Argentine President-elect Javier Milei's supporters celebrate in Buenos Aires Nov. 19, after Milei won Argentina's runoff presidential election. (OSV/Reuters/Mariana Nedelcu)
Cuando Florencia Buruchaga y Angélica Agorta, religiosas de las Hermanas Pasionistas, entraron en la cabina de votación para la segunda vuelta de las elecciones argentinas, se enfrentaron a la disyuntiva de votar en blanco o a Javier Milei, el libertario incendiario que se burló del papa Francisco calificándolo de "asqueroso izquierdista". La coalición peronista gobernante y su candidato Sergio Massa nunca fueron una opción para ellas.
"Con Milei teníamos dudas porque veíamos que era una persona que se exacerbaba mucho, y... parecía medio loco", dijo Agorta.
Pero ambas se tranquilizaron al ver que más políticos de la corriente dominante se unían a la campaña de Milei y que el candidato moderaba su tono virulento a medida que se acercaba la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre. La idea de cuatro años más de gobierno peronista —influido por su facción kirchnerista, que ha dominado la política argentina durante la mayor parte de las dos últimas décadas— también parecía insostenible.
“Como muchos, yo también digo hoy: basta de este peronismo hueco y sordo; basta de este Estado asistencialista (…); basta de esta bandera populista (…) que destruye la dignidad y el pensamiento”: carta pública de Hna. Florencia Buruchaga
Argentina's President Javier Milei is sworn in as Argentina's president next to former president and the outgoing vice president, Cristina Fernandez de Kirchner, at the National Congress in Buenos Aires Dec. 10. (OSV/Reuters/Matias Baglietto)
"Tuvimos muchas dudas a la hora de votar; no sabíamos si votarlo o no", dijo Buruchaga. "Lo que sí sabíamos es que el kirchnerismo no lo queríamos", acotó refiriéndose a la política de la expresidenta Cristina Kirchner (así como de su predecesor y difunto marido Néstor Kirchner), quien como vicepresidenta saliente ha conservado una enorme influencia política desde que terminó su mandato presidencial en 2015.
A primera vista, Milei puede parecer una opción poco probable para un par de monjas pasionistas con un ministerio de trabajo con algunos de los más pobres y desprotegidos del país en Villa Hidalgo, uno de los barrios de chabolas que salpican los vastos suburbios de Buenos Aires, un antiguo bastión peronista.
Es un lugar donde los hombres se ganan la vida, a duras penas, rebuscando en la basura materiales reciclables; las mujeres apenas terminan la escuela primaria (si es que lo hacen) y abundan problemas como la drogadicción y el embarazo adolescente. También es un lugar donde los peronistas ganan votos, ya que el movimiento —especialmente los kirchneristas— formaron grupos de apoyo entre los beneficiarios de la asistencia social, según Buruchaga.
Las Pasionistas han desarrollado un programa conocido como Proyecto Dignidad en Villa Hidalgo, en el que acompañan a mujeres que a menudo son víctimas de malos tratos y abandono, y que carecen de las habilidades necesarias para triunfar en la sociedad.
Passionist Sr. Florencia Buruchaga walks with three residents through the Villa Hidalgo shantytown Dec. 4. Buruchaga accompanies the women in a program for promoting dignity in an impoverished community rife with difficulties such as drug addiction, teen pregnancy and poverty. (David Agren)
Buruchaga percibe poca dignidad en la relación entre las mujeres de su proyecto y el Estado —especialmente en época de elecciones—, incluso cuando los peronistas hablan de "justicia social", que incluye el acceso universal a la educación y la sanidad gratuitas, junto con prestaciones sociales y subvenciones para productos básicos como la electricidad y el transporte público.
"Nuestros pobres son rehenes del Estado", afirmó Buruchaga en una carta pública publicada antes de las elecciones.
Durante un viaje a Villa Hidalgo en automóvil, la religiosa señalaba el pavimento recién vertido y los intentos de arreglar un barrio de chabolas de hojalata construidas a menudo por residentes que llegaron originalmente como ocupantes ilegales de otras partes de Argentina o del vecino Paraguay. Buruchaga contó que el pavimento solo se vertió antes de las elecciones, algo habitual, debido a que los políticos —afirmó— ven a los residentes como votantes y no como ciudadanos.
"Estas personas no existen para ellos... [Los políticos] no los buscan para matricularlos en la escuela. Solo existen cuando llega la hora de votar", aseveró Buruchaga, quien mientras conducía agregó: "No instalan agua [para los residentes] hasta que saben cómo van a votar. Esta fue la campaña de Massa, una campaña del miedo".
Los angustiados votos de las hermanas pasionistas expresaban el enigma de muchos argentinos —especialmente católicos que trabajan con los pobres— que encontraban difíciles de conciliar las políticas de austeridad y las excentricidades personales de Milei. También consideraban infundados y ofensivos sus ataques al papa (también argentino).
Pero ellas, como muchos en este país de 45 millones de habitantes, también están cansadas de las recurrentes crisis económicas del país y del despilfarro de la clase política.
Milei, economista, comentarista de televisión y autodenominado anarcocapitalista, con el cabello alborotado, gruesas patillas y un estilo de hablar explosivo, hizo en su campaña propuestas de recortes al gobierno: limitar el gasto a todo menos a sanidad, educación y servicios sociales.
Viviana Hernández says grace before lunch Dec. 4 at a Passionist project for women in suburban Buenos Aires. The project accompanies women living in a shantytown where Hernández, a community organizer, said politicians only pay attention to pressing issues before elections. (David Agren)
Aun así, el mensaje atrajo a los argentinos preocupados por la caída del nivel de vida, con salarios erosionados por una inflación que supera el 160 % y una pobreza que alcanza el 45 % en un país en el que gran parte de la población se considera de clase media.
Milei prometió cambiar el debilitado peso argentino por el dólar estadounidense, cerrar el banco central y escarmentar a la clase política del país, a la que llamó "la casta política". También apoyó medidas radicales como flexibilizar las leyes sobre armas y permitir la venta de órganos humanos, pero dio marcha atrás en esas medidas (y frenó su impulso a la dolarización) en un intento de moderar su estilo y su contenido de cara a la segunda vuelta electoral del 19 de noviembre.
El voto a Milei también expresó el enfado de muchos argentinos —incluida Buruchaga— con las acusaciones de corrupción dirigidas contra los peronistas, especialmente la facción kirchnerista que dominó la política argentina durante las dos últimas décadas con un gasto despilfarrador y la construcción de vastas redes de apoyo.
“Tuvimos muchas dudas a la hora de votar; no sabíamos si votarlo o no [a Javier Milei]. Lo que sí sabíamos es que el kirchnerismo no lo queríamos”: Hna. Florencia Buruchaga, de las Hermanas Pasionistas en Buenos Aires, Argentina
Buruchaga expresó sus frustraciones en una carta de tres páginas dirigida a sus compañeras religiosas, hecha pública antes de las elecciones, en la que hablaba con pesar de la situación del país. También insistió en que los problemas de Argentina son políticos y no puramente económicos, ya que los políticos se aprovechan de la pobreza con fines electorales, mientras ellos mismos viven lujosamente.
"Hoy la crisis es política; hay un asqueo de las figuras políticas y de la poca capacidad de proponer caminos constructivos y honestos", escribió Buruchaga.
"Como muchos, yo también digo hoy: basta de este peronismo hueco y sordo; basta de este Estado asistencialista que no se preocupa por los derechos de las personas; basta del cinismo de los que ocupan puestos de poder; basta de políticos que no saben retirarse a tiempo; basta de esta bandera populista, nacional y popular que destruye la dignidad y el pensamiento; basta de funcionarios no preparados y con títulos comprados; basta de 'unos pocos y no todos'", se lee en la carta.
"Hay un hartazgo en la sociedad y se ha hecho notar en las urnas en las pasadas primarias. La aparición de Milei es también fruto de ese agobio", indicó la religiosa.
Milei juró su cargo en el Congreso el 10 de diciembre y, rompiendo el protocolo, se dirigió a una multitud de simpatizantes que ondeaban banderas argentinas en la plaza exterior. El nuevo presidente de Argentina hizo un sombrío balance económico y reiteró su promesa de adoptar medidas severas en un país acostumbrado al despilfarro, la inflación creciente y las devaluaciones monetarias.
"No hay dinero", dijo en su toma de posesión. "No hay alternativa a la austeridad y a las [medidas] de choque. Tendrá un impacto negativo sobre la actividad, el empleo, el número de pobres y de pobres extremos. Habrá recesión e inflación, pero no será muy diferente de la de los últimos 12 años", precisó.
“Estas personas [de barrios pobres como Villa Hidalgo] no existen para ellos... [Los políticos] no los buscan para matricularlos en la escuela. Solo existen cuando llega la hora de votar”: Hna. Florencia Buruchaga
El gobierno de Milei no tardó en anunciar duras medidas, como una devaluación de la moneda de más del 50 % y la reducción de los ministerios de 18 a nueve, aunque el ministro de Economía Luis Caputo afirmó que el gasto social se mantendría intacto.
"Si seguimos como hasta ahora, tendremos hiperinflación", dijo Caputo a los argentinos el 12 de diciembre, según el Financial Times.
Los católicos que trabajan con los pobres han expresado su alarma ante los planes de Milei, argumentando que afectarían a los más necesitados.
"Lo que dice el presidente es que no se va a quitar" el gasto social, dijo el padre Roberto Ferrari, un sacerdote de los suburbios de Buenos Aires que forma parte del grupo Sacerdotes por la Opción por los Pobres. "Las ayudas a las personas más necesitadas, los subsidios, los aportes o sueldos complementarios que se dan, sin embargo, sí hay una posibilidad grande de que al haber aumentos, estos sean los primeros que sufran", advirtió.
Por su parte, Buruchaga expresó una opinión más optimista sobre los recortes, apuntando a una burocracia hinchada que ha crecido un 34 % entre 2011 y 2022 —frente a sólo el 3 % del empleo privado—, según el think tank IERAL.
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Gran parte de la jerarquía católica no se pronunció sobre el ascenso de Milei, incluso cuando el candidato menospreció al papa Francisco, quien anteriormente fue arzobispo de Buenos Aires. La Conferencia Episcopal Argentina se negó a comentar la elección y emitió una breve declaración de 59 palabras después de que Milei ganara la segunda vuelta.
Sin embargo, el papa Francisco llamó a Milei poco después de la elección para felicitarle. Al parecer, Milei se dirigió al papa como "Su Santidad" y le invitó a visitar Argentina. El papa, en declaraciones a Televisa el 12 de diciembre, dijo que su agenda de viajes se reduciría en 2024, aunque no descartó un viaje a su país natal, que no ha visitado desde que fue elegido en 2013.
Francisco también se refirió a las descortesías de Milei: "En una campaña electoral, las cosas se dicen 'en broma'; se dicen en serio, pero son cosas provisionales, cosas que se utilizan para crear un poco de atención, pero que luego caen por sí solas"
Los observadores de la Iglesia afirman que el mensaje de la Iglesia argentina se envió a través de la llamada telefónica del papa a Milei. "La llamada [a Milei] fue el mensaje", dijo Fabián Calle, profesor de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica Argentina. "El papel de la Iglesia es ayudar, no combatir a Milei", apuntó.
Sacerdotes con simpatías peronistas y kirchneristas hicieron campaña contra Milei, según observadores eclesiásticos; uno de ellos llegó a decir a los votantes de Milei que se mantuvieran alejados de un comedor social de la parroquia.
Algunos sacerdotes con abiertas simpatías peronistas y kirchneristas hicieron campaña contra Milei, según observadores eclesiásticos, y uno de ellos llegó a decir a los votantes de Milei que se mantuvieran alejados de un comedor social de la parroquia.
Un grupo de 'curas villeros' celebró en septiembre una misa de reparación después de que Milei difamara al Papa. Fue un ejercicio impopular para muchos en la Iglesia, según los observadores, al tiempo que mostraba la limitada influencia del papa y de la Iglesia en la política argentina.
"No tuvo peso en la vida social, eso no tuvo importancia para mucha gente", dijo José María Poirier, editor de la revista católica Criterio. "A nadie le importa lo que decía la iglesia. La Iglesia quedó muy mal colocada porque hizo discurso sobre el pueblo, los pobres, etc, que quedó desvirtuado en las elecciones", explicó.
Por su parte, Buruchaga calificó la misa de "política", debido al mensaje "No votes a Milei".
Aunque la Iglesia puede ejercer poca influencia en la vida pública argentina y en la sociedad en general, sigue siendo algo influyente en asuntos sociales como la pobreza, según observadores eclesiásticos.
Sacerdotes y religiosos de barrios pobres gestionan comedores sociales, programas de rehabilitación de drogadictos y escuelas de formación profesional, entre otros proyectos. Algunos cuentan con la cooperación del Gobierno, como una agencia de drogodependencias que financia los sueldos de sus empleados.
"Trabajamos con el Estado. Pero no dejamos que nos domestiquen", dijo Buruchaga, adoptando una postura independiente de la de otros miembros de la Iglesia.
"Hacemos un trabajo que debería hacer el Estado. Debería apoyarlo", añade la hermana pasionista; aunque con la austeridad de Milei, la confirmación de ese apoyo todavía está por determinarse.