Supervivientes de la trata de personas disfrutan del aire libre durante una excursión organizada por LifeWay Network. (Foto: cortesía de LifeWay Network)
Nota de la editora: El 8 de febrero, la Iglesia católica conmemora la Jornada mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, instaurada en 2015 por el papa Francisco en el día de Santa Josefina Bakhita, patrona de Sudán y de las víctimas de la trata de personas, cuya historia de esclavitud se ha convertido en una inspiración para luchar contra esta explotación moderna. Para participar en la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, haga clic aquí.
Cuando 'L' tuvo que trasladarse repentinamente a Estados Unidos logró que alguien la respaldara en su solicitud de visado y viajó ligera de equipaje y sola, llegando únicamente con el vestido y los zapatos que llevaba puestos.
Enseguida se encontró confinada en un apartamento por personas de las que esperaba ayuda. No recibía paga alguna por las interminables tareas domésticas que se veía obligada a realizar. Dependía totalmente de sus captores para lo más básico, como comida, ropa y alojamiento.
Había dejado atrás una gran familia que la apoyaba en el sur de Asia. Continuar con sus estudios superiores era una parte fundamental de su vida. Este nuevo panorama parecía ineludible para 'L', quien no se sentía lo bastante segura como para hablar en inglés en público.
Cuatro meses después pudo acceder a las redes sociales, pero a escondidas. Se puso en contacto con un amigo abogado de su país, quien le indicó cómo alertar a las autoridades locales sobre la situación de explotación en la que se encontraba.
Para cuando 'L' llegó a LifeWay Network —una organización sin ánimo de lucro con sede en Nueva York y dedicada a acabar con la trata de personas— era plenamente consciente de que no tenía nada ni conocía a nadie.
Sus captores le "cortaron todo", declaró 'L' (cuya identidad no se ha revelado para proteger su intimidad) a Global Sisters Report. "No tenía ni un céntimo", puntualizó.
Supervivientes disfrutan de una excursión organizada por LifeWay Network. (Foto: cortesía de LifeWay Network)
Una vulnerabilidad
Como voluntarias del programa de vivienda comunitaria de LifeWay, las Hnas. Claudia Stecker y Kate O'Neill ayudan a supervivientes de la trata de personas como 'L' a rehacer sus vidas.
Tanto O'Neill como Stecker llegaron a LifeWay a principios de 2023 tras un largo ministerio en Filipinas; a menudo atendían a niños cuyos padres habían abandonado el país en busca de mejores circunstancias económicas.
Stecker es canadiense y docente de profesión; O'Neill, australiana y trabajadora social. Ambas hermanas son miembros de Nuestra Señora de las Misiones, con sede en Roma (Italia); las integrantes de la congregación prestan servicio en unos 20 países, pero O'Neill afirmó que su llegada y la de Stecker a Nueva York constituye la primera vez que se establecen en Estados Unidos.
Las religiosas trabajan junto al personal en una de las dos viviendas seguras de LifeWay; un encargado de la casa lo hace entre semana, y O'Neill y Stecker acuden por las tardes y noches para supervisar todo y escuchar a los supervivientes si quieren hablar.
"Pueden quedarse hasta un año", explicó Stecker y añadió: "Si la cosa no va bien, puede haber una prórroga".
La explotación laboral, detalló Stecker, a menudo puede dar paso a la explotación sexual. Los traumas abundan mientras los supervivientes intentan recuperarse mental, física y económicamente.
"La mayoría sufren —especialmente los que han sido víctimas de trata sexual— numerosos trastornos de salud mental y estrés postraumático", señaló O'Neill. "Hay una vulnerabilidad. Creo que los traficantes lo perciben. [...] Es una forma de captarlos", agregó.
Hna. Caudia Stecker (a la izquierda) y Hna Kate O'Neill, miembros de la congregación de Nuestra Señora de las Misiones, prestan servicio como voluntarias en una de las viviendas seguras de LifeWay Network. En la foto visten de azul para conmemorar enero, mes de concienciación sobre la trata de seres humanos. (Foto: cortesía de LifeWay Network)
Muchos de los supervivientes son estadounidenses, pero hay una cantidad considerable de población internacional y, al igual que en la situación de 'L', los captores suelen retener objetos personales importantes.
"A veces les retiran los pasaportes y entonces no tienen ningún recurso legal y se quedan atrapados. Si existe algún tipo de coacción, estamos ante un caso de trata de personas", indicó Stecker.
El confinamiento y la retención del pago adeudado marcan a menudo estas situaciones.
"Con frecuencia, debido a su situación laboral, acaban perdiendo su libertad de movimiento. No se les paga lo prometido. Creo que con muchos de ellos, toda la situación de los visados se usa como manipulación", explicó O'Neill. "Así que es una cuestión de control", indicó.
LifeWay Network comenzó en 2007, cuando la Hna. Joan Dawber, miembro de las Hermanas de la Caridad de Halifax, vio la necesidad de ayudar a los supervivientes de la trata a volver a ponerse en pie, no solo ofreciéndoles un alojamiento seguro, sino también asistencia logística. El objetivo era, y sigue siendo, que los supervivientes se alejen para siempre de la trata.
"La Hna. Joan dejó muy claro que esto no era un refugio, y hasta el día de hoy, lo dirigimos de la misma manera", explicó Josephine Crisostomo, directora de educación, formación y defensa de LifeWay. "Ella quería que este fuera un lugar donde los supervivientes pudieran sentirse libres, pero también pudieran seguir creciendo en cuanto a sus objetivos", precisó.
La vida en las viviendas seguras
En la actualidad, religiosas de varias congregaciones colaboran con LifeWay a través de su junta directiva, su junta corporativa y su equipo de desarrollo, señaló Crisostomo. La organización gestiona ahora dos viviendas seguras en la ciudad y todos los supervivientes a quienes atiende son mujeres mayores de 18 años.
El equipo de personal remunerado se incorporó durante la pandemia del COVID-19 cuando las religiosas no podían vivir en las casas, indicó Crisostomo, pero la disminución de la gravedad de la emergencia ha permitido que O'Neill y Stecker presten servicio en la casa de la comunidad anfitriona.
Además, Crisostomo explicó que muchos de los supervivientes nacidos en el extranjero a los que atiende la organización simplemente no comprenden el funcionamiento de sistemas como la fiscalidad y la educación en Estados Unidos. Según expuso, la comunidad de acogida ofrece talleres y "creación de comunidad" para los supervivientes. Los temas de los talleres incluyen cómo abrir cuentas bancarias, ahorrar y administrar dinero, solicitar asistencia sanitaria y clases de preparación para el examen de desarrollo educacional general (GED).
El trauma, una parte inevitable de la vida de los supervivientes, es un tema de debate. Y las cenas comunitarias semanales los reúnen a ellos y al personal en torno a una mesa donde la conversación fluye.
La casa donde Stecker y O'Neill prestan servicio tiene siete camas, pero el número real de ellas a pleno rendimiento varía en función de las necesidades que el personal y los voluntarios puedan atender, aclaró Stecker. Tener bajo el mismo techo a personas de distintos orígenes plantea inevitablemente ciertos obstáculos.
"Uno de los retos en un entorno internacional como este es el idioma. Incluso en este momento, tenemos dos idiomas diferentes [hablados] que no son el inglés y que requieren traducción para poder trabajar con los supervivientes", comentó Stecker, quien añadió que un traductor de bolsillo y la aplicación Google Translate son útiles, pero señaló que las conversaciones más profundas pueden ser difíciles.
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Ambas hermanas son conscientes de que ayudar a los supervivientes puede resultar estresante; por eso, toman medidas para reforzar su autocuidado con regularidad.
"Tenemos una noche libre a la semana. Solemos intentar no quedarnos en casa. Nos vamos con amigos, por ejemplo, simplemente para salir de casa porque nos parece importante", aseguró O'Neill. "Conectamos con otros a través de Zoom, etc. [...] Conectamos con nuestra congregación, con hermanas", contó.
De nuevo en la casa, la logística de compartir espacio debe trabajarse continuamente.
"Con las diferentes culturas, a la gente le gusta las comidas diferentes. Los alimentos distintos tienen olores distintos, así que puede ser un factor desencadenante", explicó O'Neill y añadió: "[Hay] realidades de la vida cotidiana que obligan a pensar gran parte del tiempo".
Sin embargo, las conexiones surgen y perduran. Las hermanas contaron que algunas mujeres se gradúan en el programa y siguen en contacto, formando una especie de red de apoyo.
Logrando un cambio
En este momento, 'L' lleva más de un año fuera de la vivienda segura de LifeWay; tuvo la opción de prolongar su estancia, pero la rechazó.
"Quería darle una oportunidad al siguiente superviviente", explicó.
Marianne Lannig, voluntaria de LifeWay Network, imparte un taller de educación financiera para supervivientes de la trata de personas. (Foto: cortesía de LifeWay Network)
Al principio de su estancia allí, los empleados de LifeWay atendieron sus necesidades básicas y le dieron un poco de espacio para pensar. Luego, empezaron a ayudarla a trabajar en los objetivos que se había fijado: mejorar su inglés, buscar empleo, elaborar un currículum, aprender a desenvolverse y a vestirse para las entrevistas.
'L' consiguió el primer trabajo para el que se entrevistó; y ha empezado a impartir a otros supervivientes en Lifeway talleres de arte, el campo en el que se centra su máster.
"A veces solo necesitas un poco de ayuda, y entonces puedes lograr un cambio", reflexionó sobre su huida de la explotación.
'L' aconsejó a otros supervivientes que no perdieran ninguna oportunidad de mejorar su situación. "No pueden perder el tiempo. El tiempo es lo más importante", señaló.
La vida de 'L' aquí es totalmente distinta de la que dejó en su país natal. Lo más esencial le exige trabajar duro y planificar cada día, y ese esfuerzo se ve magnificado porque vive en un lugar que todavía es relativamente nuevo para ella. Pero se está enfrentando a los retos.
Desde que salió de la vivienda segura, 'L' se ha casado (hizo de intermediaria para que su cónyuge llegara a Estados Unidos) y espera un hijo. Ha seguido adelante con su propia familia, pero a menudo recuerda la contribución de la organización a su supervivencia y éxito.
"LifeWay es mi primera familia aquí", aseguró.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 5 de febrero de 2024.