El panel de septiembre de La Vida preguntó a las hermanas: ¿Cuándo se han relacionado con personas cuyas experiencias de vida son radicalmente distintas a las suyas y cómo han transformado esas interacciones sus ideas preconcebidas sobre la vida?. (Foto: cortesía Marlene Quispe)
La vida religiosa a menudo nos lleva a encontrarnos con diversas culturas y tradiciones religiosas. Estas experiencias pueden desafiar profundamente nuestras creencias más arraigadas y, en ocasiones, convertirse en puentes que superan divisiones culturales y espirituales, enriqueciendo así nuestro caminar en la fe.
Este mes preguntamos a nuestras panelistas: ¿Cuándo se han relacionado con personas cuyas experiencias de vida son radicalmente distintas a las suyas y cómo han transformado esas interacciones sus ideas preconcebidas sobre la vida?
La Vida, testimonios de la vida consagrada
Blanca Alicia Sánchez Olvera es una hermana de la Fraternidad Misionera Verbum Dei de Ciudad de México. Recibió formación temprana y estudios en Guadalajara, México; tiene una licenciatura en Roma y otros cursos en Filipinas, Portugal, México y Londres. Como profesora de teología dogmática y directora espiritual, ha realizado trabajo vocacional, retiros y formación de novicias. Fue formadora en el Centro Internacional de Formación Misionera de España y en los noviciados de la Isla de Wight (Reino Unido) y Cebú (Filipinas).
Recuerdo el día en que comencé a estudiar en una escuela de formadores en la Ciudad de México. Una tarde nuestros profesores nos llevaron a un sector muy popular de la ciudad para visitar a los más vulnerables de la población. Entramos a la casa de una congregación religiosa que se dedica a acompañar a mujeres solteras y mujeres con hijos, llamadas sexoservidoras, por ser trabajadoras sexuales. Entonces pregunté: "¿Qué significa esto y por qué se llaman así?".
De pronto, miles de pensamientos, dudas, críticas y juicios pasaron por mi cabeza. La hermana nos explicó que su congregación ayudaba a este grupo de mujeres facilitándoles formación humana, espiritual, atención médica y guardería para sus hijos.
La hermana me invitó a visitar a una señora llamada Lupita para que ella misma aclarara mis dudas. Caminamos hacia una esquina del barrio donde se encontraba Lupita. Me acerqué a conversar con ella, aunque mi corazón estaba lleno de prejuicios que levantaban muros enormes, destruyendo puentes de escucha profunda.
"Las flores sencillas del campo parecen sonreír a la creación de Dios y a todos": Hna. Blanca Sánchez. Imagen: Campo de flores silvestres en Tapaxco, estado de México, México. (Foto: cortesía Blanca Alicia Sánchez)
Me preguntaba: ¿Cómo es posible que esta congregación permita que se llamen sexoservidoras? ¿Es acaso un trabajo o fomentan la prostitución? Todos estos juicios se congelaron en mi mente ante la sonrisa acogedora y sincera de Lupita; ella me explicó que pertenecía a un grupo de trabajo llamado sexoservidoras. Para ellas es un trabajo voluntario, ya que no son explotadas ni obligadas ni víctimas de trata de personas. En su caso, al no poder conseguir trabajo por falta de estudios, decidió unirse a este grupo para poder alimentar a sus hijos y pagar sus estudios. El padre de sus hijos la abandonó, y fue entonces cuando se unió a este grupo para poder mantener a sus hijos.
Lupita estaba emocionada al contarme sus luchas, lágrimas y risas. Le pregunté si su familia sabía de este trabajo, a lo que respondió: "Mis hijos lo saben y no se avergüenzan de mí; están muy agradecidos porque les he dado casa, alimento y estudios". Y agregó: "Pronto terminaré de pagar mi propio salón de belleza y podré realizar mi sueño de ser estilista". Sus ojos se llenaron de lágrimas y emoción al pensar en que pronto tendría un nuevo trabajo para pagar la universidad de sus hijos.
En ese momento sentí cómo todas las murallas se derrumbaban, los juicios se disipaban y mi corazón volvía a sonreír. Es la sonrisa del corazón que germina cuando nos relacionamos con personas cuyas experiencias de vida son radicalmente distintas de las nuestras, si les permitimos que trastoquen nuestros esquemas e ideas preconcebidas.
¿No será acaso lo que Jesús ha hecho en la cruz?: ¿permitir que nuestras vidas tan diferentes a la suya le trastoquen? En su costado abierto todos cabemos, no hay excepción de personas, raza, lengua o condición social. ¿Y si nosotros, como personas consagradas, permitiéramos que las personas toquen nuestros esquemas de vida? Seríamos como su costado abierto, como la sonrisa de su corazón.
"La sonrisa del corazón germina cuando nos relacionamos con personas cuyas experiencias de vida son radicalmente distintas de las nuestras, si les permitimos que trastoquen nuestros esquemas e ideas preconcebidas": Hna. Blanca Sánchez
La Hna. Helga Leija es una traductora titulada y con experiencia, y una hermana en proceso de traslado con las Hermanas Benedictinas del Monte Santa Escolástica en Atchison, Kansas. Se unió a Global Sisters Report como personal de enlace para el equipo de GSR en español en julio de 2022 y en julio de 2023 fue nombrada editora de columnas. Obtuvo una licenciatura en Estudios de Traducción de la Universidad de Texas en Brownsville y una maestría en Estudios Religiosos de la Universidad del Verbo Encarnado. Se ha desempeñado como maestra de preescolar, primaria y secundaria en aulas bilingües y de lenguaje dual. Es voluntaria de Traductores sin Fronteras. Le gusta escribir y pintar acuarelas, y cocinar comida mexicana.
A través de mi vida religiosa he tenido la oportunidad de viajar y realizar mi apostolado en distintos lugares. Soy originaria de la frontera entre México y Estados Unidos, por lo que antes de ingresar a la vida religiosa mis experiencias de vida habían estado limitadas a mis interacciones con personas fronterizas como yo. En mi lugar de origen es muy normal usar el espanglish y pagar con cambio mixto de dólares y pesos. El bilingüismo y biculturalismo son la norma.
Vista de una de las parcelas de maíz del monasterio de las Hermanas Benedictinas en Atchison, Kansas, EE. UU. Siguiendo la Regla de San Benito, las hermanas equilibran la oración y el trabajo. El trabajo manual diario es parte de su vocación monástica. (Foto: cortesía Helga Leija)
Aunque he vivido en varios lugares de Texas y pasé una corta temporada en Kenia (donde también hay una enorme variedad de culturas y lenguas), no fue hasta que me mudé a un pequeño pueblo en el centro de Estados Unidos, donde casi nadie es bilingüe, que me enfrenté a un modo de vida totalmente diferente al mío. En este pueblo se pueden contar con una mano las personas que hablan español. De vivir en una ciudad grande y ruidosa, pasé a un pueblo pequeño donde las personas tienen experiencias de vida muy distintas. Las primeras veces que iba al supermercado me miraban con recelo o quizás con curiosidad por ser la única persona que no es blanca. Pensé que no encontraría mi lugar aquí.
Con el tiempo he descubierto que son personas trabajadoras y de buen corazón. La mayoría tiene huertos o parcelas, y siembran y cosechan según la estación del año. Aquí he estado aprendiendo a cultivar la tierra, a agradecer cada producto que llega a mi plato y a distinguir un tomate comprado de uno cultivado en casa. Aún me cuesta distinguir la planta de la mala hierba; sin embargo, siempre me ayudan con mucha paciencia. Los vecinos, y mis hermanas, siempre están dispuestos a ayudar a quien lo necesite.
Muchas veces pensé que solo los migrantes trabajaban en los campos de Estados Unidos, pero he descubierto que hay muchos granjeros estadounidenses que también cultivan la tierra por amor al campo. Con el tiempo aprendí que aunque nuestras raíces y formas de vida puedan ser diferentes es importante mirar más allá de lo superficial. Todos, sin importar de dónde venimos, tenemos algo valioso que aportar a la comunidad en la que vivimos. Mi vida aquí me ha enseñado que el respeto y el entendimiento suceden cuando abrimos el corazón y dejamos entrar al otro, por más diferente que sea.
"Muchas veces pensé que solo los migrantes trabajaban en los campos de Estados Unidos, pero he descubierto que hay muchos granjeros estadounidenses que también cultivan la tierra por amor al campo": Hna. Helga Leija
Mariana Olivo Espinoza es una hermana benedictina del Monasterio Pan de Vida en Torreón, Coahuila. México, en cuya diócesis anima y da clases a diferentes grupos de mujeres. Licenciada en Derecho y máster en Teología Latinoamericana, actualmente es maestra universitaria y acompaña pastoralmente a los Grupos de Familiares con Desaparecidos, así como a mujeres que han sufrido el feminicidio de alguna de sus hijas, en la ciudad de Torreón.
Es una cuestión muy interesante, porque a menudo me sorprendo compartiendo la vida con personas radicalmente distintas a mí en su búsqueda de sentido. Casi siempre veo que soy la única persona creyente en Jesús de Nazaret y su proyecto de vida, además de ser una mujer célibe consagrada. Pienso que, en esos grupos, la diferente soy yo.
Mi primer descolocamiento a las ideas preconcebidas sobre la vida ocurrió hace más de veinte años, cuando una persona muy amada y admirada, un modelo de vida para mí, me compartió que era gai. Hasta ese momento mi vida estaba concebida de manera tradicional, y esa revelación descolocó mis pensamientos, sentimientos y mi forma de relacionarme, no solo con las personas homosexuales, sino con todas aquellas que no piensan, viven, aman o se sitúan en la vida como yo.
Mariana Olivo con Marisela, una de las niñas que participó en el curso de verano del Centro de Desarrollo Integral de las Mujeres Santa Escolástica (Cedimse) en julio de 2024, en Torreón, Coahuila, México. Cada verano, las hermanas organizan cursos para niños de escasos recursos, ofreciendo talleres de arte, pintura, teatro, manualidades, deportes y más. (Foto: cortesía Mariana Olivo)
A partir de entonces me he esforzado en crecer en compasión y apertura de corazón. Debo confesar que me resulta más sencillo dejar entrar a mi vida a personas políticamente o sexualmente 'diferentes' que a quienes considero conservadoras, que se aferran a aspectos fariseos de la fe o mantienen distancias por raza o estatus. Sin embargo, pienso que estoy llamada a ser una mujer de puertas abiertas también para ellas y ellos.
Ser hermana de aquellas personas que considero 'diferentes' se ha convertido en parte de un camino de conversión: escuchar sus historias, ser testigo de cómo la Divinidad actúa en sus vidas, incluso cuando ellas no lo nombren así.
En este camino he aprendido que solo ensanchando el corazón puedo hacer realidad la gran invitación a construir comunidad. Es necesario estar presente; ser para las otras una mujer que arriesga y sale de su zona de confort.
Así se ha convertido en una vocación: pasar de ser extrañas a ser hermanas; desde una mirada que se atreve a ver a la otra con cuidado reverente, lista para sorprenderme. Practicar continuamente una escucha desde lo más profundo del corazón y reverenciar los diversos lenguajes con los que Dios me habla. Y, sobre todo, aprender a ser humano en otra piel.
"Mi primer descolocamiento a las ideas preconcebidas sobre la vida ocurrió cuando una persona muy amada y admirada me compartió que era gai. Hasta ese momento mi vida estaba concebida de manera tradicional": Hna. Mariana Olivo
Marlene Quispe es miembro de la comunidad de hermanas Agustinas del Monasterio de la Encarnación en Lima, Perú, en donde se desempeña como coordinadora de la pastoral catequética y social Puente de Comunión.
Al ingresar al Monasterio de las Hermanas Agustinas me sorprendió la apertura hacia el ser humano y el deseo de prepararnos para dialogar con todas las personas que encontramos en nuestro camino. Acoger a cada individuo con respeto y reconocer su dignidad como hijo de Dios ha sido fundamental para descubrir en cada persona a un hermano y alguien que aporta, en lugar de vernos como competidores u obstáculos. Sin embargo, aplicar este principio en la práctica, especialmente en el contexto comunitario y en nuestras relaciones humanas, presenta retos significativos.
Durante mi experiencia trabajando en el albergue del Camino de Santiago, interactué con personas de diversas nacionalidades, edades y creencias, lo que ha transformado profundamente mi perspectiva. Conocí a personas de religiones diferentes, como budistas e hinduistas, quienes, a pesar de sus creencias distintas muestran una seriedad y coherencia que enriquecen mi visión del compromiso espiritual. También dialogué con no creyentes, quienes, aunque cuestionan la religión, son profundamente solidarios y comprometidos con la justicia social.
Hermana Marlene Quispe, OSA, con voluntarias del hospital FAP (Fuerza Aérea del Perú) durante una convivencia en el Monasterio de la Encarnación en Lima, Perú, en marzo de 2024. (Foto: cortesía Marlene Quispe)
Mis encuentros con personas de diferentes estratos sociales también han desafiado mis preconceptos. Inicialmente pensaba que las personas con riqueza eran altaneras e indiferentes, pero he descubierto que no siempre es así. Muchas son solidarias y, cuanto más tienen o saben, se vuelven más sencillas y accesibles. En estratos más humildes solía pensar que había más insatisfacción y reserva, pero me he encontrado con personas increíblemente amables y trabajadoras. Estas experiencias han ampliado mi entendimiento de la realidad económica y social, fomentando una mayor empatía y responsabilidad social.
La interacción con personas que han sobrevivido al COVID-19 y con aquellas que viven con enfermedades crónicas ha cambiado mi percepción sobre la salud. Conocer sus luchas diarias y la fortaleza necesaria para enfrentar problemas de salud a largo plazo ha desarrollado en mí una apreciación más profunda del bienestar y una empatía hacia quienes enfrentan desafíos similares.
Hablar con personas que han enfrentado problemas de salud mental ha sido crucial para desestigmatizar estos temas. Conversar con quienes sufren enfermedades mentales ha promovido una comprensión más compasiva sobre la salud mental y la necesidad de acceso adecuado a recursos de apoyo, como alimentación, medicina y cuidado familiar, para vivir dignamente, especialmente en Perú.
Finalmente, conocer a personas de diferentes culturas y orientaciones sexuales ha sido revelador. La exposición a diversas costumbres y valores ha enriquecido mi visión cultural y fomentado una mayor apertura y tolerancia hacia la diversidad. Interactuar con personas de distintas edades y perspectivas sobre la vida me ha permitido apreciar cómo cada etapa de la vida contribuye a nuestra comprensión global del ser humano.
"En mi experiencia en el albergue del Camino de Santiago conocí a budistas e hinduistas, quienes a pesar de sus creencias distintas muestran seriedad y coherencia que enriquecen mi visión del compromiso espiritual": Hna. Marlene Quispe
Susana Noemí Vanni pertenece a la Congregación de las Hermanas de la Virgen Niña (oficialmente, Hermanas de Caridad de las Santas Bartolomea Capitanio y Vicenta Gerosa). Estudió Ciencias Jurídicas y Contables en la provincia de Buenos Aires, Argentina, y desde hace 25 años se desempeña en estas áreas en su congregación. Actualmente colabora en el área de comunicación. La religiosa realizó la formación en el Proyecto Pentecostés del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano en 2023. Vanni se desempeñó como secretaria adjunta en la Confru (Conferencia de Religiosas/os del Uruguay), y en Radio María Uruguay acompañó un programa semanal durante 5 años.
El horizonte inspirador de la CLAR, en su séptimo movimiento, respondió a una inquietud que latía en mi corazón con la invitación: "Es hora de acoger la fuerza de la Resurrección y no permitir que se invisibilice a nadie en la sociedad y en la Iglesia: favoreciendo la formación política, la participación en instancias públicas, el trabajo de incidencia y transformación; desentrañando la dimensión místico profética de la Vida Religiosa…".
Respondiendo a esta invitación, quise dar pasos concretos en la reflexión, el diálogo y la búsqueda de colaboración. La oportunidad se presentó en los encuentros organizados por la Iglesia Metodista Central de Montevideo, junto a otros grupos como Fe en la Resistencia, Obsur, Siembra y Espacio VAR.
En estos espacios de reflexión, diálogo y acción, participaron hermanas y hermanos de distintas Iglesias, referentes de personas que viven en situación de calle, universitarios, obreros, profesionales y representantes de diversos movimientos religiosos, sociales y barriales. Esta diversidad enriquece enormemente el encuentro. Algunos días contamos con la presencia del sociólogo argentino Dr. Pablo Semán, quien nos ayudó a profundizar, desde las experiencias de vida y la realidad del territorio, en temas como fe y derechos humanos, religión y política y la espiritualidad, resistencias y esperanzas de las personas sin hogar.
La Hna. Susana Vanni, primera por la derecha, escucha atenta la charla del Dr. Pablo Semán el 19 de agosto de 2024 en Montevideo, Uruguay, titulada Espiritualidades, resistencias y esperanzas de las personas sin hogar que viven en la calle. (Foto: cortesía Nicolás Iglesias)
Estas experiencias, y otras similares o diferentes, son regalos del Señor que enriquecen mi vida y me permiten ser transformada en mi manera de ser, amar, pensar, vivir y relacionarme. Este camino es cotidiano y no termina nunca. Cada día es una nueva oportunidad para acoger, desde el corazón, a cada hermano en su unicidad para ser "hermano de todos", como decía Carlos de Foucauld.
El Evangelio de Marcos 7, 24-30 ilumina y fortalece estas experiencias, invitándome a aprender de Jesús quien, en su humildad y apertura al diálogo, se dejó cuestionar y escuchó a esta mujer pagana de origen sirofenicio. Deseo estar abierta para aprender siempre de quienes no comparten mis creencias religiosas o ideológicas, y pedir la gracia de descubrir su presencia en todos, todos, todos.
En este proceso encuentro inspiración en Bartolomea Capitanio, la santa fundadora de mi congregación Hermanas de la Virgen Niña. A través de ella conocí el carisma y sentí el llamado de Dios a una vida consagrada en esta familia religiosa. En esta joven reconocí su pasión por Jesús y los hermanos, su don para la amistad, y su habilidad para compartir con personas de diversas vocaciones y edades, ¡ya en el 1800!, todos caminando juntos en la búsqueda del mayor bien para todos.
"Estas experiencias son regalos del Señor que enriquecen mi vida y me permiten ser transformada en mi manera de ser, amar, pensar, vivir y relacionarme": Hna. Susana Vanni