y liderazgos fue también muy importante.
El miércoles 26, a las 6:30 a. m., salimos hacia el Vaticano, pues nuestra cita con el papa era a las 8:00. La emoción, el nerviosismo y la alegría que experimentamos al esperar al papa eran notables. Los protocolos ya los sabíamos: al papa no le gusta que se hinquen ante él ni que le besen el anillo. Yo estaba atenta a eso, pero también lista para aprovechar cualquier momento espontáneo que se diera.
Audiencia privada con el papa Francisco en viaje a Roma 2023.
Creo que todas las hermanas y la Comitiva de Catholic Extension estábamos extasiadas con la presencia del papa, pues bastaba ver los rostros, las expresiones y los gestos de gozo. Nos sentíamos como si estuviéramos en la cima de la montaña, al igual que estaban los discípulos al ver a Jesús transfigurado con sus vestiduras blancas y su rostro radiante. Todos habíamos visto, escuchado y tocado al papa Francisco, ubicado a unos centímetros de distancia de nosotros. La paz y el gozo del corazón era tanta que quería hacer “tres tiendas” y quedarme ahí más tiempo, pero no era posible porque el papa tenía la audiencia general enseguida de nuestra visita. Nosotros teníamos que volver a la Plaza de San Pedro para escucharlo con toda la gente que se había congregado de varias partes del mundo.
Estar en Roma, saludar al papa personalmente y encontrarme con la fe de Pedro, Pablo y los mártires cristianos de los primeros siglos de la Iglesia fue una experiencia humana, espiritual e histórica que transformó mi vida para siempre.
Gracias papa Francisco por tu fe, tu amor y tu testimonio de cercanía.