Donna Collins-Smith (a la derecha) y Danielle Hopson Begun, agricultoras de algas de Shinnecock, inspeccionan una hilera de algas kelp de azúcar que cultivan en la bahía de Shinnecock, al este de Long Island. Las cuerdas están cubiertas de ricas algas kelp de azúcar de color marrón y translúcidas, que tienen un sabor intenso salado y dulce a la vez. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
Las frías y bravas aguas de la bahía de Shinnecock, en el este de Long Island, forman parte de una larga historia de opresión y renacimiento, de lucha y solidaridad.
Entre quienes custodian esta historia se encuentran seis mujeres de la soberana Nación India Shinnecock decididas a proteger la bahía y las colinas Shinnecock circundantes de la urbanización invasiva.
“Es nuestra tierra ancestral”, afirmó Tela Troge, miembro de la nación que se encuentra en Southampton (Long Island) y una de las seis mujeres shinnecock que trabajan para preservar la bahía. “Llevamos aquí 12 500 años”, añadió.
Las tierras ancestrales llevan mucho tiempo enfrentándose a amenazas. Más recientemente, tras el inicio de la pandemia mundial de COVID-19 en marzo de 2020, los residentes adinerados de la ciudad de Nueva York huyeron al este de Long Island, lo que intensificó los problemas existentes de urbanización y nuevas viviendas en la zona.
La urbanización excesiva está provocando la entrada de aguas residuales no tratadas en la bahía, “matando gran parte de la vida marina y amenazando la existencia de Shinnecock y su dependencia de lo que solía ser una fuente muy abundante de alimentos”, denunció Troge en una entrevista reciente con Global Sisters Report.
“Se trata de una crisis en nuestra bahía local, de la que el pueblo Shinnecock depende como fuente de alimento y nutrición”, advirtió.
El terreno de más de 80 hectáreas de las Hermanas de San José, en Brentwood (Nueva York), cuenta con tierras de cultivo, como muestra aquí el trabajo de un agricultor llamado Jimmy. En total, 11 hectáreas son tierras de cultivo que forman parte de un acuerdo de servidumbre con el condado neoyorquino de Suffolk desde 2019. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
Una forma de corregir esta situación es fomentar el cultivo de algas en las frías aguas de la bahía, un paso pequeño pero importante que, según las mujeres, puede conducir a la recuperación de la salud y sostenibilidad de la bahía a largo plazo. Para ello, las mujeres Shinnecock cuentan con importantes aliados: las Hermanas de San José de Brentwood (Nueva York), una congregación con sede en Long Island que ha adoptado una fuerte ética medioambiental y cuyo carisma se centra en el amor a Dios y al prójimo.
Las hermanas han reconocido públicamente en su página web y en otros foros que su terreno de más de 80 hectáreas en Brentwood se encuentra en “tierras indígenas ocupadas” que, según los shinnecocks, los colonos blancos robaron a partir de finales de la década de 1850.
La Hna. Kerry Handal trabaja con las mujeres shinnecock como persona de apoyo en un centro de vacaciones y retiros de la congregación en la aldea de Hampton Bays (Long Island) que tiene vistas a la bahía y acoge a grupos de estudiantes de secundaria y programas de recuperación y autoayuda para mujeres.
“En la actualidad, muchas congregaciones religiosas femeninas han dado un giro hacia el ámbito medioambiental”, señaló Handal y agregó: “Resulta que esa es una de las necesidades inmediatas de nuestra Tierra y nuestra sociedad en este momento”.
Rebecca Genia, miembro de Shinnecock, afirmó que las hermanas de Brentwood son “amigas, hermanas, aliadas, compañeras. En este punto, son casi como una familia ampliada. Son personas con un corazón de oro”.
La Hna. Kerry Handal aparece en la playa con vistas a la bahía de Shinnecock, en el este de Long Island, donde las Hermanas de San José de Brentwood cuentan con una propiedad y apoyan a los miembros de la Nación India Shinnecock en un proyecto de cultivo de algas. "Asociarnos con [los shinnecock] y apoyarles en la restauración de la salud de la bahía es también un testimonio para los que viven a nuestro alrededor de que utilizamos la bahía pero nos preocupamos por su salud y su restauración", sostuvo. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
La relación entre los shinnecock y las hermanas había sido cordial durante mucho tiempo, pero se afianzó cuando la congregación ofreció espacio en su cementerio para volver a enterrar a los antepasados shinnecock cuyos cuerpos habían sido expuestos en un museo local. El nuevo entierro de 2019 en el cementerio de las hermanas en Brentwood fue un gesto profundamente restaurador y de gran importancia que significó mucho para la nación, según afirmaron las mujeres shinnecock.
“Todo empezó a partir de ahí”, comentó Genia y añadió: “Son amables y atentas. Respetan nuestra herencia, nuestra cultura, nuestras costumbres, y simplemente congeniamos”.
Esto dio lugar a otras ideas. El proyecto sobre las algas se originó a principios de 2021, cuando las mujeres shinnecock propusieron a la congregación el cultivo de algas kelp de azúcar en las aguas del terreno de las hermanas en Southampton.
Troge explicó que el cultivo de algas es importante para las mujeres shinnecock por su capacidad para combatir la acidificación del océano.
Algas cosechadas por los cultivadores de Shinnecock en la bahía de Shinnecock, al este de Long Island. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
“Las conchas de quahog [almeja dura y comestible] son importantes para los shinnecock porque, cultural y tradicionalmente, estas conchas se utilizan para confeccionar cuentas [piezas que pueden ensartarse o taladrarse] de wampum [cordel o cinturón ornamental]”, explicó y advirtió que “debido a la acidificación del océano, las conchas se están deteriorando y esto hace imposible continuar con ese legado cultural”.
El alga kelp de azúcar, señaló, tiene la capacidad de retener carbono, lo que a su vez ayuda a combatir el proceso de acidificación de los océanos. Además, estas algas también eliminan los nitratos del agua.
“Debido a la urbanización excesiva y a la falta de sistemas municipales de alcantarillado, hay un exceso de nitrógeno en el agua”, explicó Troge, quien agregó: “El cultivo de algas kelp de azúcar ayuda a combatir estos problemas”.
Al respecto, Handal comentó que la congregación vio la importancia del objetivo de los cultivadores de algas y ofreció no solo las aguas para el cultivo y la cosecha, sino también espacio en las cabañas de su propiedad para su incubación, el llamado Shinnecock Kelp Farmers Hatchery.
Tras la incubación en los criaderos, el alga se cultiva en las aguas de la bahía y luego se cosecha, se seca y se vende a los agricultores locales para que la utilicen como 'solución para el suelo' rica y orgánicamente segura.
Una fría mañana de primavera, Handal observaba desde la playa cómo dos miembros de Shinnecock, Donna Collins-Smith y Danielle Hopson Begun, ambas con botas de pesca, caminaban sin descanso a través del agua helada durante varios cientos de metros para comprobar el estado de las algas. Parecía que todo iba bien: las cuerdas estaban cubiertas de ricas algas kelp de azúcar de color marrón y translúcidas, que tienen un sabor intenso salado y dulce a la vez.
En última instancia, las seis mujeres Shinnecock —entre las que se encuentran Waban Tarrant y Darlene Troge (madre de Tela Troge— esperan que, al ayudar a limpiar las aguas de la bahía, las algas atraigan a los peces que los shinnecock podrían recolectar.
“Queremos fomentar los ecosistemas y hacer lo que podamos para salvar la bahía de Shinnecock, así como demostrar a los demás que pueden unirse y marcar la diferencia, e incluso sumarse al proyecto de las algas para cambiar las cosas”, explicó Darlene Troge.
Mientras tanto, el proyecto de las algas no deja de crecer.
Donna Collins-Smith (a la derecha) y Danielle Hopson Begun, miembros de Shinnecock, son fotografiadas mientras se preparan para examinar el crecimiento de las algas en la bahía de Shinnecock, al este de Long Island. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
En el documental de 2019 Conscience Point, Genia habló de las luchas de los shinnecock y de su uso de las algas para la medicina, productos de belleza y fertilizantes. Después de que el documental se emitiera en PBS, se puso en contacto con las mujeres para colaborar con ellas GreenWave, una red mundial de agricultores de océanos regenerativos que promueven el desarrollo del alga marina a nivel internacional.
Toby Sheppard Bloch, responsable de los arrecifes de GreenWave en Nueva York, le explicó en un correo electrónico a GSR que GreenWave, que proporciona formación y asistencia técnica, “está deseando apoyar a los cultivadores de algas de Shinnecock en su esfuerzo por criar algas en sus aguas ancestrales”.
Además, Bloch añadió: “Nos sentimos honrados de trabajar en comunidad con estas increíbles mujeres y las Hermanas de San José, participando en esta radical reinvención de la forma en que lo sagrado femenino puede proteger y restaurar ecosistemas críticos, creando al mismo tiempo puestos de trabajo que sostendrán el mundo”.
Para Handal lo más importante del proyecto es la salud de las aguas y el propio acto de testimonio y solidaridad con los vecinos, especialmente con otras mujeres.
“Asociarnos con [los shinnecock] y apoyarles en la restauración de la salud de la bahía es también un testimonio para los que viven a nuestro alrededor de que la utilizamos, pero nos preocupamos por su salud y su restauración”, sentenció.
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En un gran terreno, el suelo se destina a muchos usos
Según Handal, no es posible comprender la totalidad del compromiso medioambiental de las hermanas sin ver el terreno de Brentwood, que tiene el tamaño de una pequeña granja familiar con bosques, espacios abiertos, praderas de hierba autóctona y tierras de cultivo. Los acuerdos de servidumbre de tierra y de conservación con las autoridades locales y estatales los protegerán de cualquier posible urbanización.
La ética sobre la tierra de las hermanas, que establece que la congregación “evaluará las consecuencias de todas las decisiones tomadas con respecto a la tierra en el contexto” de su “misión”, queda patente al entrar en el conjunto de edificios administrativos.
La Hna. Karen Burke, coordinadora del área de iniciativas relacionadas con la tierra de la congregación, dijo que las hermanas están orgullosas de que su ética sobre la tierra se haya dado a conocer varios meses antes de la encíclica del papa Francisco de mayo de 2015, Laudato Si, y que el compromiso haya englobado una gran variedad de usos de la tierra. "Este ha sido un camino de siete años", apuntó.
Burke se muestra visiblemente entusiasmada por el trabajo cuando saluda a los visitantes y habla de la transformación del terreno en praderas, tierras de cultivo arrendadas a agricultores locales y pastizales que están reintroduciendo plantas y hierbas autóctonas.
Cuando Burke habla sobre los vecinos y sobre el “amor a Dios y al prójimo sin distinción”, no solo se refiere a la comunidad más cercana de Brentwood, sino también a los pájaros, animales y abejas que regresan al terreno gracias a la siembra de plantas autóctonas.
“Es increíble”, afirmó Burke desde el volante de un carrito de golf mientras daba una vuelta por el terreno y añadió: “Cuando miro este espacio, pienso en las hermanas que vinieron antes que nosotros, pero antes de ellas, en los indígenas que tenían y siguen teniendo esta tierra como sagrada”.
Una pradera natural incluida dentro de 14 hectáreas de espacio abierto y pastizales autóctonos, parte de una servidumbre con Peconic Land Trust que concluyó en otoño de 2022. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
Burke dijo que la tierra de las hermanas podría volver a manos de grupos indígenas algún día. Mientras tanto, ella y las hermanas apoyan el trabajo de quienes se ocupen de ella, como Amanda Furcall, la ecologista del paisaje del terreno.
Furcall se mostró esperanzada por el regreso de los zorros y las tortugas de caja a la tierra y dijo que trabajar con las hermanas le había permitido apreciar más la conexión entre la Tierra y el espíritu.
“Yo puedo cuidar de la Tierra, pero la Tierra puede cuidar de mí. A las hermanas les gusta decir: ʻTodo es unoʼ, y esa es la base de la ecología”, señaló.
El agricultor Teddy Bolkas, cuya granja Thera es una de las explotaciones agrícolas de la propiedad de las hermanas, dijo que puede cultivar a un coste razonable y servir a las comunidades desatendidas de Brentwood, que tiene una gran población de inmigrantes principalmente de América Central.
Bolkas, de 47 años y cuya familia emigró a Estados Unidos desde Grecia cuando él tenía 7 años, ofreció con orgullo muestras de fresas y guisantes. Aseguró que era consciente de los retos a los que se enfrentan las comunidades de inmigrantes y que se había comprometido a “alimentar a los más desfavorecidos de Brentwood” en lugar de vender sus productos en Manhattan.
La Hna. Clara Santoro, que fue superiora general de la congregación de 1986 a 1994 y que fomentó la conciencia medioambiental dentro de la congregación en una época en la que todavía era novedosa, afirmó que la ética y el compromiso medioambiental encajan perfectamente con la creencia de la congregación “de que todo es uno” y añadió que se trata de una nueva forma de ver la vida religiosa.
Durante el almuerzo con Burke, Handal y los miembros del personal de Brentwood, Santoro explicó que un voto de pobreza se centra en no usar más de lo necesario, que un voto de castidad significa amar a todos, y que un voto de obediencia puede responder a un compromiso con la creación y la armonía de la Tierra y todas las criaturas.
“La obediencia a la comunidad de la Tierra significa responsabilidad y respeto para todos”, estimó Burke.
La Hna. Karen Burke, coordinadora de las iniciativas sobre la tierra de las Hermanas de San José de Brentwood, a la derecha, habla con Amanda Furcall, ecologista del paisaje del terreno. Furcall se mostró esperanzada por el regreso de los zorros y las tortugas de caja a la tierra y dijo que trabajar con las hermanas le había permitido apreciar más la conexión entre la Tierra y el espíritu. “A las hermanas les gusta decir: ʻTodo es unoʼ, y esa es la base de la ecología”, expresó. (Foto: GSR/Chris Herlinger)
Una posible convergencia cósmica en marcha
Handal y Burke comentaron que las hermanas han adquirido un mayor aprecio por muchas cosas a través de su trabajo con los shinnecock, incluyendo lo que Burke llama “la santidad del agua”.
Las seis mujeres shinnecock devuelven el cumplido. “Sentimos que el universo nos ha puesto a todos juntos para cumplir esta misión”, manifestó Genia.
Darlene Troge aseguró que la Nación India Shinnecock está en proceso de sanación “tras generaciones y siglos de traumas históricos, robo de tierras, marginación y exclusión del desarrollo económico que llega hasta nuestros días”.
Destaca que las hermanas “provienen de un legado de curación y bienestar colectivo”.
Al reunirse en torno a esos valores comunes, Troge explicó que “resulta muy poderoso estar en presencia de los demás y pensar en la curación”, a la vez que preguntó: “¿Cómo podemos avanzar para sanar a la madre, la Tierra, las aguas, el aire que todos respiramos? ¿Cómo podemos aunar nuestras diferentes perspectivas o recursos para salvar realmente el agua? Somos protectores del agua”.
Genia afirmó que, a diferencia de otras instituciones contemporáneas, incluida la Iglesia católica en general, las hermanas de Brentwood “nunca han tratado de esconderse detrás de ninguna excusa ni han dado declaraciones crueles parecidas a las que dicen otras personas como: 'Ay, no fui yo, no fuimos nosotras, fue alguien que vino antes que nosotras'. Nunca se han escudado en eso. Han dado un paso adelante y han dicho: 'Sabemos de quién es la tierra en la que estamos. Sabemos lo que se ha hecho en el pasado'. Y quien te ofrece su cementerio no se limita a hablar. Está haciendo las cosas bien".
Genia afirmó que a diferencia de otras instituciones contemporáneas, incluida la Iglesia católica en general, las hermanas de Brentwood “nunca han tratado de esconderse detrás de ninguna excusa” o declaración cruel, similar a esta: “Ay, no fui yo, no fuimos nosotras, fue alguien que vino antes que nosotras”; sino que “han dado un paso adelante y han dicho: ʻSabemos de quién es la tierra en la que estamos. Sabemos lo que se ha hecho en el pasadoʼ”. “Y quien te ofrece su cementerio, no se limita a hablar; está haciendo las cosas bien”, añadió.
Y, por supuesto, está el proyecto del alga kelp de azúcar, destinado a proteger el agua fría y brava que forma parte del bienestar y la vida compartida en la zona oriental de Long Island.
“Creo que trabajar con las hermanas es parte de todo lo que hay que sanar. La protección de la Tierra y del agua es un tema muy amplio y tenemos que trabajar juntos”, explicó Genia y afirmó: “Es lo que queremos hacer, necesitamos hacer y vamos a hacer. Es simplemente maravilloso”.