Mohamed Santigie Bangura, de 45 años, muestra las cicatrices de las heridas que sufrió durante la guerra civil de 1991-2002 en Sierra Leona. Desde que terminó el conflicto, las religiosas ayudan a supervivientes y responsables a superar el trauma y los reúnen para que se perdonen y se reconcilien. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
En la frondosa periferia del campamento de amputados de Oslo (Oslo Amputee Camp) en esta localidad del norte de Sierra Leona, a tres horas en coche de la capital, Freetown, supervivientes y responsables de la guerra civil de 1991-2002 conviven como vecinos e incluso amigos.
Allí, María Tu Sesay y su vecina Amara Sahr Kemba se han hecho mejores amigas. Pero hace 21 años, en el punto álgido de la guerra civil del país que acabó con la vida de unas 70 000 personas y provocó el desplazamiento de unos 2,6 millones (más de la mitad de la población en aquel momento), Kemba y un grupo de soldados rebeldes asesinaron a la familia de Sesay, la violaron, le cortaron los dedos de los pies y la dieron por muerta.
"Sesay ha sido capaz de perdonarme hasta el punto de que nos damos la mano y nos comunicamos a diario", afirmó Kemba de 40 años, un antiguo niño soldado al que un grupo rebelde reclutó a la fuerza en sus filas cuando tenía 13 años. "Cuando me reuní con ella durante las sesiones de reconciliación y me arrodillé, lloré y le pedí perdón, me perdonó. Le dije que me sentía mal por cómo las acciones que hice sin darme cuenta, o que me obligaron a hacer, afectaron a la gente", expresó.
María Tu Sesay relata la horrible experiencia que vivió a manos de soldados rebeldes durante la guerra civil de Sierra Leona, que se prolongó de 1991 a 2002. Gracias a la labor de reconciliación de las religiosas, ha podido perdonar a sus agresores. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
Por su parte, Sesay declaró a Global Sisters Report que ahora ha perdonado a Kemba y a los demás y está segura de que eso es también lo que Dios quiere. "No me siento mal en absoluto. Rezo para que Sierra Leona siga siempre en paz. El odio no es bueno. Hay cosas más importantes en la vida que lo que ocurrió en el pasado, y ahora la vida tiene que seguir", indicó.
Sesay y Kemba se encuentran entre los cientos de miles de supervivientes y responsables que han recibido ayuda de religiosas y otras organizaciones para promover la sanación y la reconciliación en diversas comunidades de Sierra Leona desde que se declaró oficialmente finalizada la guerra civil el 18 de enero de 2002, tras 11 años de duración.
En el marco de la sangrienta guerra civil de esta nación de África Occidental de más de 8 millones de habitantes, Foday Saybana Sankoh, fundador y líder del grupo rebelde Frente Revolucionario Unido (FRU) de Sierra Leona, inició una brutal ofensiva en marzo de 1991 desde el este del país, cerca de la frontera con Liberia, para derrocar al gobierno del entonces presidente Joseph Saidu Momoh. Sankoh contaba con el apoyo del caudillo liberiano (y posterior presidente) Charles Taylor.
Según algunos observadores, Taylor —que era íntimo amigo de Sankoh y se habían formado juntos en Libia en uno de los campos de entrenamiento de Moammar Gadhafi para los incipientes movimientos revolucionarios del continente— proporcionó armas y municiones a los rebeldes del FRU durante sus combates en Sierra Leona.
Amara Sahr Kemba, un antiguo niño soldado de 40 años, cuenta cómo solía matar a gente bajo las órdenes de comandantes rebeldes durante la guerra civil de Sierra Leona, entre 1991 y 2002. Se ha beneficiado del programa de construcción de la paz de las religiosas para ayudar a supervivientes y responsables a recuperarse de las profundas heridas y divisiones causadas por el conflicto. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
Esta guerra civil supuso graves violaciones de los derechos humanos. El FRU de Sankoh reclutó por la fuerza y utilizó a miles de niños soldados. Mataron e hirieron a civiles cortándoles miembros, labios y orejas con machetes. Según un informe, se calcula que 27 000 personas sufrieron amputaciones o se quedaron inválidas a lo largo de la guerra civil. El FRU violó a mujeres, robó a familias y saqueó hogares, negocios e instalaciones médicas, según Human Rights Watch.
"La causa principal de la guerra fue el interés egoísta en los diamantes y la dictadura del presidente de entonces", señaló la Hna. Elizabeth Onwuama, de las Hermanas Misioneras del Santo Rosario, quien fue testigo de la guerra civil en las fases iniciales antes de huir en busca de seguridad en 1994 a Guinea y finalmente a Nigeria.
Según GlobalData, la nación de África Occidental fue el octavo productor mundial de diamantes en 2022, con un aumento de la producción del 7 % en 2021. "A algunos de los soldados no les gustaba cómo el presidente estaba dirigiendo el país en ese momento", dijo la religiosa.
Onwuama explicó que la participación de Taylor en la guerra tenía como objetivo hacerse con el control de las minas de diamantes de Sierra Leona. "Los que patrocinaron la guerra estaban interesados en los diamantes y por eso, cuando llegaron, se establecieron en zonas ricas en diamantes", relató.
La religiosa de origen nigeriano también señaló que el sufrimiento extremo de la población por la falta de desarrollo, la pobreza, el hambre y la mala salud actuó como catalizador de la guerra civil.
"En aquella época, la gente no cobraba sus sueldos, y los funcionarios también se sentían inquietos por la situación", precisó y señaló que ella trabajó "en una escuela pública durante seis meses justo antes de la guerra", y no les " habían pagado en todos esos meses".
Residentes del campamento de amputados de Oslo en Makeni, ciudad del norte de Sierra Leona, asisten a una de las sesiones de las religiosas sobre paz, sanación y reconciliación el 19 de septiembre. Tras el fin de la guerra en 2002, las religiosas de Sierra Leona han llevado a cabo sesiones sobre el perdón y la reconciliación. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
En busca del perdón
Cuando terminó la guerra civil en 2002, Onwuama y docenas de religiosas de distintas congregaciones que habían huido del país regresaron para evaluar la situación con el objetivo de continuar con sus ministerios, que incluían trabajar como cuidadoras de niños, enfermeras, educadoras, ministras parroquiales, trabajadoras sociales, capellanas y directoras espirituales.
"Después de la guerra, muchas personas que conocía habían muerto y otras sufrieron amputaciones", lamentó Onwuama, quien reconoció que la guerra había dejado una cicatriz perdurable en la nación y en la mentalidad colectiva. "Las historias que escuché de las víctimas me resultaron traumáticas. Algunas mujeres me contaron cómo dejaron caer a sus bebés por el camino porque no podían correr con ellos. Algunas entregaron sus bebés a terceros, mientras que otras los mataron", manifestó.
Onwuama y las demás hermanas querían cambiar las cosas.
Las religiosas empezaron a visitar a las víctimas de la guerra civil en Makeni y otras ciudades del país donde el Gobierno y las agencias de ayuda habían construido casas después de la guerra para que los 27 000 amputados y otras víctimas de Sierra Leona tuvieran un lugar donde vivir.
La Hna. Elizabeth Onwuama, de las Hermanas Misioneras del Santo Rosario, fue testigo de la guerra civil antes de huir en 1994 a Guinea y Nigeria en busca de seguridad. Cuando el conflicto se declaró oficialmente terminado en 2002, ella regresó con otras hermanas y empezó a ayudar a los supervivientes y a los agresores a recuperarse del trauma. Las religiosas también promovieron el perdón y la reconciliación. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
Las hermanas se reunieron con las víctimas en sus casas, iglesias y otros lugares para pedirles que se reconciliaran y perdonaran las injusticias cometidas contra ellas por los soldados rebeldes e incluso por las tropas gubernamentales.
"Siempre rezábamos y compartíamos la palabra de Dios con las víctimas de la guerra, allí donde nos encontrábamos con ellas", contó la Hna. Teresa McKeon, de la congregación de San José de Cluny. "Les decíamos que, a menos que se perdonaran unos a otros, no había garantías de que no volviera a haber otra guerra", contó.
McKeon, misionera irlandesa, permaneció en Sierra Leona durante la guerra civil y ayudó a conseguir alimentos y medicinas a los heridos de bala o amputados que habían sido abandonados en las calles para que muriesen. Cuando se marchó temporalmente del país en 1994, viajó a Guinea donde trabajó hasta 2001 con mujeres refugiadas sierraleonesas, niños menores de 5 años y niñas en varios campos de refugiados
Mohamed Santigie Bangura, hombre de 45 años al que le amputaron una pierna tras recibir un disparo de los soldados rebeldes durante la guerra civil de Sierra Leona, contó cómo las religiosas le habían ayudado a superar el trauma y a reconciliarse con sus agresores. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
Recientemente, el Gobierno le ha concedido a esta religiosa la nacionalidad sierraleonesa en reconocimiento a su labor, en particular durante la guerra civil.
"Durante nuestras campañas de perdón, decíamos a las víctimas que para evitar que se repitiera lo que había ocurrido, tenían que perdonar", recordó y afirmó que su mensaje caló en las víctimas: "El proceso fue lento porque no se puede obligar a nadie a perdonar. Tenía que salir del corazón. Basta con hacerlo lo mejor posible y Dios hará el resto".
Los supervivientes coincidieron con las religiosas en que el camino hacia el perdón no era fácil sin la intervención de Dios. Según contaron, las religiosas solían invitarlos a las sesiones de curación de traumas y de diálogo comunitario, donde recibían asesoramiento y aprendían sobre el perdón.
"Estaba muy enfadado y no estaba dispuesto a perdonar a quien asesinó a mi familia, me disparó en la pierna y me dio por muerto", declaró Mohamed Santigie Bangura, de 45 años, cuya pierna tuvo que ser amputada médicamente. "Pero cuando unas hermanas vinieron a mi casa y me hablaron del perdón, el mensaje empezó a calar hondo en mi corazón y empecé a sentirme mejor. No dejaban de animarme a seguir adelante con la vida y a perdonar a mis agresores", apuntó.
Bangura señaló que aunque los ministerios de las religiosas están arraigados en las creencias católicas, las hermanas han ayudado a supervivientes y responsables a curarse y recuperarse independientemente de su raza, religión o etnia. Las estadísticas del país de 2020 muestran que el 77 % de la población es musulmana y el 22 % cristiana.
Uno de los amputados del campamento de amputados de Oslo en Makeni, una ciudad del norte de Sierra Leona, se reúne con su familia durante una sesión sobre paz, sanación y reconciliación organizada por religiosas. Desde el final de la guerra civil en 2002, las hermanas han estado visitando hogares, aldeas y otros lugares de reunión en todo el país para llevar a cabo sesiones sobre el perdón y la reconciliación. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
Hacia la reconciliación y la reintegración
Tras meses predicando el perdón, las hermanas empezaron a visitar a los niños soldados en los centros de rehabilitación de Freetown y otras ciudades, intentando sanar traumas y reunir a víctimas y responsables para que pudieran acercarse y reconciliarse.
Las hermanas explicaron que su programa pretendía reunir a soldados del FRU y a supervivientes para que compartieran sus dolorosas experiencias y debatieran cuestiones de conflicto y contención. A través de estas conversaciones, las hermanas aseguraron que se animaba a la gente a perdonarse mutuamente, a reconciliarse y a reconstruir sus relaciones rotas.
La Hna. Teresa McKeon, de la congregación de San José de Cluny, narró cómo ella y las demás hermanas habían ayudado a los supervivientes y a los responsables de la guerra civil de Sierra Leona a reconciliarse y a superar el trauma. (Foto: GSR/Doreen Ajiambo)
McKeon explicó que durante sus visitas periódicas algunos niños soldado admitieron sus crímenes después de que las hermanas les aconsejaran y compartieran la palabra de Dios, un mensaje que al principio "resultó una burla para algunos, pero poco a poco empezaron a aceptar que Dios fue quien les salvó".
Según Kemba, él pudo confesar su participación en la guerra civil después de que las hermanas le llevaran a terapia para superar traumas y a terapia testimonial. Comentó que el programa ayudó a Sesay a conocerle a él y a otras cuatro personas que participaron en el asesinato de miembros de su familia.
"Un día, las hermanas nos llevaron a las afueras de Freetown para reunirnos con un grupo de supervivientes. Durante la discusión, una mujer me reconoció como una de las personas que habían participado en el asesinato de su marido", recordó Kemba, refiriéndose a Sesay. "Empezó a gritarme y todo el mundo se volvió para mirarme. Yo estaba asustado y conmocionado. No sabía qué hacer y empecé a llorar cuando salí de la sala", acotó.
Kemba explicó que las hermanas les llevaron a él y a Sesay fuera de la sala y les dieron consejo pidiéndoles que se perdonaran y se reconciliaran.
"Dios nos ama a todos por igual, y si Dios puede perdonarnos sin importar los males que hacemos cada día, también deberíamos seguir su ejemplo y perdonar a los demás", contó Sesay que le dijeron las hermanas, animándole a perdonar a Kemba.
"A pesar del dolor, fui capaz de perdonarle y nos dimos la mano", relató Sesay, quien agregó: "También me pidió perdón por matar a mi marido y por las cosas malas que había hecho a otras personas, y ahora vivimos en paz".
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Durante las dos últimas décadas, desde que terminó la guerra civil, Onwuama aseguró que las hermanas habían instaurado la paz y la sanación entre supervivientes y agresores a través del perdón frente al dolor y el trauma.
"También hemos podido reintegrar a miles de niños soldados tras haberles ayudado a superar el trauma, porque muchos habían sido rechazados en la sociedad por sus víctimas", afirmó Onwuama, quien señaló que la Iglesia llevaba mucho tiempo aportando fondos para construir casas e instalar pozos para niños soldados, amputados y otras víctimas.
En la actualidad, las hermanas han establecido escuelas por todo el país como forma de prevenir futuros conflictos. Onwuama señaló que la educación es fundamental para fomentar una paz duradera, ya que permite a los niños acceder a la información y comprenderla, analizarla y tomar decisiones sensatas.
"La idea de crear escuelas surgió como consecuencia de la guerra, porque si nos remontamos a la época de la guerra, mucha gente se unió a ella porque no había recibido educación", explicó. "Ni siquiera sabían por qué estaban luchando. Creo que una vez que se educa a la sociedad, la gente tiene la oportunidad de pensar por sí misma y tomar decisiones sensatas", añadió.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 23 de octubre de 2023.