(Unsplash/Josh Berendes)
Tuve el privilegio de participar en la asamblea plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales a principios de mayo y me pareció una experiencia profundamente conmovedora poder convivir con alrededor de 600 hermanas en persona y 300 de manera virtual.
Uno de los temas, abrazar la vulnerabilidad, fue abordado por Ted Dunn, un autor estadounidense y psicólogo clínico licenciado con más de 30 años de experiencia como consultor y facilitador de congregaciones religiosas y otras organizaciones de carácter religioso.
Cuando Ted comenzó su presentación, algo que me llamó la atención de inmediato fue una invitación a buscar los antiguos caminos, para obtener sabiduría, que siempre llaman a abrazar la vulnerabilidad, a soltar los controles y, en su lugar, a confiar.
A medida que avanzaba, la imagen que me vino a la mente fue la de dejarnos 'labrar' para que el duro terreno de las defensas y las anticuadas costumbres de hacer las cosas que nos protegen contra el caos y la incertidumbre, se debiliten y encontremos los tesoros que yacen bajo la corteza de nuestra tierra. Estos pueden sorprendernos e incomodarnos.
Pero, al disponernos a ser labrados y a que nuestras almas emerjan a la superficie, a menudo nos percatamos de posibles anhelos. Para ponernos en contacto con ellos, Ted nos pidió que reflexionáramos sobre las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que busco, anhelo, deseo? ¿Qué estamos buscando, anhelando, deseando como comunidades? ¿Lo sé? ¿Lo sabemos? ¿Me he permitido hacer esa pregunta? ¿Nos la hemos planteado juntas?
El psicólogo clínico Ted Dunn asesora a comunidades religiosas católicas y a otros grupos de carácter religioso que se encuentran en proceso de cambio y contemplan el futuro. Esta foto fue tomada hace unos años cuando trabajaba con las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de la Victoria en Huntington, Indiana. (Foto: cortesía de Ted Dunn)
Ted sugirió que nos planteáramos esas preguntas solo con plena consciencia de nuestro contexto actual, el cual debe ser afrontado de frente. El contexto de nuestro entorno social, político y espiritual es el terreno de nuestros deseos. ¿Cuál es exactamente el contexto de mi vida ahora? ¿Cuál es el contexto de nuestra vida en común ahora? ¿A qué me/nos enfrentamos cada día al despertarnos, no solo en los confines pequeños de la vida, sino en la vida global de nuestro mundo? Tanto en los contextos más pequeños como en los globales de la vida, ¿me siento satisfecho con la manera en que estoy viviendo o permito que estos contextos me desafíen? ¿Y a qué?
A menudo honramos y elogiamos a nuestros antepasados por la valentía, la creatividad y la tenacidad que mostraron en sus diversos contextos, pero también debemos preguntárnoslo a nosotros mismos: ¿Dónde experimento yo el valor? ¿La creatividad? ¿La tenacidad? ¿Dónde experimento el coraje, la creatividad y la tenacidad de mi comunidad? ¿En nuestros contextos? ¿Qué hago diariamente de forma concreta para contribuir al esfuerzo de la evolución de nuestro universo? ¿De la vida religiosa? ¿Qué está haciendo concretamente mi comunidad cada día para contribuir a la evolución de nuestro universo o de la vida religiosa? ¿Qué veo? ¿Oigo? ¿Toco?
Ted nos recordó que el sendero de la sabiduría que nos conduce al coraje, la creatividad y la tenacidad no es solo individual, sino comunitario. No es un recorrido que se hace a solas. Es intergeneracional, interdisciplinario, interreligioso e intercultural.
Todos estos elementos son necesarios para adquirir la sabiduría requerida para participar en estas evoluciones. Todos son necesarios para dar el siguiente paso en la conciencia personal y comunitaria que crea un nuevo universo, una vida consagrada nueva.
Lo que he sido, lo que hemos sido, ya no es lo que se necesita para llevar a cabo esta evolución. La mayoría de nosotros hemos sido profundamente infectados por el individualismo, la codependencia, la adicción al trabajo, el sentido de que se tiene derecho a todo. ¿Soy consciente? ¿Somos conscientes? ¿Tengo la valentía, la creatividad y la tenacidad necesarias para aprender lo que es la interdependencia? ¿Poder compartido? ¿La responsabilidad mutua? ¿Y vivirlas?
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La opción, nos recordó Ted, es 'cambio' o 'transformación'. ¿Qué es lo que deseo? Yo, como muchos, he escuchado las palabras una y otra vez y, por supuesto, mi primera respuesta es 'transformación', pero ¿realmente la desearía, sabiendo el trabajo que requiere?
Se nos recordó que el cambio es más fácil que la transformación porque normalmente, cuando se está en el sendero del cambio, nos traemos los viejos patrones, aunque nos mudemos a una comunidad diferente, a un nuevo trabajo o a nuevas relaciones. Las viejas historias que hemos creado sobre nosotros mismos son la lente a través de la cual vemos lo nuevo porque son cómodas y requieren menos esfuerzo.
Esta idea me hizo preguntarme: ¿Cuál es la historia de Joyce que he confeccionado sobre mí misma y que llevo a todas partes? ¿Los demás contarían la misma historia sobre cómo me relaciono con los demás, cómo hago mi trabajo, cómo me divierto, cómo vivo el carisma y la misión de la comunidad?
Me desafió a reflexionar más sobre cómo la verdadera transformación me desafía a mí y a nosotros a retomar estas historias y a preguntar cómo impulsan o inhiben la evolución del universo hacia uno más interdependiente, interdisciplinario, interreligioso e intercultural. Estas pueden ser intuiciones que pueden transformarme el alma si estoy dispuesta a actuar sobre ellas.
Fue especialmente útil cuando nos pidió que pensáramos en la transformación que experimentamos cuando entramos en la vida religiosa. Para la mayoría de nosotros, esa opción fue probablemente más que un simple cambio, especialmente en las relaciones primarias con la personas e incluso con Dios, los compromisos, las prácticas, las rutinas diarias, los valores, la visión del mundo. Estas transformaciones no se produjeron de la noche a la mañana y es de esperar que sigan produciéndose a medida que cambian nuestros contextos.
A lo largo de nuestra vida se producen las transformaciones de nuestras historias, esos momentos, como dijo Ted, en los que el suelo se mueve bajo nuestros pies y nos pone de rodillas. Nos invitó a hacer memoria.
Yo tuve tres o cuatro de esos momentos y algunos menores. ¡Tal vez dependa de lo fuerte que sea el ego! Pero son momentos dolorosos en los que ya no podemos negar que algo no nos funciona, y culpar a los demás tampoco.
Aunque los llamo 'momentos', no lo son porque no hay resoluciones ni respuestas rápidas. Se necesitan largos periodos de escucha profunda para que nuestra conciencia cambie y podamos contar nuestra historia de forma distinta.
En mi caso, la conciencia inicial me llegó a través de un sueño. Aprendí una verdad profunda sobre mí misma que fue dolorosa, pero que me empujó gradualmente hacia una nueva identidad.
El dolor mismo, dice Ted, deja espacio para el siguiente abandono de las defensas. Esta liminalidad nunca es agradable.
Ted nos dio cinco elementos de transformación, pero uno de ellos fue el que más me atrajo: la experimentación. A medida que pasaba por esos momentos de dolor y crecimiento al tomar conciencia de mi propia historia, tuve que experimentar con nuevas formas de relacionarme con los demás, incluso con Dios. Tuve que practicar nuevas rutinas y examinar distintas formas de ver el mundo. Tuve que cultivar una nueva curiosidad. Fue aterrador y emocionante al mismo tiempo.
Rain clouds are seen over the landscape in Death Valley National Park, California (Dreamstime/Alexander Reitter)
Otra fue la reconciliación con mi yo más profundo; fue un desprendimiento de viejas imágenes y viejas historias y su reconciliación con las más profundas que descubrí que vivían en mi interior. Cuando hacemos este trabajo, creamos nuevos mundos para nosotros mismos.
Hace muchos años, aunque a veces parezca que fue ayer, mi congregación también pasó por una crisis que nos obligó a enfrentarnos a la ruptura y la vulnerabilidad de lo que éramos. También fue una época dolorosa que, en cierto modo, no ha terminado realmente. La transformación, por suerte, no tiene un punto final.
Cuando nuestra fragmentación estalló con fuerza, tuvimos que buscar ayuda. Ted y su esposa, Beth Lipsmeyer, fueron nuestros guías para ayudarnos a afrontar gran parte de nuestra verdad y nuestro dolor. Tuvimos que practicar nuevas formas de comportarnos los unos con los otros, de desprendernos de la negación y la culpa para descubrir verdades sobre nosotras mismas y sobre nosotras como comunidad que habíamos ocultado.
El proceso de aprender y practicar nuevas habilidades nos llevó más de dos años. Todavía recaemos de vez en cuando en las viejas historias y necesitamos que las demás nos recuerden cuáles eran nuestros compromisos mutuos.
Es la esperanza la que nos lleva a elegir la transformación. Una historia que Ted contó sobre la esperanza escondida en los lugares oscuros de la vida y de la Tierra me tocó profundamente. Era sobre el Valle de la Muerte en California.
El Valle de la Muerte es un lugar sin agua: caluroso, seco, de aspecto muerto, que no parece tener mucho potencial para ser de otra manera. Rara vez llueve, pero cuando lo hace, de repente, aparece todo tipo de vegetación. La aparente esterilidad oculta la vida y nos sorprende cuando estalla en una nueva belleza. Esconde un misterio. Después de todo, no estaba muerto, solo inactivo.
Esta es una historia que podemos recordar cuando pensamos en el esfuerzo que supone elegir entre 'cambio' y 'transformación'. Ted describió el compromiso con la transformación como "encarnar la sabiduría", algo que nuestro mundo necesita desesperadamente. ¡Qué gran misión que podemos abrazar!