Las Dominicas de la Presentación decidieron adoptar una iniciativa para dar un nuevo uso a su propiedad en París a medida que disminuían sus miembros. En la foto, la Maison St-Charles, en el distrito 15, que alberga a las hermanas y a personas que necesitan alojamiento barato, un espacio de trabajo conjunto, tres salas de reuniones en alquiler y 15 habitaciones para invitados. (Foto: Elisabeth Auvillain)
Una a una, las 20 hermanas que viven en la Maison St.-Charles, en el distrito 15, caminan hacia el comedor donde tomarán juntas el almuerzo. La Hna. Dominique, que ha estado trabajando en el jardín, se quita los zapatos sucios. Se sientan alrededor de pequeñas mesas en la nueva casa a la que se han mudado recientemente.
Las hermanas viven en unos pequeños apartamentos nuevos a la derecha del patio. El edificio, de planta cuadrada, sigue pareciendo un claustro. Las personas que se benefician de las viviendas sociales (padres solteros con sus hijos y estudiantes) viven en apartamentos situados en su mayoría al otro lado del patio.
Las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación de la Santísima Virgen, generalmente conocidas como Hermanas Dominicas de la Presentación, son una congregación fundada en 1697 en Francia. En 1870 se hicieron con una propiedad en un lugar que en 1859 se había incorporado a la ciudad de París, como hicieron muchos institutos religiosos por poco dinero en los siglos XVIII y XIX para construir sus conventos y escuelas.
Ahora la situación es diferente: cada vez hay menos religiosos y religiosas, y las congregaciones han ido vendiendo estas propiedades. Las ventas generan una gran cantidad de dinero, ya que las propiedades suelen estar en buenas zonas de la capital, en el centro o en la parte occidental de París. La Maison St.-Charles, por ejemplo, está en un barrio dinámico donde las familias disfrutan de buenos colegios, comercios y servicios.
Una hermana reza en la capilla de la Maison St-Charles, donde las hermanas se reúnen para rezar las vísperas a las 18:30 antes de cenar. También disponen de una sala comunitaria en el tercer piso con vistas al sagrario de la capilla. (Foto: Elisabeth Auvillain)
En lugar de esperar hasta el último momento, las Hermanas Dominicas de la Presentación pensaron en algo distinto.
“Normalmente, las congregaciones de religiosas que envejecen esperan hasta que no les queda más remedio que vender su propiedad. Nosotras tomamos otra decisión. Queríamos asegurar la perennidad de nuestra vocación”, declaró a Global Sisters Report la Hna. Véronique Margron, priora de las Hermanas Dominicas de la Presentación y presidenta de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Francia.
“Queríamos crear algo útil, fuerte, duradero y bello que estuviera en consonancia con nuestra vocación de hospitalidad y solidaridad, los valores de nuestra congregación, y también un lugar de espiritualidad”, contó.
Margron explicó que el padre Joseph-Charles Bayle compró la propiedad en 1862 para albergar un orfanato más grande que el que la congregación dirigía en la Rue Notre Dame des Champs, situado más cerca del centro de París, que “se había quedado pequeño para acoger a más niños”.
Tras adquirir la propiedad en 1870, las hermanas construyeron una escuela primaria a la que rodeaba un parque donde a los niños del barrio les gustaba jugar. Las hermanas cerraron finalmente la escuela en 2016, porque el edificio necesitaba mucho mantenimiento y las hermanas se estaban haciendo mayores. Las familias cercanas lamentaron el cierre del parque y los alumnos, algunos de los cuales no tenían familiares que se ocuparan de ellos y habían sido enviados por los servicios sociales, tuvieron que ir a diferentes escuelas.
¿Qué podían hacer las Hermanas Dominicas de la Presentación con un terreno tan grande? Optaron por buscar formas de optimizar el espacio, incluyendo los edificios que aún podían utilizarse, de forma que siguieran siendo fieles a su ideal de hospitalidad.
“Empezamos a examinar las posibilidades en 2012, analizamos diferentes proyectos. Finalmente, Habitat et Humanisme, un organismo sin ánimo de lucro que gestiona viviendas sociales en Francia, presentó un proyecto que parecía ajustarse a nuestros deseos”, explicó Margron. "Por supuesto, nunca pensamos que sería tan grande. Nos arriesgamos. Habría sido más fácil vender el terreno”, acotó.
Las hermanas almuerzan en la Maison St.-Charles, en el distrito 15 de París. De las 20 religiosas que viven allí, 12 son Hermanas Dominicas de la Presentación, cuya congregación en Francia se remonta a 1697.
Habitat et Humanisme es una asociación subvencionada por donantes que se dedica a financiar proyectos de vivienda para personas necesitadas; fue fundada en 1985 por un sacerdote, Bernard Devert, que trabajó en el sector inmobiliario antes de ingresar en el sacerdocio.
Las hermanas dominicas confiaron a Habitat et Humanisme la gestión de la Maison St.-Charles, explicó Michel Ancery, director de la oficina.
El proyecto tardó diez años en hacerse realidad. En 2017 se eligió el diseño definitivo. Parte del terreno se vendió a una empresa inmobiliaria para construir 35 apartamentos de alto standing. La venta permitió a la congregación financiar su ambicioso proyecto para el resto de la propiedad: alojar a personas que solicitaron apartamentos de alquiler económico gestionados por la ciudad de París. A principios de este año, todo estaba ya listo y la gente se mudó.
Además de viviendas sociales, la Maison cuenta con una gran sala de trabajo colaborativo (cotrabajo o coworking) y tres salas de reuniones en alquiler. También hay quince habitaciones de invitados a disposición de los visitantes que vienen a París y no pueden permitirse pagar un hotel. Por ejemplo, los miembros de una asociación francesa que celebran su asamblea general anual en París pueden tener dificultades para encontrar un lugar donde alojar a un precio razonable a quienes viajan desde lugares lejanos.
En un día normal, unas 100 personas viven o trabajan en la Maison St.-Charles. Durante el día, el lugar es muy tranquilo. "Todos los que viven aquí tienen trabajo", afirmó Ancery. Trabajadores voluntarios se ocupan del jardín donde plantan flores, frutas y verduras. Se invita a los residentes a ayudar allí durante los talleres de los fines de semana.
La capilla se volvió a construir: el techo alto permitió dividir la sala por la mitad desde abajo, y ahora se encuentra en el segundo piso, encima del vestíbulo. Es mucho más pequeña que la capilla anterior y cuenta con hermosas vidrieras de un artista local. Las hermanas se reúnen en la capilla para rezar las vísperas a las 18:30 antes de cenar. También tienen una sala comunitaria en el tercer piso con vistas al sagrario de la capilla.
Tan solo 12 de las 20 hermanas que viven allí son dominicas. Otras tres hermanas pertenecen a la Sociedad de las Auxiliadoras de las Almas Santas, que tiene su casa principal en otro barrio parisino a media hora de distancia. Una hermana pertenece a la congregación de Santo Domingo; dos son Xavières; y otras dos son Canonesas de San Agustín de la Congrégation Notre-Dame. Únicamente una hermana, una dominica de Colombia, sigue vistiendo su hábito. Todas tienen entre 70 y 97 años y se ofrecieron voluntarias para ir a la Maison St-Charles.
“Me gustaba la idea de estar con hermanas de otras congregaciones. También me pareció una buena idea vivir en un lugar en el que convivieran distintas generaciones”, declaró la Hna. Marie Armelle a GSR.
La Hna. Marie Armelle, la primera de las hermanas que se mudó a la Maison en noviembre de 2021, lamentó que los residentes no pasasen más tiempo juntos. Algunos se reúnen los sábados por la mañana para tomar café en el jardín cuando el tiempo lo permite. Pero la mayoría de los residentes no disponen de mucho tiempo; cada inquilino tiene un trabajo al que acudir.
Diez familias con un total de 12 niños pequeños y dos bebés viven actualmente en pequeños apartamentos. Se supone que las familias monoparentales (en su mayoría madres, pero también dos padres, con uno o dos hijos) se mudarán a un piso propio al cabo de dos o tres años. Un estudiante y una madre soltera con un hijo comparten dos apartamentos más grandes.
“Para los residentes no solo queríamos un lugar donde vivir, sino un lugar al que pudieran llamar hogar”, aseguró Margron a los invitados a la ceremonia de inauguración en septiembre. “Un lugar donde convivieran distintas generaciones y se reunieran para tomar café o comer; [un lugar] para conocerse".
Esto lleva tiempo. Algunos residentes acuden a la biblioteca para aprender o mejorar el francés con la ayuda de una hermana. Durante una temporada, la Hna. Monique, de 80 años, se entretenía leyendo cuentos a los niños, a quienes les encantaba estar con ella. Tuvo que dejarlo por motivos de salud.
La Hna. Marie Armelle, de 84 años, aseguró que estaba deseando realizar más actividades con los residentes.
“Sufrí un episodio muy grave de COVID y tuve que guardar reposo durante un año, por lo que interrumpí muchas de mis actividades", explicó la antigua profesora y añadió: “Ahora leo cuentos a los niños discapacitados que asisten a una escuela cercana”.
Otras hermanas llevan café a personas sin hogar o ayudan a niños que asisten a escuelas cercanas.
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Muchas personas que pueden optar a una vivienda social necesitan ayuda para entender la vida en una ciudad que no siempre conocen: cómo gestionar un presupuesto, por ejemplo, o cómo conseguir la ayuda económica a la que tienen derecho, como su seguro médico y algunas prestaciones. Los ayuntamientos tienen listas de las personas de su zona que necesitan ayuda y son quienes les buscan alojamiento.
Trabajadores sociales pagados por Habitat et Humanisme acuden a la Maison St.-Charles dos veces por semana para ayudar a los residentes a afrontar los problemas cotidianos. La mayoría recibe un subsidio del ayuntamiento para pagar el alquiler, pero una vez que consiguen un trabajo, pueden solicitar un alojamiento a más largo plazo. Los voluntarios ayudan a los residentes a superar estos nuevos retos para que puedan ser independientes.
Mientras tanto, los girasoles del jardín dan un maravilloso toque de color al lugar. Pronto se podrán tomar algunas fresas. Los voluntarios vienen con frecuencia a cuidar las plantas.
“Es un lugar donde se reúne gente diferente”, afirmó Muriel, una de las jardineras que está jubilada y vive en el barrio. “Me parece muy bonito”, expresó.