ENTREVISTA | Hna. Rosemarie González acoge a personas que se recuperan de la adicción

La Hna. Rosemarie González, de las Hermanas Educadoras de Notre Dame. (Foto: GSR/Soli Salgado)

La Hna. Rosemarie González, de las Hermanas Educadoras de Notre Dame. (Foto: GSR/Soli Salgado)

(Logo: GSR/Toni-Ann Ortiz)

Nota del editor: Más de 1600 millones de personas en todo el mundo viven en condiciones de infravivienda. De ellas, al menos 150 millones carecen de hogar. En esta serie especial Un lugar al que llamar hogar, Global Sisters Report publica historias que nos llegan de Kenia, India, Vietnam, Irlanda, Puerto Rico, Filipinas, Estados Unidos y otros lugares, en las que las religiosas ayudan a las personas sin hogar o que carecen de una vivienda adecuada. La falta de hogar y de vivienda asequible afecta a adolescentes y jóvenes adultos, familias, migrantes, ancianos y personas desplazadas por los desastres naturales y el cambio climático.  

El Hogar del Buen Pastor, un centro de tres plantas para adictos en recuperación en San Juan de Puerto Rico con vistas hacia el Atlántico, ofrece a  muchos de sus  residentes la oportunidad de  ver por "primera vez el océano", explicó la Hna. Rosemarie González, de las Hermanas Educadoras de Notre Dame. Los internos llevan toda la vida cerca del océano, pero habían estado a una altura que no les permitía apreciarlo.

En 1993, González fundó el hogar provisional de recuperación con 50 camas, donde hombres y mujeres sin hogar con antecedentes de drogadicción pueden alojarse siempre que su proceso de recuperación se centre en la abstinencia de drogas.

"Si vas a otros sitios, verás que la desintoxicación se hace por separado; están aislados", explicó González, quien agregó: "Y me parece que eso es lo peor que se le puede hacer a alguien que está pasando por un estado de ansiedad".

La religiosa añadió que en en el Hogar del Buen Pastor deliberadamente no se sabe "quién está en desintoxicación y quién no" y precisó que quienes lo están tienen ciertos privilegios (como la libertad de comer, bañarse o ver la televisión cuando quieran) para ayudar a aliviar su ansiedad o dolor.

El Hogar del Buen Pastor se encuentra en el barrio Puerta de Tierra de San Juan de Puerto Rico. (Foto: GSR/Soli Salgado)

El Hogar del Buen Pastor se encuentra en el barrio Puerta de Tierra de San Juan de Puerto Rico. (Foto: GSR/Soli Salgado)

González considera que la vida en comunidad es el núcleo de la rehabilitación.

"Muchos de ellos llevan consumiendo sustancias o alcohol desde los 9 o 10 años, por lo que se han perdido el crecimiento y las experiencias cotidianas", señaló González. En el Hogar del Buen Pastor "tienen hasta dos años para intentar dar ese salto y llegar a su edad".

Los residentes participan en cursos de formación laboral según sus intereses trabajando en el albergue, durante su estancia, en tareas de mantenimiento o cocina, por ejemplo. Al cabo de dos años, algunos pueden pasar al programa de ampliación del centro en el que 18 personas se trasladan a una sección diferente del edificio y acceden a puestos de trabajo con empleadores, lo que les facilita tener más libertades, comprar su propia comida y dejar de tener restricción de movilización nocturna (toque de queda).

Sin embargo, las habilidades sociales que aprenden por el camino pueden ser lo más importante que se lleven de su formación laboral en el hogar.

"Tienen que aprender a controlar la ira y a trabajar con otras personas porque llevan muchos años en la calle y han perdido esas habilidades", afirmó González. Y aunque la mayoría de ellos son "muy inteligentes", su capacidad para trabajar con otros se ha visto atrofiada por la adicción y la vida en la calle.

"Como adictos sin hogar, han vivido muy individualizados. Nunca han podido desarrollarse", explicó la Hna. Rosemarie González.

GSR: Dice que empiezan con las adicciones siendo jóvenes. ¿Qué es lo que precipita el consumo de drogas? ¿Es fácil conseguir drogas en San Juan?

González: En Estados Unidos sabemos que la mayoría de los sintecho, por lo que vemos en las estadísticas, son personas que han perdido su trabajo o padecen enfermedades mentales. Creo que el problema de la adicción está creciendo en Estados Unidos, pero para nosotros el problema de la adicción siempre ha sido el 80 % de las personas sin hogar. No son personas que simplemente no trabajan o han perdido su empleo. Así que hay que ayudarles a superar la adicción, pero también todo lo que han perdido a causa de esa adicción.

Aquí [en Puerto Rico], las personas solemos celebrar muchas cosas. Cualquier fiesta que haya tiene que ser con alcohol, así que tanto eso como las drogas son muy fáciles de conseguir. Y ahora con las pastillas (no solo los opiáceos, sino también otros medicamentos) saben lo que tienen que decirle al médico si quieren obtener una receta.

¿Cuál es el perfil habitual de alguien que acude a su refugio?

Normalmente han sufrido abusos por parte de un familiar; también violencia, sobre todo a manos de padres bajo los efectos del alcohol; [y tienen] experiencias traumáticas. Mayoritariamente han consumido drogas presionados por sus compañeros, pero sobre todo para huir de los problemas. No son necesariamente personas que procedan de hogares pobres. Es una mezcla. Muchos de ellos, como han empezado a una edad temprana, no saben cómo enfrentarse a las dificultades de la vida, así que consumen como vía de escape.

Cuando empecé, el mayor problema era el alcoholismo. Luego fueron las otras sustancias (heroína, cocaína...) y ahora son más bien las sintéticas. Por primera vez en 27 años, hemos tenido sobredosis. Tuvimos seis sobredosis; uno murió. La primera no la vimos venir y no se trata solo de eso. [El efecto] llega rápido, en cinco o diez minutos, y si no te mueves rápido, la persona muere. La mezcla de sustancias que están usando lo ha hecho más difícil en los últimos años.

¿Cómo los encontraron?

A veces los trae la policía. A veces vienen por su cuenta o porque han oído hablar de otros que se han quedado aquí. A veces sus familias los sacan de la calle y los convencen para que vengan. A veces salen de la cárcel y no tienen adónde ir, así que vienen aquí. Pero tienen que venir voluntariamente.

El Hogar del Buen Pastor de San Juan de Puerto Rico dispone de 50 camas con un dormitorio para mujeres y tres para hombres. (Foto: GSR/Soli Salgado)

El Hogar del Buen Pastor de San Juan de Puerto Rico dispone de 50 camas con un dormitorio para mujeres y tres para hombres. (Foto: GSR/Soli Salgado)

 

Explíqueme en qué se diferencian las 50 personas que permanecen en el centro de acogida y las 18 que siguen el programa a largo término.

Tenemos sitio para 42 hombres y ocho mujeres. [Simplemente hay más hombres en la calle]. Cada persona lleva el proceso de forma diferente en cuanto a duración. Cuando creemos que están preparados para encontrar un trabajo, cosa que suele ocurrir al cabo de un año, tenemos una sección del edificio a la que los trasladamos. Allí tienen muchas más libertades en cuanto a su horario para que puedan buscar trabajo y aceptar trabajos que quizá sean de noche.

Y luego tenemos vales para 13 apartamentos para los que terminan aquí, tienen un trabajo y están listos para su propia vivienda, si hay espacio. Tienen esa opción.

También teníamos esa opción para las mujeres, pero ellas no nos pedían ayuda. Muchas de ellas se prostituyen en lugar de pedirnos ayuda.

¿Cuáles son algunos de los mayores retos a los que les ve enfrentarse cuando abandonan el programa?

La mayor dificultad es que no tienen a 50 personas a su alrededor. Se encuentran solos en su apartamento. Esa es otra razón de lo que denominamos la expansión, puesto que hay menos gente allí, se compran su propia comida con los cupones de alimentos y empiezan a ser independientes para que cuando salgan no sea un shock tan grande.

El Hogar del Buen Pastor de San Juan de Puerto Rico tiene una galería con artículos enmarcados sobre este centro y fotos grupales de los residentes. Aquí, la Hna. Rosemarie González recuerda a un grupo de personas, algunas de ellas ya fallecidas, que montaron un negocio juntas. (Foto: GSR/Soli Salgado)

El Hogar del Buen Pastor de San Juan de Puerto Rico tiene una galería con artículos enmarcados sobre este centro y fotos grupales de los residentes. Aquí, la Hna. Rosemarie González recuerda a un grupo de personas, algunas de ellas ya fallecidas, que montaron un negocio juntas. (Foto: GSR/Soli Salgado)

Hábleme de un caso específico que se le haya quedado grabado en la memoria.

Una mujer vino unos dos años después de que abriéramos el centro. Estudiaba Enfermería, pero había sido adicta durante bastante tiempo y también había caído en la prostitución, así que cuando vino no fue fácil. Muchas de ellas vienen con actitudes que hay que tratar, [como] mucha rabia, miedo. Y ella vino con mucha rabia.

Tuvo algunas recaídas [casi todos tienen recaídas], pero siguió trabajando y, al cabo de seis meses, volvió a estudiar además de asistir a todas las reuniones de Alcohólicos Anónimos que teníamos aquí. Se graduó como enfermera y la contratamos para trabajar en este centro. Luego el ayuntamiento la contrató para sus clínicas públicas y ahora está celebrando su 25 aniversario de estar limpia. Es alguien que ha pasado por todo el proceso de principio a fin.

Habla de estos casos con mucha paciencia. ¿Tuvo problemas al principio para no juzgar?

Al principio fue muy duro. Yo no había estudiado nada sobre adicciones o personas sin hogar y en aquel momento no había mucha ayuda para las personas sin hogar adictas aquí en Puerto Rico.

Nuestras hermanas tienen una escuela aquí y empecé repartiendo el almuerzo. Lo que quedaba en la cafetería se lo daba a los adictos que en ese momento eran alcohólicos. Lo hice durante dos años y estaban bien, pero seguían en la calle. Estaban contentos porque tenían comida, pero yo no veía ningún progreso.

El mosaico en la pared exterior del Hogar del Buen Pastor en San Juan, Puerto Rico, fue realizado por un antiguo residente ya fallecido. (Foto: GSR/Soli Salgado)

El mosaico en la pared exterior del Hogar del Buen Pastor en San Juan, Puerto Rico, fue realizado por un antiguo residente ya fallecido. (Foto: GSR/Soli Salgado)

 

Lo que pasó fue que me encontré con un niño pequeño que me preguntó si yo era de Dios y le dije que sí. Tuvimos una conversación y él me preguntó que si yo encontraba a alguien tirado en la calle, ¿lo llevaría a mi casa y cuidaría de él? Y yo tragué saliva. Pero fue en ese momento cuando lo entendí, porque estaba buscando lo que Dios quería que hiciera. Me llamó la atención cuando me preguntó si lo llevaría a mi casa. Tendría que conseguir un lugar y vivir allí también, así que eso fue lo que hice.

No tenía estudios ni formación para ello. Tenía la vida en comunidad detrás de mí, así que para mí eso era básico en todo el programa. Cuando empecé, la gente venía y se quedaba un tiempo y luego tenían una recaída y se iban. Fue muy duro para mí porque realmente no entendía lo que estaba pasando. No entendía las dificultades que atravesaban. Llegar a conocerlos, ver cómo se marchaban y verlos de nuevo por aquí en malas condiciones y sufriendo de verdad fue duro para mí.

Esto era algo diferente para mi congregación. Normalmente estamos en escuelas. Y sabían que necesitaría apoyo, ayuda, así que me pidieron que fuera a ver a un psiquiatra amigo suyo. Y poder hablar con él de mis miedos, mi tristeza, mi decepción con tantos que empiezan y no terminan —tenemos gente que vuelve tras cuatro, cinco, ocho intentos—. No es fácil para ellos. Poder compartir eso me ayudó a mantener la cordura y a no dejar que me afectara.

Empecé a darme cuenta de que no era algo que yo no hiciera y que era de esperar. En cierto sentido, eso siempre me ha mantenido alerta para ver qué más se puede hacer o cómo se pueden hacer las cosas mejor.

Y pienso: "Dios, déjame ver que son personas como los demás. Tienen sus defectos y sus limitaciones, y tienen sus dones". Y vivir aquí con ellos me ayudó a ser más compasiva.

La Hna. González afirmó que muchos residentes le cuentan que viviendo en el Hogar del Buen Pastor en San Juan, Puerto Rico, es la primera vez que realmente ven el océano, ya que antes no se encontraban a la altura suficiente para apreciarlo. (Foto: GSR /Soli Salgado)

La Hna. González afirmó que muchos residentes le cuentan que viviendo en el Hogar del Buen Pastor en San Juan, Puerto Rico, es la primera vez que realmente ven el océano, ya que antes no se encontraban a la altura suficiente para apreciarlo. (Foto: GSR /Soli Salgado)

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 5 de mayo de 2020.