Un monumento a los estudiantes universitarios que murieron en las protestas de 2018 contra el gobierno del presidente nicaragüense Daniel Ortega se observa en la Universidad Politécnica de Nicaragua en Managua. A principios de febrero de 2022, la Asamblea Nacional de Nicaragua ordenó la revocación de la personalidad jurídica de cinco universidades, incluida una universidad católica, junto con varios proyectos educativos y caritativos católicos. (Foto: CNS/Reuters/Oswaldo Rivas)
El nacimiento de un bebe es un acontecimiento que trae mucha esperanza y anticipación. Cuando un bebe respira por primera vez durante el parto, escuchamos un llanto fuerte y vemos cómo el impulso y el aliento de la vida lo transforman todo. El primer llanto del bebé es el momento en el que el proceso del parto pasa del antes al después.
En Nicaragua existe un deseo profundo de respirar sin dolor. La expresión: “Me duele respirar”, hace referencia a las palabras de un adolescente que luchó por vivir cuando alguien dio la orden de disparar a matar mientras él ofrecía agua a estudiantes que protestaban.
Los dos escenarios anteriores nos colocan frente a una nueva narrativa del nacimiento de Jesús desde nuestra realidad. Debemos recordar que pasó su infancia en una época marcada por la violencia, el encarcelamiento y el exilio. Su infancia no fue muy diferente de la que vivimos hoy en día.
En el pesebre frágil y lleno de escombros de la situación nicaragüense, Jesús nace con fuerza para demostrar una vez más que la bondad, el amor y la paz son signos que irrumpen como luz en medio de las tinieblas.
Jesús nace en el anhelo profundo de un pueblo que perdió el miedo y se atrevió a desafiar —y denunciar con valentía— estructuras injustas que lo oprimen.
¡Hay tantos brotes de vida! Constatamos que Jesús sigue naciendo al ver en las miradas y en los corazones de tantos hombres y mujeres de a pie que día tras día se levantan para poner en marcha la vida, los sueños y el deseo de que todos y todas podamos vivir con dignidad.
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Contemplamos con delicadeza a Jesús que nace en un pueblo que lucha por mantener la esperanza de que pronto, muy pronto, vendrá su liberación. Arraigados en la fe de que el Dios de Jesús no abandona, continuamos con nuestros ojos fijos en Él, esperanzados en que esa nueva tierra resurgirá. [Cfr. Isaías 43, 19].
Jesús continúa naciendo en cada hermano y hermana nuestra que aunque estén injustamente condenados, siguen soñando libertad en colectivo; siguen sumando y levantando la voz detrás de los barrotes de un calabozo.
Jesús continúa naciendo en cada persona que resiste y se niega a aceptar una vida de oscuridad; continúa naciendo en la Palabra encarnada, aunque a veces sea aplastada por a quienes les molesta su luz; aquellos y aquellas que se jactan en recitarlas y citarlas, pero se olvidan que hay que practicarla.
Jesús sigue naciendo en los miles y miles que se arriesgan a cruzar las fronteras cada día para buscar y sostener la vida de los y las que se quedan; de sus familias, sus amigos y vecinos. Jesús también nace en los y las que se quedan, sustentando y resguardando los valores humanos, la riqueza del patrimonio cultural y el derecho a permanecer y pertenecer a la tierra que los vio nacer.
Esperaremos activamente el nuevo sol que brillará con justicia y la nueva vida cuya luz no se apagará, y ese nuevo nacimiento traerá consigo a la niña que llamaremos Libertad.
Nota del editor 1: La nueva serie de Global Sisters Report, Esperanza en medio de la confusión: Hermanas en zonas de conflicto, ofrece una mirada a las vidas y los ministerios de las religiosas que sirven en lugares peligrosos de todo el mundo. Las noticias, las columnas y las entrevistas de esta serie incluyen, en 2023, a hermanas de Ucrania, Nigeria, Kenia, Sri Lanka, Nicaragua y otros países.
Nota del editor 2: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 14 de marzo de 2023.