La Hna. María Guadalupe Valdez Mora explicó a Global Sisters Report el apostolado de trabajar con madres solteras. La fundadora de la Casa Hogar Franciscana, conocida como Libradita de Arandas, Jalisco, inició el primer hogar para madres solteras en una iglesia abandonada en 1889. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
En las afueras de la ciudad colonial de Durango, Durango, en el norte de México, muy lejos del centro histórico con su bella catedral y calles empedradas, está una zona industrial de caminos polvorosos, fábricas y comercio. Por aquí, hay pocas casas y aún menos árboles. El sol quema a todas horas y el zumbido de camiones diésel suena sin cesar.
Es aquí donde las Franciscanas de Nuestra Señora del Refugio establecieron la Casa Hogar Franciscana para Mamás Solteras hace 25 años. Su misión es guiar a la madre soltera para que redescubra su dignidad y se integre positivamente a la sociedad.
Actualmente, se refugian entre 25 y 30 mamás solteras y sus hijos en Casa Hogar Franciscana. A pesar de que no reciben asistencia del Gobierno, la hermana María Guadalupe Valdez Mora, una franciscana de Nuestra Señora del Refugio, dijo a Global Sisters Report (GSR) que "la divina providencia" no deja de asistirlos.
GSR visitó la Casa Hogar Franciscana una fría mañana de noviembre y platicó con la Hna. Valdez Mora sobre su ministerio con las mamás solteras de Durango.
GSR: ¿Nos podría hablar de su congregación y su ministerio?
Hna. Guadalupe Valdez: Hace 100 años, una mujer embarazada era repudiada por la sociedad y su familia. Entonces, el 1 de junio de 1889, nuestra fundadora, la Madre Librada del Sagrado Corazón Orozco Santa Cruz, dijo: "Yo quiero hacer algo por esas muchachas y quiero ayudarlas".
El arzobispo de Guadalajara le dio una iglesia que estaba casi en ruinas. Esa iglesia tenía una casa abandonada a un lado. La madre la empezó a arreglar, y ahí tuvo a la primera mamá soltera, una muchacha que se llamaba María.
Libradita, como le decimos, tenía la perspectiva de la educación, y en un momento se preguntó: "Ya tengo a las muchachas, pero ¿qué vamos a hacer con sus hijos?".
De esa manera empieza el apostolado de la mamá soltera y el apostolado de la educación. Hoy, tenemos casas para la mamá soltera en Guadalajara, Aguascalientes y la de aquí, en Durango, que [lfunciona] desde el 1998, [cuando] se abrió.
Tres niños juegan y toman el sol en una fría mañana de noviembre. En este vasto terreno abierto pronto se construirán nuevos espacios para albergar a más familias. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
¿Qué servicios ofrecen?
Nuestro enfoque es la mamá soltera con sus hijos y las mujeres que son abusadas, psicológicamente y sexualmente. Yo principalmente busco que ellas se formen. Primero les pregunto su nivel académico:
—¿Acabaste la primaria? ¿Acabaste la secundaria? Si no, vamos a estudiar.
—¿Quieres trabajar? Muy bien, pero vas a acabar la escuela; si no, no hay trabajo.
Son reglas que yo les pongo, porque la educación les va a ayudar a salir adelante.
Trabajamos con red de ayuda trasversal. Estamos trabajando con otros institutos y llegan personas a hacer talleres: por ejemplo, de prevención de violencia. También tengo un instituto que se llama CAPA Norte, donde les dan tratamiento de psicología y psiquiatría.
¿Qué tareas hacen las hermanas? ¿Qué se requiere de las muchachas? ¿Cómo es un día típico?
Nosotras como religiosas nos levantamos a las 5:30 a. m. a rezar y a esperar la santa misa, luego a preparar los alimentos. A las jóvenes las despertamos a las 8 a. m. para desayunar. No todas las mamás pueden asistir a misa, porque tienen que arreglar a sus hijos que entran a la escuela a las 8 a. m. Hay mamás, por ejemplo, que salen de trabajar a las 2 a. m., y aunque les cuesta levantarse para arreglar a sus hijos, lo tienen que hacer.
Después de desayunar, cada mamá tiene que ocuparse de la limpieza de la casa. Luego, nos ayudan a cocinar. Nosotras [las religiosas] nos encargamos de lo administrativo, y siempre es de noche cuando hay silencio en la casa.
Llegan los niños a la 1 p. m. de la escuela y descansan o juegan en el área de recreación. Después, comemos a las 2 p. m. y los niños descansan un rato. A las 4 p. m. les ayudamos a hacer su tarea, algo educativo o algún dibujo. A las 6 p. m. tocamos la campana, y religiosas, mamás e hijos rezamos el rosario. Luego, nos quedamos en la capilla haciendo más oración. Normalmente tocamos a las 8 p. m. para la cena y luego a dormir.
Nosotras, las religiosas, también necesitamos descansar después de estar con ellas todo el día.
¿Cómo llegan las muchachas? ¿Hay un perfil típico?
A veces trabajamos con la procuraduría. Ellos me traen a niñas de 16 o 17 [años] y con hijos. En esos casos, me ayudan con pañales y leche, pero yo me encargo de lo demás. A veces las trae el Grupo Esmeralda (un programa de prevención de la violencia familiar). Y a veces ellas llegan tocando la puerta.
La realidad de la sociedad ha cambiado muchísimo. Antes las muchachas llegaban de un rancho [una finca o propiedad rural], abusadas a veces por el mismo papá o algún pariente. Ahora, nos llegan muchachas con drogas. Varias de las muchachas que tengo aquí en la casa usan drogas modernas y dañinas como el cristal.
Las drogas meten cosas horribles en sus cabezas que las dañan. Yo les digo que no quiero muchachas con adicciones. ¿Pero qué hago si me están tocando la puerta? Lo malo es que traen otra criaturita detrás de ellas.
Original imagen de la Madre Libradita en una de las paredes exteriores de los dormitorios donde se hospedan las mamás solteras con sus hijos. Las paredes de Casa Hogar Franciscana están cubiertas de bellos murales con representaciones del embarazo, la feminidad, la Virgen María y el amor divino. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
¿Y cómo han respondido a esos cambios?
Nosotras tenemos que estar cambiando con la sociedad. Yo me pongo a investigar a sus papás…y también están en la droga. De ahí viene una cadena. Esta muchacha que me está tocando la puerta no conoció a su mamá o papá, y ahora que tiene hijos, quiere romper esa cadena. El fin es romper la cadena de violencia y abuso. Si no tomamos riendas en el asunto, el hijo será otro delincuente o drogadicto.
¿Qué otros retos enfrentan?
Las muchachas no quieren estar institucionalizadas y no quieren reglas. Quieren hacer su voluntad, y yo les digo que aquí hay reglas porque somos una familia. Tienen su habitación y su cama, pero tienen que dejar ropa y cuarto limpio, y niño arreglado, pero les cuesta porque no están acostumbradas. Tienen que tener ganas de salir adelante. Es que, si no tienen ganas, ni siquiera las tenemos que correr, ellas se van.
Esto es estar 7 días a la semana durante 24 horas al día con ellas. Somos tres religiosas, y es pesado. De todos modos, yo me siento contenta en esta labor. Es desgastante, porque es siempre estar educando y hablando con ellas. Hay que hablarles claro, sencillo y con la verdad. A veces pienso que no me entienden, no me escuchan y vuelven a hacer lo mismo, pero esto es un trabajar todos los días con ellas.
El Gobierno no nos ayuda en nada. Tenemos que mantenernos de lo que la gente nos da, de la caridad. Entonces, vamos a Caritas por alimentos los jueves a las 2 p. m. Los viernes es algo extraordinario, que es el bazar, y estamos atendiendo a gente toda la mañana. Viene mucha gente y vendemos las cosas muy baratas.
Dentro de Casa Hogar Franciscana hay una pequeña capilla donde todos los días se celebra la santa misa por la mañana y se reza por las tardes. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
¿Me podría hablar de un caso reciente y cómo fue que le ayudaron?
Tengo una joven de 16 años que tiene a su niña de 2 años. Ella me impactó mucho porque desde los 3 meses estuvo en una casa hogar del DIF. Su mamá era drogadicta y su papá no la reconoció. Su mamá tuvo más hijos, pero los regaló o los vendió. A ella y su hermanita no las regalaron. Las metieron de muy pequeñas al DIF porque se las quitaron a su mamá.
Cuando ella tenía entre 10 y 12 años, la quiso recuperar la abuela. Entonces, la abuela se la lleva a un pueblo de la sierra en el norte del estado (por su seguridad no daré el nombre) y la empieza a prostituir. Ella dice que la llevaron con señores de más de 50 años. A ella no le gusta esto, y le habla al DIF porque quiere regresar, pero no le hacen caso. Luego, ella se escapa de la abuela y se viene a Durango e ingresa al DIF. Ella prefiere estar ahí, aunque se le haga duro estar internada.
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Después llega la abuela, [quien] dice que tiene la tutoría y se la vuelve a llevar a la sierra. Ella se vuelve a escapar de la abuela, pero ya no regresa con el DIF. Se va con una amiga y empieza a trabajar a los 14 años en una taquería. Pronto, se embaraza de un muchacho. Él la abandona y lo meten en la cárcel por drogas.
En el caso de esta muchacha, me la trajo la procuraduría porque no encajaba con las adolescentes donde vivía, por su niña. Se dieron cuenta de que traerla aquí era una alternativa para mantenerlas juntas.
Yo veo a esa niña de 16 años, y [la veo] como [a alguien] viene arrastrando esa historia de vida. Ella no ingiere drogas, pero por su estado de afectividad, le estoy dando tratamientos con la psicóloga. Lo bonito es que ella no quiere lo mismo para su hija, y no quiere que las separen.
Un altar en el patio dedicado a la Virgen de Guadalupe, alrededor del cual todas las tardes, a las 6, como comunidad se reza el rosario. Después, se continúa la oración en la capilla hasta las 8 p. m. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
¿Cómo se hizo religiosa y cómo llegó aquí?
Yo tengo una familia disfuncional. Somos 9 hijos. Uno estuvo 20 años en la cárcel, y otros eran drogadictos. Soy de Guadalajara. A pesar de eso, mi mamá trató de infundirnos a Dios y no dejaba de llevarnos al catecismo.
Cuando era adolescente, unas amigas me invitaron a misiones con los franciscanos. Nos llevaron a Nayarit, con los Huicholes. Entonces, yo soñé con casarme con una persona que fuera misionero.
Ese era mi sueño de 15 años. Pero a los 17, Dios tenía otro llamado para mí. Me invitó una madre a su convento. Y yo, al ver a la madre tan bonita, sonriente y alegre a sus 60 años, dije: "¡Qué bonita es esa vida!". Y decidí hacer una experiencia de 15 días. A los 8 días dije: "Yo no me regreso a mi casa".
Una prioridad de Casa Hogar Franciscana es la educación. Todas las tardes, los hijos de las mamás solteras hacen su tarea, estudian y dibujan en el patio con la ayuda de las tres religiosas. (Foto: Jesús Leyva/ GSR)
Estuve 2 años en Mexicali y 9 años en Estados Unidos con los migrantes, viendo ese dolor y esa realidad de nuestros hermanos en tierras extranjeras. Después, quise trabajar con las familias. Aprendí más de la familia y cómo manejar a los adolescentes. Entonces, me mandaron aquí a Durango.
Le doy gracias a Dios por el llamado que me hizo. Nunca me imaginé que yo podría hacer alguna labor social.
¿Qué ha aprendido en su tiempo aquí con las mamás solteras? ¿Alguna reflexión?
Me siento satisfecha y contenta del trabajo que hacemos, porque vas viendo que va quedando una semillita en las muchachas, aun con las que se van o no quieren estar aquí. Se les va quedando algo, y para mí siempre será una gran satisfacción que ellas se vayan con un sueño o pensamiento positivo. Para mí, ese será el mayor pago y la mayor satisfacción.
Le digo a las muchachas: "Sé lo que es el dolor, pero también sé que hay algo más a que aspirar". Y eso es lo que yo trato de infundirles a ellas, que piensen más allá.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 27 de febrero de 2024.