La hermana de la Providencia Vilma Franco se sienta en un banco en su ciudad natal de Arcatao, El Salvador, el 27 de abril de 2024, frente a un mural que representa la masacre de 1980 en el río Sumpul. Cada año, organizaciones como la Asociación Sumpul recuerdan la masacre de más de 600 personas por las fuerzas armadas salvadoreñas, un esfuerzo para educar y prevenir que tales actos se repitan. (Foto: Rhina Guidos/GSR)
Muchas personas alrededor del mundo sueñan con ir a Estados Unidos, pero la hermana de la Providencia Vilma Franco nunca compartió ese deseo. Cuando era niña, su pueblo natal de Arcatao, como otras tantas comunidades del departamento de Chalatenango en el norte de El Salvador, sufrió constantes incursiones militares financiadas por el Gobierno estadounidense.
Algunas de esas incursiones resultaron en la muerte de familiares y vecinos de Franco, y en el desplazamiento forzado de gran parte de su pueblo. La religiosa nació, vivió y sobrevivió en una de las zonas más ardientes de la guerra civil de El Salvador, que en general dejó entre 75 000 y 80 000 muertos y miles de desaparecidos desde 1980 hasta 1992, cuando se firmaron los acuerdos de paz.
De sus primeros años recuerda "huir todo el tiempo" y "todo el tiempo andar en las montañas", escondiéndose en cuevas, con hambre y miedo, mientras el peligro pasaba, relató a Global Sisters Report en español en una entrevista realizada en Arcatao el 27 de abril de 2024. Con su madre, sobrevivió a las más de 60 masacres registradas en Chalatenango, pero su padre y seis de sus hermanos no tuvieron la misma suerte.
La Hna. Franco relacionó sus muertes y la destrucción de su pueblo con la Escuela de las Américas, un centro estadounidense que entrenó a soldados y militares latinoamericanos que participaron en masacres, así como en actividades paramilitares y extrajudiciales en el hemisferio en la última mitad del siglo XX, en el contexto de la Guerra Fría que enfrentaba a Estados Unidos con la Unión Soviética en diversos países de América Latina como Chile, Guatemala, Colombia y El Salvador.
Sobreviviente de masacres y desplazamientos forzados en su niñez, la Hna. Vilma Franco regresó a Arcatao, en El Salvador, para enseñar a los jóvenes la importancia de la memoria histórica para evitar repetir errores del pasado
Años después, cuando nació su vocación religiosa, Franco tuvo que confrontar los sentimientos encontrados que le generaba Estados Unidos: debía ir a ese país para su formación con las Hermanas de la Providencia, a pesar de las traumáticas vivencias de su infancia relacionadas con la intervención estadounidense en El Salvador.
No obstante, lo aprendido durante ese proceso formativo lo ha aplicado ahora en su labor de catequesis en Arcatao, el pueblo al que eligió regresar tras completar estudios, formación y otras experiencias en Chile, Estados Unidos, Canadá y Guatemala.
"Normalmente, damos a los jóvenes que se preparan para la confirmación temas sobre las masacres que ha habido acá", dijo Franco a GSR en español. "Yo soy aquí nacida; viví todo el tiempo de la guerra acá también", añadió.
Frente a un mural en Arcatao que documenta la masacre del Río Sumpul —que delimita parte de la frontera entre El Salvador y Honduras—, un ataque ocurrido el 13 y 14 de mayo de 1980 en el que fuerzas militares asesinaron a más de 600 campesinos en una emboscada, la Hna. Franco habló con GSR en español sobre la importancia de la memoria histórica y de su reconciliación con el pueblo estadounidense.
"Aquí en Arcatao llevo todo lo que es el área de catequesis, donde también siento la necesidad de hablar de la memoria histórica a los niños y a los adolescentes [que van a las] primeras comuniones": Hna. Vilma Franco. (Foto: cortesía Hermanas de la Providencia)
GSR en español: Cuénteme un poco de su historia personal
Franco: Nací aquí en 1979. En 1985, asesinaron a mi papá. En 1992, después de los acuerdos de paz, nos fuimos a Usulután con mi familia. Después de eso, conocí a las Hermanas de la Providencia y sentí su carisma, que es el ser providencia. He sentido el dolor y la compasión de María, los dolores. Ver el sufrimiento de la gente, vivir el sufrimiento de la muerte de mi padre y seis hermanos que fueron asesinados también durante el conflicto armado acá; vivir ese dolor me llamó a ser religiosa.
¿Y dónde entró [a la orden]?
Entré aquí, en El Salvador. Soy de las primeras Hermanas de la Providencia salvadoreñas y fui a Chile a hacer el noviciado. Después de allá, como no hay hermanas que hablen español, me tocó ir a aprender inglés a Estados Unidos, [lo que significó] tomarlo como reconciliación, por todo lo de la Escuela de las Américas, [porque] Estados Unidos son los que financiaron mucho la guerra de El Salvador. Los soldados fueron preparados allá. Y mis hermanas, una hermana, estuvo presa por protestar en contra de la Escuela de las Américas.
¿Una hermana norteamericana?
Sí. Fue a protestar en contra, para que cerraran la Escuela de las Américas, para que no mandaran a preparar soldados.
¿Por qué es importante hablar de estos temas? En El Salvador se habla mucho estos días de dejar de hablar del pasado y ver para adelante.
Es importante hablar de estos temas con la nueva generación porque no podemos dejar que la memoria histórica muera; es [importante] enseñarles a los jóvenes a vivir la realidad para que no volvamos al pasado.
Para mí fue tan doloroso ver el día que conmemoramos el día del desembarco [un ataque aéreo en 1986, cuando residentes buscaron refugio en la iglesia central] acá en Arcatao. Hoy en día no estamos viviendo, digamos, un desembarco por el aire. Estábamos viendo un desembarco, pero por tierra. Ese día [el 8 de abril 2024] estábamos saliendo de la iglesia con la procesión y muchos soldados estaban llegando. Usted estos días va a ver Arcatao siempre lleno de soldados.
Entonces, es importante que los jóvenes conozcan lo que vivimos, no para revivir el dolor, sino también para sanar y para no repetirla [la historia], no vivirla nuevamente. Es una manera para que ellos entren y conozcan, vivan la sabiduría de los adultos mayores que tenemos. Y a mí, como joven que viví esto, también me corresponde un poco enseñarles a los niños. Yo decidí venir aquí, a El Salvador, a trabajar con mi gente desde mi historia personal.
Entré a las Hermanas de la Providencia y lo primero, cuando hice mis votos, fue regresar a Arcatao y trabajar con mi gente. Y así he podido llevar también un poco de mi ministerio y ayudar a la comunidad. Aquí en Arcatao trabajo en proyectos de salud para los pobres, para la gente que no tiene [recursos económicos]; tengo un grupo de diabéticos, de depresión, y llevo todo lo que es el área de catequesis, donde también siento la necesidad de hablar de la memoria histórica a los niños y a los adolescentes [que van a las] primeras comuniones y también a los jóvenes que se van a confirmar.
Advertisement
"La meta mía fue regresar aquí, [como] una manera de reconciliación con mi propia historia de dolor, pero desde mis raíces en Arcatao. De la misma manera fui a Estados Unidos para reconciliarme con ese país": Hna. Vilma Franco
Hablar del pasado también es una parte bien importante del ser cristiano, ¿cómo y por qué lo hace usted?
La meta mía fue regresar aquí, [como] una manera de reconciliación. Es reconciliarme con mi propia historia personal, mi propia historia de dolor, pero desde mis raíces, porque aquí están mis raíces, en Arcatao. Soy de acá. De la misma manera fui a Estados Unidos para reconciliarme con ese país.
¿Le costó?
Me costó muchísimo. Pero cuando fui allá a conocer, vi la generosidad y la solidaridad de tantos hermanos de Estados Unidos que apoyaban acá a la gente pobre y que siguen apoyando a la gente pobre aquí. Entonces, es lo mismo venir acá y vivir, reconciliarme, encontrarme con mi historia, pero ya encontrarme cara a cara. Cuando voy a visitar a la gente a las casas, lo primero que me encuentro es [que] ellos ya no me dicen 'hermana'. Me dicen mi nombre, Vilma, porque dicen: 'Yo te conocí de chiquita'.
Entonces es bien bonito porque me reencuentro con mi gente. O sea, es bien lindo encontrarse con tu propia gente y saber que le estás sirviendo a tu propia gente, desde la sabiduría o tal vez desde la sabiduría de ellos. Yo siento que tal vez no estoy enseñando, sino que es la misma gente que me está enseñando a mí. Entonces, simplemente estoy siendo providencia y la gente está siendo providencia para mí también. Soy la única hermana de la Providencia que trabaja acá. Vivo sola, con mis tres perritos y mis cuatro pericos. Mis hermanas están en un Usulután, pero tenemos comunidad y nos comunicamos.
¿Es difícil hacer lo que está haciendo, por el ambiente que existe en El Salvador de dejar el pasado?
Es un poco difícil, porque el pasado no es que se pueda dejar. Tenemos que integrar el pasado con el presente y el futuro. El pasado nos ayuda a crecer y, como decía antes, no vivir nuevamente el pasado. Hay cosas del pasado que se pueden agarrar para una enseñanza, valores. Hay muchos valores que se están perdiendo y que se pueden recuperar, pero cuesta. Es un desafío.