Rhina Guidos

La hermana de la Providencia Vilma Franco nació y creció en Arcatao, El Salvador, en medio de la guerra civil. Sobreviviente de masacres y desplazamientos forzados, regresó a su pueblo natal impulsada por una misión: compartir con las nuevas generaciones lecciones de reconciliación y memoria histórica para que la violencia del pasado no se repita. Después de su propio proceso de sanación y reencuentro con sus raíces, la Hna. Franco busca reconstruir el tejido social de su comunidad y sembrar esperanza.

La Asociación de Hermanas Latinas Misioneras en América (AHLMA) acompaña a religiosas latinoamericanas que sirven en Estados Unidos, brindándoles apoyo para adaptarse a una cultura y sociedad distintas a las de sus países de origen, mientras enfrentan retos como dominar un nuevo idioma y lidiar con trámites migratorios. A pesar de los desafíos, las religiosas también celebran la alegría de evangelizar y conectar con la juventud en contextos nuevos. 

El Gobierno nicaragüense despojó de su estatus legal a 26 congregaciones católicas, en su mayoría comunidades de religiosas que desempeñaban un papel fundamental en el apoyo a los más vulnerables. Los ministerios de las hermanas proporcionaban alimentos, atención a personas mayores y otros servicios esenciales a los pobres. La medida amenaza la estabilidad de estos servicios y aumenta la incertidumbre sobre el futuro de la vida religiosa en Nicaragua.

En el Seminario continental sobre Personas Migrantes, Refugiadas y Desplazadas organizado por la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) en Panamá, religiosas y religiosos denunciaron la falta de acción de los Gobiernos en facilitar la migración segura y regular y criticaron el reciente acuerdo entre EE. UU. y Panamá para impedir el avance de migrantes a través del Tapón del Darién, calificándolo como un castigo a los más vulnerables sin abordar las causas que los obligan a emigrar.

Hermanas católicas de diversas congregaciones promueven un futuro digno para los niños vulnerables de El Salvador —desescolarizados, en situación de pobreza y violencia, o abandonados por padres que emigraron o fueron encarcelados— al ofrecerles gratuitamente matrícula, apoyo psicológico, nutricional, médico y espiritual, además de actividades extraescolares como música, deportes y arte, gracias al proyecto Sembrando Semillas de Esperanza.

La Hna. Elizabeth López se siente tan cómoda sirviendo sopa a migrantes en la frontera de México como luchando por ellos en los tribunales de inmigración en San Diego, Estados Unidos. Como abogada de inmigración y directora del Proyecto de Inmigración del Sur de California, la religiosa de las Hermanas del Servicio Social escucha las historias de sacrificio y riesgo de sus clientes, a quienes ayuda a prepararse mejor para sus casos de asilo. 

Casi 50 mujeres de raíces indígenas integran las Hermanas Misioneras de la Eucaristía en Guatemala, congregación fundada por la Hna. Tonia Orland, una estadounidense inspirada por el espíritu del Concilio Vaticano II. En las zonas montañosas y apartadas, estas religiosas asisten a las comunidades indígenas a través de la educación, la espiritualidad y el cuidado de los más necesitados. Una de ellas, la Hna. Marta Yach, su madre general, inicialmente creía que la vida consagrada no era para ella por ser indígena: "En mi mente veía lejos ser religiosa". 

Sobrevivientes de la masacre del río Sumpul comparten sus historias con los jóvenes, creando conciencia y promoviendo un futuro de paz, en un encuentro en el que participa la Hna. Vilma Franco, quien atestigua también los horrores de la guerra. El 14 de mayo de 1980, en una operación militar planificada por el alto mando de las fuerzas armadas salvadoreñas en coordinación con las hondureñas, el ejército de El Salvador asesinó a 600 hombres, mujeres, niños y niñas en la frontera entre los dos países.

En su encuentro anual de líderes de la CLAR, celebrado este año en Honduras, religiosos y religiosas latinoamericanos reflexionaron sobre su papel como Iglesia sinodal —de denuncia y acompañamiento— ante la migración, desigualdad económica, violencia, medio ambiente, persecución, corrupción gubernamental e inestabilidad política de países de la región. Los asistentes recordaron la voz profética y valiente de hermanas, laicos y sacerdotes martirizados en Centro y Suramérica en siglos 20 y 21.

No hay señal que indique para qué se usa el espacio, pero el árido campo tras una barda es el lugar de descanso final de muchos migrantes que murieron en el anonimato en territorio estadounidense, cerca de Holtville, California. Cuando encontraron los restos, pero sin manera de identificarlos, las autoridades los enterraron cerca de otros cuyas familias no tuvieron dinero para pagar por una parcela.

A través de su compromiso con los desposeídos y vulnerables, el mártir salvadoreño 'San Romero de América' ha dejado un legado que influye en los ministerios y vocaciones de las nuevas generaciones de mujeres dedicadas a la vida consagrada.

Las hermanas nicaragüenses y las extranjeras asentadas en Nicaragua han sido obligadas por el Gobierno a dejar sus ministerios en este país, un exilio forzado que priva a las personas pobres del apoyo que ellas solían brindarles, en medio de las persecuciones políticas, la violencia y la inestabilidad de las instituciones democráticas. "Como las hermanas, muchos nicaragüenses no han tenido más remedio que marcharse”, narra en su blog la periodista Rhina Guidos.

Hermanas de diversas congregaciones constataron en la frontera las complejidades de la migración entre EE. UU. y México. En la ruta escucharon conmovedoras historias, y encontraron campamentos abandonados en el desierto, además de cementerios con improvisadas lápidas anónimas. Los organizadores del ‘viacrucis’ creen que el recorrido generará una reflexión sobre el ministerio con migrantes que guiará a las comunidades religiosas hacia futuras acciones directas de servicio.

Religiosas y líderes de la Iglesia católica hacen un llamado a la empatía y la compasión con los inmigrantes, convertidos con frecuencia en piezas del ajedrez político estadounidense. Detrás de los 2.5 millones de detenciones en la frontera con México en 2023 —sostienen— se encuentran historias de personas que huyen de la violencia y la pobreza en sus países de origen, que buscan oportunidades en EE. UU. y que merecen que se respete su dignidad. 

Con su presencia en poblados que todavía sufren a causa del conflicto armado en Colombia, las hermanas católicas contribuyen al proceso de paz mediante el acompañamiento. A través de proyectos productivos, como la costura y la panadería, proporcionan un espacio para que las víctimas compartan sus experiencias y encuentren oportunidades de vida.

¿Un convento secreto? Tras la puerta del Monasterio de San José de Guadalupe, en el cerro del Tepeyac —Ciudad de México—, viven ocho hermanas de la Orden Carmelitas Descalzas. Aunque multitudes de fieles se reúnen un poco más abajo, cerca de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, pocos conocen la existencia de este espacio silencioso y contemplativo que en mayo de 2023 cumplió 130 años. 

¿Puede una mujer abandonar su situación de prostitución y comenzar una nueva vida como microempresaria? Sí, y gracias a proyectos de religiosas que en todo el mundo reciben financiamiento de la Fundación Conrad N. Hilton, con sede en EE. UU. Para compartir esta y otras experiencias, se celebró en Ciudad de México la Convención de Hermanas Católicas, ahora por primera vez en América Latina y en español. 

Al dar la bienvenida en Bogotá, Colombia, a los participantes al IV Congreso Latinoamericano y Caribeño de Vida Religiosa de la CLAR, la hermana Liliana Franco Echeverri, su presidenta, expresó que sus "estructuras están urgidas de renovación", porque "hay estructuras que asfixian y modos de proceder que niegan lo que es humano".

Desde el convento de las Hermanas Clarisas Capuchinas en Wilmington, EE. UU., un grupo de hermanas contemplativas se une al Sínodo a través de la oración, irradiando una fuerza espiritual que trasciende las paredes del claustro.

La Hna. Liliana Franco, presidenta de CLAR, recapituló algunas experiencias de exclusión de las mujeres en la Iglesia y también destacó la importancia de un cambio estructural para reconocer la presencia femenina. "La Iglesia tiene rostro de mujer", enfatizó.