La hermana benedictina Mariana Olivo Espinoza hace una pastoral de acompañamiento para las familias de las personas desaparecidas en Torreón, Coahuila, México. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
La desaparición forzosa es un doloroso fenómeno que experimenta un elevado número de familias mexicanas. Ayotzinapa es posiblemente el caso más conocido internacionalmente, pues se trata de la desaparición de 43 normalistas [estudiantes de educación] en septiembre de 2014 y que, hasta la fecha, es un crimen que la autoridad no ha podido esclarecer.
Este es solo un ejemplo de la realidad que se vive en México. De acuerdo con los datos publicados por el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Secretaría de Gobernación, entre el 15 de marzo de 1964 y el 27 de febrero de 2023 se contabilizaron 111 929 personas desaparecidas y no localizadas en el país.
Aunque el dato abarca casi seis décadas, aproximadamente el 84 % de las desapariciones han acontecido desde el inicio de la llamada 'guerra contra el narco', que el Gobierno mexicano inició en 2006 y que sigue hasta la actualidad.
Esta 'guerra', además de generar balaceras y violencia en las ciudades, sigue provocando reclutamientos, desapariciones forzosas y asesinatos que difícilmente llegan a ser denunciados ante la autoridad y que, por ende, no figuran en las estadísticas.
En el monumento dedicado a las personas desaparecidas, el grupo Vida pone rostro a las víctimas en ocasión del Día de las Madres el 10 de mayo de 2022. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
Precisamente con estas familias víctimas de la violencia la hermana Mariana Olivo Espinoza, OSB, realiza gran parte de su trabajo pastoral en la ciudad de Torreón, Coahuila, una de las ciudades que más ha sufrido a causa de la inseguridad.
Olivo Espinoza ejercía como abogada en los tribunales civiles cuando decidió ingresar al Monasterio Benedictino Pan de Vida, hace 24 años. Desde entonces, la hermana está convencida de que Dios la ha llamado a poner sus conocimientos y talentos al servicio de su pueblo.
Además de trabajar con esta pastoral para los desaparecidos, la hermana Olivo Espinoza es profesora de sociología en la Universidad Iberoamericana de Torreón y colaboradora del tribunal eclesiástico. Además, es acompañante de diversos grupos que promueven los derechos humanos, colectivos de familias que son víctimas de la delincuencia y de feminicidios, y de un grupo LGTBIQ+ de carácter ecuménico.
GSR: ¿Por qué comenzó con la atención a las familias de las personas desaparecidas?
Olivo Espinoza: Desde que tengo memoria he estado ligada a grupos de defensa de los derechos humanos, ya que mi mamá siempre ha sido una activista en favor de los derechos de las mujeres.
Sin embargo, esta necesidad pastoral surgió en 2007, cuando la violencia se desató. Yo ya estaba en el monasterio y había días en los que escuchábamos los disparos cuando rezábamos. La situación era crítica. Con cada vez mayor frecuencia veíamos a nuestra gente sufrir; sabíamos de asesinatos, y teníamos noticia de la desaparición forzosa de los jóvenes.
Miembros del colectivo Fundec participan en la peregrinación diocesana —hacia la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Torreón, en el año 2022— de los grupos que buscan justicia. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
Frente a todo ese dolor, comenzamos a presidir funerales, pues no tenían quién los celebrara.
Poco a poco Dios nos pidió ir más allá… Un día, una vecina del monasterio me dijo: "Hermana, ¿me acompaña a identificar el cuerpo de mi hijo?". En ese momento entendí que ahí estaba mi lugar, en medio del dolor de las cientos o miles de familias que han perdido a sus hijos a causa de la violencia. Familias a las que les arrebataron a sus hijos y que por más que buscan no tienen rastro de ellos.
Desde ese día me pregunté: ¿Qué estoy haciendo como Iglesia frente a esta situación? Con el respaldo de mi comunidad benedictina, respondí a esta llamada de Dios.
¿En qué consiste su trabajo de acompañamiento a las familias de las víctimas?
Mi labor ha ido cambiando, sin embargo, el dolor de las familias es constante. Por ejemplo, antes de 2011 yo misma salía con las familias a buscar los cuerpos de sus hijos e hijas a los campos. Algunos lugares los hemos tenido que llamar 'campos de exterminio', como el de Patrocinio, que es un terreno del tamaño de una cancha de fútbol [soccer] en donde los colectivos han encontrado cientos de fragmentos humanos, algunos imposibles de identificar.
La hermana benedictina Mariana Olivo Espinoza, con una pañoleta azul, durante una de las búsquedas de cuerpos humanos en México en 2018. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo)
En otros momentos he acompañado a las madres al servicio médico forense a identificar los cuerpos de sus hijos. He intentado ser apoyo y compañía. He tratado de ser hermana, pues con esta pastoral he acompañado su dolor como he podido.
También participo en las manifestaciones y protestas, en los funerales, en sus propias celebraciones y memoriales. Hago lo que está a mi alcance para que juntos podamos descubrir la presencia de Dios en medio de tanto dolor e injusticia.
Desde que comencé con esta pastoral, pero más ahora, me centro en escuchar. No importa cuántas horas tenga que invertir ni cuántas lágrimas tenga que secar.
Muchas de estas mujeres tienen mucho dolor y furia que sanar. También frustración. En ocasiones llegan a pensar que ya no tienen fe o que Dios les ha abandonado.
Algunas ya no se sienten con el derecho de seguir viviendo tras la desaparición de sus hijos o hijas. Yo sé que mi misión es seguir escuchando, consolando y brindando cariño.
¿Qué es lo más complicado de esta 'pastoral para los desaparecidos'?
Este trabajo es un constante cuestionamiento con uno mismo y con Dios. Lo digo porque al ver tanto dolor, injusticia e impunidad, ¿cómo les digo a las madres de los desaparecidos que Dios está presente? ¿Cómo me lo digo a mí misma?
Advertisement
El camino de la escucha y de la fe es algo que a mí misma me confronta y me reta. Sin embargo, estoy convencida de que Dios no quiere esto. Las madres de los desaparecidos también lo saben, pues ellas creen firmemente en Dios, que da la vida, aun en donde impera la muerte.
Estos colectivos que usted bien conoce, ¿son grupos organizados?
Es sabido que son muchísimas las víctimas, las que se conocen y las que no. Por eso muchas de las familias se ponen a buscar, y en su búsqueda conocen a otras y van surgiendo los colectivos.
Así surge, por ejemplo, el grupo Vida (Víctimas por sus Derechos en Acción), que inició con las búsquedas a los alrededores de Torreón y al cual yo me uní en 2015. También soy aliada de otros grupos, como Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos, en Coahuila y México.
La Hna. Mariana Olivo Espinoza, OSB, la segunda desde la izquierda, junto con otras integrantes del grupo Vida antes de la celebración de la misa por el Día de las Madres 2022. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
Sin este tipo de colectivos, hoy no sería posible que las familias pudieran buscar y reclamar los cuerpos de sus seres queridos. Ellos han forzado a las autoridades a realizar planes, leyes y acuerdos para la búsqueda de los desaparecidos. Su trabajo es fundamental.
Con estos grupos yo me dedico también a organizar nuestras conmemoraciones, y así dar sentido a celebraciones como la del Día de las Madres, la Navidad, los cumpleaños o aniversarios de la desaparición. Lo hacemos con el más profundo respeto y cuidado, pues son momentos en los que se siente fuertemente la ausencia de sus hijos desaparecidos.
Cada celebración se hace desde la conciencia de la desaparición, buscando que la Palabra de Dios, a través de la liturgia, acompañe el dolor, la ausencia y la desesperación.
Por eso hemos querido organizar acciones de fe entre colectivos, como la peregrinación a Guadalupe y la Eucaristía de los colectivos que buscan justicia. Ahí entran otros que también conozco muy de cerca, como el grupo Madres Poderosas, que son madres que han perdido a sus hijas a causa de los feminicidios.
Celebración de la misa por el Día de las Madres 2022 en el monumento dedicado a las personas desaparecidas construido por el grupo Vida. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
Yo me uno y respeto las necesidades, particularidades y a la identidad de cada grupo, pues cada uno es distinto, tanto en su enfoque como en su modo de proceder. Por ejemplo, cada colectivo tiene su propio memorial para hacer presente y visible la muerte de sus hijos.
En el monumento conmemorativo del grupo Vida se tienen grabados muchos nombres de personas desaparecidas, y en su centro tiene una roca traída del campo de exterminio. Esa roca es 'testigo mudo' de lo que ahí aconteció. Cuando celebramos misa, esa roca es el altar.
¿Se siente usted en peligro?
Sé lo que es el peligro y el miedo, pues lo he vivido en carne propia. Sin embargo, también sé que el peligro a mi persona no es inminente.
Más bien temo por el grupo, pues seguramente está en la mira de los grupos criminales, que saben quiénes somos y qué hacemos. No solo ellos, también las autoridades. Por ejemplo, en una ocasión cerramos una de las vías principales de la ciudad para manifestarnos frente a la Fiscalía. Gritábamos: "¿Dónde están, dónde están, nuestros hijos, dónde están?".
Familiares de los desaparecidos en México, durante la peregrinación diocesana en diciembre de 2022 de los grupos que buscan justicia, se dirigen hacia la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Torreón. (Foto: cortesía Hna. Mariana Olivo Espinoza)
Esto, por supuesto, no le gusta ni a los criminales ni al Gobierno. La misma Guardia Nacional tomó fotos de cada una de las que participamos en la manifestación.
¿La Iglesia debe involucrarse en estos temas?
Además de Jesucristo, uno de mis referentes ha sido Monseñor Romero. Yo estoy convencida de que la Iglesia tiene que ser una de las voces principales en favor del pueblo.
Hoy mismo, que vivimos tanto dolor, la Iglesia tiene que alzar la voz para consolar y proteger a sus hijas e hijos.
Aunque tras el asesinato de dos jesuitas en Chihuahua, la Iglesia de México se pronunció sobre la "estrategia de seguridad" del actual Gobierno, este es solo uno de los muchos casos de impunidad que se padecen en el país.
Yo, que también soy Iglesia, tengo un compromiso real con la gente desaparecida y con la verdad. Así que hago presente a Dios escuchando, acompañando y orando con las familias de los desaparecidos de Torreón.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 28 de febrero de 2023.